Notas y comentarios sobre obras literarias



ÍNDICE:

1) La Celestina.

2) Pequeño estudio sobre El Poema del Mío Cid

3) Tormento de Galdos. 

4) La Gitanilla, Cervantes.


                                                                                    © Manuel García Sesma



NOTAS SOBRE “LA CELESTINA”

GENERALIDADES SOBRE EL AUTOR Y LA OBRA.

“La Celestina” es una de las obras más famosas de la literatura, ya no solo española, sino universal. La versión más antigua que se conoce de ella, fue impresa en Burgos, en 1499, y constaba de 16 actos.  Su primer título fue “Comedia de Calisto y Melibera”.  La versión difinitiva posterior tenía – y tiene – 21 actos y fue titulada “Tragicomedia de Calixto y Melibea”. Sin embargo, prevaleció más tarde el título de “La Celestina”, a causa del nombre de su principal personaje.

La cuestión de su autor todavía no ha sido aclarada por completo, dudándose si fue obra de uno solo, de dos o de tres. De todos modos, es indudable que su autor principal fue Fernando de Rojas, judía converso, nacido en la Puebla de Montalbán, hacia 1465. Fue abogado de profesión y estuvo avecindado en Talavera, donde murió en 1541.

“La Celestina” es fundamentalmente una obra dramática, pero irrepresentable en un teatro, tal como está escrita, a causa de su extensión y de otros inconvenientes, como la brusca transición y mezcla de escenas, las cuales no aparecen señaladas en la obra.  Sin embargo, se han hecho de ella diversas adaptaciones teatrales, tanto en castellano, como en otra lenguas, pero podando la mayor parte de su texto.

Hoy día es considerada generalmente como una novela dramática o una novela dialogada de costumbres.

Su argumento resumido es el siguiente.

Calixto, joven de noble familia, entra un día casualmente persiguiendo a un halcón, en el jardín de Melibea, de la que se enamora perdidamente.  Melibea era una doncella hermosa de 20 años, hija única de unos ricos hacendados, llamados Pleberio y Alisa.  Melibea rechaza en un principio las pretensiones de Calixto y entonces un criado de éste, llamado Sempronio, le aconseja que acuda a la vieja alcahueta Celestina, maestra en el arte de componer amores. A pesar de su mala fama, Celestina consigue introducirse astutamente en casa de Melibea, convenciendo a ésta de que ceda a los requerimientos del enamorado.  Y así ocurre, reuniéndose ambos secretamente, a altas horas de la noche, durante un mes.  Le cubren las espaldas al enamorado sus criados y confidentes Sempronio y Pármeno, que tratan de explotar la pasión de su amo de acuerdo con Celestina; pero ésta quiere quedarse con todo el dinero que ha le han sacado a Calixto, y sus cómplices la asesinan. En menos de 24 horas, son prendidos por la justicia y decapitados en la plaza pública; lo que no obsta para que continúen los encuentros nocturnos de los amantes, sirviendo ahora de guardaespaldas a Calixto sus otros dos criados Tristán y Sosia.  Pero, una noche, estando Calixto en el jardín de Melibea, oye ruidos en la calle, y al escalar precipitadamente la tapia, pierde pie y se mata en la caída.  A continuación, Melibea, después de confesar a s u padre sus culpables amores, se suicida, arrojándose desde el o alto de una torre de su casa.  La obra termina con el llanto de sus padres Pleberio y alisa.

LOS REFRANES EN “LA CELESTINA”.

Son innumerables, pues los sueltan casi todos los personajes, principalmente Celestina.

Veamos algunos, tomados de la novena edición de la obra, editada por la Colección Austral (España-Calpe Argentina, Buenos Aires, 1968).

De Celestina en el Acto I: “El que está en muchos cabos, está en ninguno” (Página 36); es decir, que no se pueden atender muchos negocios a la vez.
A tuerto o a derecho, nuestra casa hasta el techo” (p. 37); o sea, hay que barrer para casa con todo lo que se pueda y como sea.
Da dios habas a quien no tiene quijadas” (p. 38); a saber, Dios da a veces bienes a quien no puede gozar de ellos.

En el Acto III, destacamos dos: uno de Sempronio y otro de Celestina.  El de Sempronio reza: “A dineros pagados, brazos quebrados” (p. 45); es decir, que al que se le paga una obra por adelantado, no tiene prisa en terminarla.  Y el de Celestina es el siguiente: “Todo lo puede el dinero: las peñas quebranta, los ríos pasa en seco” (p. 48), el cual no necesita ninguna explicación.

En el Acto IV, anotamos los siguientes.

De Celestina: “Viva la gallina, con su pepita” (p. 54); es decir, lo que importa en este mundo es vivir, aunque sea con dolores (la pepita es una enfermedad lingual de la gallina).

De Melibea: “Dice cada uno de la feria, según le va en ella” (p. 54); es decir, que las apreciaciones personales son dictadas comúnmente por los intereses.

Otro de Celestina: “Pan y vino anda camino, que no mozo garrido” (p. 56); o sea, que para trabajar esforzadamente, no basta ser joven sino estar bien nutrido.

En el Acto V, ensarta Celestina estos tres refranes seguidos: “Quien las sabe, las tañe”, “Es más cierto médico el experimentado que el letradoy “la experiencia y escarmiento hacen los hombres arteros” (p. 63), los cuales quieren decir que la experiencia es la madre de la ciencia y de la prudencia.

Del Acto VII entresacamos estos otros de Celestina: “El buen consejo mora en los viejos” (p. 76), a causa de su experiencia y desinterés; “Una alma sola, ni canta ni llora” (p. 84); o sea, que el que no trabaja y aprovecha de joven, se arrepiente y tiene que trabajar de viejo ( amenos que sea rico).

En el Acto VIII, Sempronio suelta este refrán: “Más vale a quien Dios ayuda que quien mucho madruga” (p. 90); o sea, que un poderoso protector saca mejor de apuros que una dura labor; y su compañero Pármeno cita, a su vez, el siguiente: ”En casa llena, presto se adereza cena”(p. 91), puesto que está bien abastecida la despensa.

En el Acto XI, Celestina saca a colación estos dos complementarios: “No da pasado seguro quien corre por el muro” y “aquel va más sano que anda por el llano” (p. 112); es decir, que hay que evitar los peligros, para no exponerse a sufrir malas consecuencias.

En el Acto XII, Calixto también dice los suyos: “el hombre apercibido, medio combatido” (p. 113); o sea, que el está preparado para hacer frente a un peligro, lleva ya ganada la mitad de la partida; y “aunque muda el pelo la raposa, su natural no despoja” (p. 121); es decir, que se puede cambiar de posición y de apariencias, pero no de naturaleza.

Y, en fin, así se pueden ir espigando refranes, por lo menos, hasta el Acto XX.

LA MITOLOGÍA EN “LA CELESTINA”.

Las referencias mitológicas de “la Celestina” no son naturalmente tan abundantes como los refranes, pero tampoco escasean.  Vamos a señalar algunas.



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PEQUEÑO ESTUDIO SOBRE EL POEMA DEL MÍO CID

 © Manuel García Sesma

I.- Panorama histórico-cultural.

El panorama cultural de la época era sombrío, pues la cultura era escasísima y estaba recluída en los conventos y catedrales donde no todos los monjes y clérigos seculares sabían leer y escribir. El pueblo y la nobleza estaban sumidos en la mayor ignorancia y algunos reyes no sabían ni firmar. Los señores se dedicaban a la guerra contra los moros y entre ellos mismos, y en tiempos de paz, a la casa, mientras que sus súbditos morían como moscas en las luchas de aquellos o realizaban, en las más miserables condiciones, las faenas del campo y los trabajos de una artesanía rudimentaria. La lengua castellana estaba a la sazón en formación, desgajándose tímidamente del latín vulgar y el primer monumento importante de la misma es el Poema del Mío Cid, escrito probablemente hacia 1140.
La única corriente cultural de alguna importancia en estas época era el “mester de juglaría”; es decir, el ministerio u ocupación de los juglares.  Los juglares eran una especie de cómicos populares que hacían pantomimas, bailes, acrobacias, juegos de mano y lo que es más importante, recitaban relatos de diversa índole y cantaban composiciones líricas que acompañaban con instrumentos musicales.  Recorrían los pueblos y castillos, sobre todo, en la época de sus ferias y fiestas, recibiendo su paga de los mismos oyentes, que les daban lo que buenamente querían.
A menudo, los relatos de los juglares eran de tema heróico y se referían a personajes importantes o a sucesos notables de la vida nacional, conociéndose con el nombre de “cantares de gesta” o de hazañas sobresalientes. Pues bien, el Poema del Mío Cid es un cantar de gesta.

II.- Realidad del Cantar del Mío Cid.

No solo el héroe del poema, Rodrigo Díaz de Vivar, llamado por los árabes el Cid o sea, el Señor, sino casi todos los personajes que figuran en el mismo, existieron realmente. Solo algunos pocos llevan los nombres cambiados. Así las hijas del Cid no se llamaban Elvira y Sol, sino Cristina y María. Asimismo algunos hechos no son exactos o están ligeramente modificados.  Por ejemplo, el Cantar habla de una sola prisión del Conde de Barcelona, cuando en realidad fueron dos; el sitio de Valencia no se prolongó tres años, como dice el poema, pues no pasó de 20 meses; y la conquista de Murviedro y la batalla de Játiba, que en el poema, precedieron a la toma de Valencia, fueron en realidad, posteriores. Tampoco es cierto que una de las hijas del Cid se casara con un Infante de Aragón, sino con el Conde de Barcelona Ramón Berenguer III.

En fin, las inexactitudes históricas son realmente pocas.

III.- Personajes más destacados y sus características.


A través de los tres cantares en que, a partir de Menéndez Pidal, se divide el poema: Cantar del destierro, Cantar de bodas y Afrenta de Corpes, el personaje principal es siempre el Cid: caballero castellano que vivió en los reinados de Sancho II y Alfono VI de Castilla. Nació en Vivar, cerca de Burgos, en 1043 y murió en Valencia en 1099. Asistió a la batalla de Graus; peleó como alférez en las batallas de Llantada y Golpejera y tomó parte en el cerco de Zamora. Desterrado por Alfonso VI a quien había obligado a jurar en la iglesia de Santa Gadea que no había tomado parte en la muerte de su hermano Sancho, llegó guerreando hasta las fronteras de Zaragoza, cuyo Rey moro le distinguió sobremanera. Se apoderó de Monzón, Tamarite y Almenar. Derrotó a Berenguer de Barcelona y a Sancho Ramírez de Aragón; y finalmente conquistó Valencia donde murió. Se distinguió por su valor heróico, su lealtad, su prudencia y su sentido de la justicia.

Los demás personajes del poema son secundarios, destacándose entre ellos los siguientes: su mujer Doña Jimena, biznieta de Alfonso V de León, esposa fiel y amante, madre abnegada y señora valerosa, como lo demostró defendiendo a Valencia durante tres años, después de la muerte de su marido; su sobrino Martín Antolínez, valiente y astuto, que consigue dinero de los judíos Raquel y Vi.das, entregándoles en prenda dos arcas llenas de arena en las que finge que guarda el Cid sus tesoros; Alvar Fáñez, pariente y compañero del Cid cuyo valor emuló en las batallas, hombre fiel y diplomático, que consiguió reconciliar a Alfonso VI y a Don Rodrigo Vélez Muñoz, otro sobrino del Cid, leal y servicial que se encuentra en el robledal de Corpes a las dos hijas del Cid y las devuelve a su padre; y en fin, los Infantes de Carrión, aristócratas cobardes, vengativos y viles, que acaban deshonrados como merecían.

IV.- Tratamiento e importancia del paisaje.

La exactitud geográfica y topográfica del Poema del Mío Cid es todavía mayor que la histórica.  Todos los lugares y poblaciones que se mencionan en él existen realmente, en el punto en que se las sitúa.  Ahora bien, el detalle en la descripciones varía notablemente según los pasajes.  Así el autor es muy minucioso en todo el camino que va de Burgos a Valencia y sobre todo cuanto más se aproxima a Medinaceli de donde era tal vez o donde al menos debió vivir el autor del poema; pero es bastante más impreciso al alejarse de estas zonas.  En las inmediaciones de Medinaceli nombra hasta cinco lugares, tres de los cuales son ahora campos y en una distancia de 20 kilómetros, en las proximidades de San Esteban de Gormaz, nombra diez lugares y lugarejos hoy desconocidos.  En cambio, de ninguna otra región española, tan importante como Burgos, Toledo o Valencia da el poeta detalle alguno de los lugares vecinos.

El autor acude a veces a la rápida enumeración de lugares para sugerir el movimiento ligero de las tropas del Cid.

Salieron de Medina a Salon passavan,
Arbuxuelo arriba privado alguijavan,
el campo de Taranz luégol atravessavan,
vieron a Molina, la que Avengalvón mandava.

V.- Crítica.

Sería en vano tratar de hallar en el Poema del Mío Cid las delicadezas y refinamientos de la poesía clásica o moderna. Sin duda su arte es primitivo y sencillo, y su lenguaje es áspero y duro. No hay que olvidar que se escribió en una época atrasada y ruda y cuando estaba formándose el idioma. Pero sus méritos artísticos son indiscutibles, siendo el más poético de los cantares de gesta europeos.  Se distingue por la variedad en el movimiento, pues el Cantar tiene su propio tiempo: rápida marcha militar en el primero, marcha triunfal en el segundo y trágica cabalgata en el tercero.  Por la acertada sensación del tiempo, registrando una y otra vez el amanecer y anochecer de las jornadas. Por la presentación oportuna y nada prolija de los personajes.  Por la parquedad del pensamiento, pues los personajes se dan a conocer por sus accidentes y no por sus palabras ni reflexiones. E incluso por su humor como en la escena de la escapada del león, que motiva la huída despavorida de los Infantes de Carrión y las burlas de los hombres del Cid.

VII.- Epítetos que aparecen.

Una de las peculiaridades de este poema es la maestría con que el autor escoge los rasgos característicos de cada personaje: animal, región, ciudad, paisaje, para fijarlos con sintéticos epítetos.  Así el Cid es “el que en buena hora nació”; Martín Antolinez es el burgalés “complido”; España es la “limpia cristiana”; Babieca, el caballo del Cid, es “el corredor”; Castilla es “la...........”; Valencia es “la clara”; Atienza es “la de las torres”, etc.


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COMENTARIOS SOBRE LA NOVELA “ TORMENTO” DE GALDOS



Edición de referencia: “Obras Completas de Don Benito Pérez Galdós”, vol. IV – Novelas de la primera época – Madrid, Aguilar, 1941.

Generalidades.

“Tormento” es cronológicamente la undécima novela de costumbres de Pérez Galdós.  La terminó en enero de 1884, cuando ya había publicado algunas de sus más famosas, como “Doña Perfecta” (1876), “Gloria” (1877), “La familia de León Roch” y “Marianela” (1878) y “El amigo Manso” (1882), así como la primera serie de los “Episodios nacionales”, que son novelas históricas.

Se puede resumir del modo siguiente.

Amparo y Refugio son dos huérfanas, jóvenes y pobres, hijas de un conserje de la Escuela de Farmacia de Madrid, llamado o, mejor dicho, apellidado Sánchez Emperador.  Al morir éste, recomendándolas a un oficial segundo de la Real Comisaría de los Santos Lugares: Don Francisco de Bringas y Caballero, casado con doña Rosalía Pipaón. Pero, antes de acogerse a esta protección, las dos jóvenes cayeron en las garras de un clérigo bárbaro y libertino: Don Pedro Polo, capellán de las monjas de San Fernando.  Al morir el padre de las chicas, el capellán Polo costeó su entierro, las socorrió h hasta vendió la ropa de su padre para que no les faltara que comer.  Pero el desalmado clérigo aprovechó la ocasión, para seducir – o violar – a la mayor, que era Amparo, y convertirla en su manceba; mas por poco tiempo, pues Amparo, que, en el fondo, era una buena muchacha, se arrepintió de su caída, y las dos hermanas cortaron toda relación con el cura, acogiéndose a la protección de los Bringas.  Semejante protección era bien relativa, pues lo que hicieron sus protectores, sobre todo, Doña Rosalía, fue explotarlas despiadadamente.  Refugio se rebeló bien pronto contra tal esclavitud y los dejó; pero Amparo, que era más tímida y sumisa, continuó trabajando para el matrimonio.  El Sr. Bringas tenía un primo millonario: Agustín Caballero, que había hecho su fortuna en México y que empezó a frecuentar su casa en la que conoció a Amparo.  El indiano se enamoró de la muchacha y resolvió casarse con ella, con gran contrariedad de los Bringas.

Amparo, que era una muchacha noble, quiso confesar antes a Caballero la fea historia del cura; pero, después de muchas vacilaciones, no se atrevió.  El novio no tardó, sin embargo, en conocerlas por otros conductos; sobre todo, por las “buenas” señoras, Doña Marcelina Polo, hermana del clérigo, y Doña Rosalía Pipaón. Amparo se decidió entonces a dar a su novio tardías explicaciones y, al no encontrarlo en su casa, intentó suicidarse allí mismo. Afortunadamente no lo logró y el mismo Caballero se encargó de su restablecimiento.  Ella entonces se explicó con franqueza y ambos acabaron por abandonar Madrid y dirigirse a Burdeos, con gran despecho de los Bringas.

El tema central de “Tormento”.

Los críticos consideran como tal la pasión sacrílega de Pedro Polo por Amparo Sánchez.  Es posible que ésa fuera asimismo la intención de Galdós, cuyo anticlericalismo era notorio. Pero nos parece una opinión muy discutible, pues tal pasión solo ocupa una parte de la novela, y no precisamente la principal.  No se describen sus orígenes ni su desarrollo, y resulta que, cuando Amparo hace su aparición, en el capítulo III de la novela, ya se había arrepentido de su mal paso y estaba acogida a la protección de los Bringas.

Nosotros creemos que el tema central es más bien el drama de una huérfana bonita y pobre, que quiere ser persona decente, en una sociedad de explotadores y sinvergüenzas; sobre todo, en una en que las muchachas de su clase no tenían más porvenir que casarse con el primero que se presentase, servir de criadas en las condiciones más humillantes o meterse en un convento de monjas.  Galdós mismo dice a este propósito: “La honradez depende de los medios de poderla conservar” (XXVI; p. 1536). En efecto, y cuando éstos fallan, sobreviene ordinariamente lo fatal.

Los personajes.

Podemos clasificarlos en principales y secundarios.

Los principales son los siguientes:

Amparo, huérfana pobre, básicamente honrada, trabajadora, sufrida y además hermosa.
Pedro Polo, clérigo, sin vocación, inmoral y brutal: un verdadero salvaje.
Francisco de Bringas, burócrata de 20.000 reales anuales que se ve negro para sostener las apariencias de un tren de vida superior al de sus posibilidades económicas.  Por lo demás, buen sujeto.
Rosalía Pipaón, su mujer, orgullosa, pretenciosa, coquetuela, maligna y aprovechada. Agustín Caballero, indiano solterón, rico, serio y algo tosco; pero de buenos sentimientos. 
Marcelina Polo, hermana del clérigo renegado, fanática rencorosa y chismosa, con “semblante de talla de caoba, detrás de un velo negro” (XXXVI; p. 1568).

Los personajes secundarios son los que siguen:

Refugio Sánchez, hermana de Amparo, muchacha rebelde y alocada.
Juan Manuel Nones, clérigo amigo de Polo, pero el reverso de la medalla: sencillo y comprensivo.
Felipe Centeno, criado del indiano: servicial y buen chico.
José Ido del Sagrario, confeccionador de novelones por entregas, vanidoso y vacuno.
Nicanora, mujer de Ido, fémina sin relieve, pero discreta.
Arnáiz, Mompous y Trujillo, amigos de Caballero, comerciantes bien situados.
Caledonia, vieja reumática, ama de llaves de Pedro Polo.
         Finalmente Doña Isabel Godoy y Doña Teófila, amigas de Doña Marcelina; el cesante Torres, los hijos de los Bringas y su criada Prudencia, Doña Claudia y otros más sin importancia.

Contenido ideológico de “Tormento”.
En el fondo, “Tormento” es una diatriba contra ciertas capas de la clase media madrileña de su tiempo; sobre todo, contra la burocrática, con la cabeza llena de humo de grandezas imaginarias y el estómago vacío de alimentos sólidos; con una moralidad y religiosidad (conveniencieras); reaccionaria, hipócrita y estúpida. Son curiosas las lamentaciones y denuestos de los despechados Bringas, en los capítulos XXXVII y XLI, al verse defraudados por la resolución de Caballero; muy curiosas, porque, al cabo de un siglo, siguen saliendo todavía literalmente de la boca de gentes de su misma mentalidad.

Hay una idea capital de Galdós que pone en boca de Caballero, en el capítulo XXXIX (p. 1576), con estas escuetas palabras: “No hacemos nosotros la vida, sino la vida (es) quien nos hace.” Con ella trata de explicar naturalmente o, mejor dicho, al modo naturalista, la actuación de los personajes de “Tormento”. Pero esta idea solo es cierta hasta cierto punto, pues ante las mismas circunstancias, los individuos reaccionan de distinto modo, según su personalidad.  El mismo Galdós, que pretende hacer con “Tormento” una novela realista más, es decir un reflejo de la vida, sin mezclarse él mismo con sus personajes, no pudo prescindir de lanzar sus propios puyazos de escritor avanzado, bien a través de sus mismas criaturas, bien impersonalmente o, mejor dicho, muy personalmente, por su cuenta y riesgo.  Vayan solamente tres ejemplos.
Ya en el capítulo I, hace decir Ha ido del Sagrario:
“¿Dónde está la honradez? En el pobre, en el obrero, en el mendigo. ¿Dónde está la picardía? En el rico, en el noble, en el ministro, en el general, en el cortesano... Aquéllos trabajan, éstos gastan. Aquéllos pagan, éstos chupan.  Nosotros lloramos y ellos maman.” (p. 1465).
En el coloquio del capítulo III entre Rosalía y su marido, a propósito de la colocación de sus cuadros, en su nuevo domicilio de la Costanilla de los Angeles, Galdós intercala estos corrosivos parrafitos:

Rosalía..., ven acá, hija... A ver dónde te parece que coloque estos cuadros.  Creo que el Cristo de la Caña debe ir al centro.
-         Poco a poco. Al centro va el retrato de Su Majestad.
-         Es verdad. Vamos a ello.
-         Se me figura que Su Majestad está muy caída. Levántala un poquito, un par de dedos.
-         ¿Así?
-         Bien.
-         ¿En dónde pongo a O´Donnell?
-         A ése le pondría yo en otra parte, .., por indecente.
-         ¡Mujer!
-         Ponle donde quieras.
-         Ahora colgaremos a Narváez...” (ps. 1469-1470).

Su Majestad era entonces, es decir, en vísperas de la Revolución de Septiembre, la reina Isabel II, cuyo trono se bamboleaba; y O´Donnell y Narváez, dos generales y políticos reaccionarios de la época: el segundo más que el primero.

En fin, en el capítulo IV, Galdós hace por su cuenta esta acerada crítica de la sociedad española de hace un siglo, que, por cierto, todavía vale, en buena parte, para la actual. “En una sociedad como aquélla, o como ésta, pues la variación en dieciséis años, no ha sido muy grande; en esta sociedad digo, no vigorizada por el trabajo, y en la cual tienen más valor que en otras partes, los parentescos, las recomendaciones, los compadrazgos y amistades, la iniciativa individual es sustituida por la fe en las relaciones.  Los bien relacionados lo esperan todo del pariente a quien adulan o del cacique a quien sirven, y rara vez esperan de sí mismos el bien que desean.  En esto de vivir bien relacionada, la señora de Bringas no cedía a ningún nacido ni por nacer, y desde tan sólida base, se remontaba a la excelsitud de su orgullete español, el cual vicio tiene por fundamento la inveterada pereza del espíritu, la ociosidad de muchas generaciones y la falta de educación intelectual y moral.  Y si aquella sociedad anterior al 68 difería bastante de la nuestra, consistía la diferencia en que era más puntillosa y más linfática, en que era aún más vana y perezosa, en que estaba más desmedrada por los cambios políticos y por la empleomanía; era una sociedad que se conmovía toda por media docena de destinos mal retribuidos, y que dejaba entrever vierto desprecios estúpido hacia el que no figuraba en las altas nóminas del Estado o en las de Palacio, siquiera fuesen de las más bajas” (p. 1472).

Partes de la novela.

Está divida en 41 capítulos o párrafos, como se quieran tomar, pues el autor se limita a una división por números romanos, sin más especificaciones; al menos, en la edición que hemos leído. Ahora bien, atendiendo a su desarrollo, podemos dividirla en cinco partes: 1) la vida cotidiana de los Bringas, que constituye un retrato implacable de esta clase media; 2) el noviazgo de Caballero y de Amparo, idílico para él y tormentoso para ella; 3) las reacciones del excapellán Polo, propias de un bárbaro instintivo; 4) la revelación maligna del “secreto” de Amparo y el drama que desencadena entre los novios: 5) el final inesperado del viaje de ambos a Burdeos, que parece dejar inconclusa la novela.

Técnica novelística de “Tormento”.

El lenguaje de esta novela, como el de todas las de Galdós, es diáfano y sencillo. No hace falta tener a mano un diccionario para salir de dudas. Los diálogos son fluidos y naturales. Cada personaje habla como quien es y, por lo tanto, como le corresponde. Ahora bien, para sostener el interés del lector, Galdós maneja especialmente en esta obra dos claves: el misterio y la sorpresa.  Y eso desde el principio hasta el final.
Es la técnica específica de “Tormento”. Los primeros personajes que irrumpen en la novela, son dos embozados que se reconocen gracias a un encontronazo: Felipe Centeno y Don José Ido del Sagrario. (El tinte volteriano de este apellido es evidente). Don José se da a conocer inmediatamente como un amanuense y colaborador de un novelista por entregas; pero de Felipe solo se saca en claro que es actualmente criado de un señor misterioso, pero rico y dadivoso.  Al final de su entrevista en el café Lepanto, don José dice al oído del muchacho algo secreto y los dos desaparecen sin dejar huella, hasta bastantes capítulos después.
Desde el capítulo segundo, aparecen los Bringas, que son los únicos personajes que el novelista pone despiadadamente al desnudo.  Con ellos no hay misterio ni sorpresa.  En cambio, los hay con Amparo Sánchez, la cual es pintada, en el capítulo IV y en el V, como una muchacha casi angelical, destinada a ingresar en un convento, para aparecer más tarde como una antigua manceba de un clérigo desalmado.
Pedro Polo es otra sorpresa, pues irrumpe de pronto en escena como un fantasma doliente, ya en el capítulo XIII, resultando luego un toro bravo de las peores intenciones. También tiene su secreto, que no se cuida de revelarnos el novelista; a saber, cómo un bárbaro de esta especie pudo haberse convertido en amante de una muchacha delicada como Amparo, a la que causa invencible horror.
El noviazgo de Caballero y de Amparo empieza asimismo secretamente, lo mismo que la intriga de Rosalía, Marcelina y demás comadres chismosas y envidiosas, para echarlo a perder.
Otro misterio son las cartas comprometedoras de Amparo que sustrajo Marcelina a su hermano y que ésta última quema en las barbas de Caballero, sin que se sepa su contenido. ¿Y cómo se explica que Pedro Polo, siendo tan bruto, no las rescatara de las manos de Marcelina..? Otro detalle bien oscuro. En fin, el desenlace de la novela es otra sorpresa y otro misterio. Sorpresa, porque nadie se espera, después de lo ocurrido, que Amparo y Caballero terminen marchándose juntos a Francia; y misterio, porque el lector ingenuo se queda con las ganas de saber cómo acabó definitivamente la pareja. ¿Se casaron...? ¿Se amancebaron...? ¿Se separaron...?

Clasificación novelística de “Tormento”.

¿Qué clase de novela es “Tormento”...?

         Desde luego, es una novela realista; pero también psicológica.  Es realista, porque refleja fielmente la vida y costumbres de la sociedad española de su tiempo; especialmente, de la clase media madrileña.  Ejemplares como el matrimonio Bringas, como Doña Marcelina, como caballero, como el cura Juan Manuel Nones, como Felipe Centeno, eran personajes corrientes de carne y hueso.  Lo que ya no eran tan corrientes son los tipos de Amparo y de Pedro Polo.  Pero, en fin, también son figuras muy humanas, y de todo había en la viña del Señor.
         “Tormento” es, a la vez, una novela psicológica, por la puntualización certera de las motivaciones y de los sentimientos que empujan a obrar a sus personajes, en cada circunstancia.  Las cavilaciones de Caballero en el capítulo IX, preparando su declaración a Amparo y la débil insinuación con que, al final lo hace, son un buen retrato de un enamorado tímido y de buena fe.  Las dudas, inquietudes, sobresaltos y reacciones en general de Amparo ante las difíciles circunstancias que se le presentan, son asimismo modelos de análisis psicológico. Y lo mismo cabe decir de los demás personajes principales.  Por otra parte, Galdós se cuida muy a menudo de dar una ambientación material, precisa y adecuada al estado anímico en que se encuentran sus personajes.  Por ejemplo, la preparación impecable de la casa de los Bringas, después de su mudanza a la Costanilla de los Angeles, en armonía con sus ínfulas y su vanidad.
La verdad es, hija – dice Don Francisco a su mujer – que tenemos una casa magnífica. ¡Vaya un golpe de gabinete! Mirado desde aquí, con toda la puerta abierta, tiene algo de regio. ¿No te parece que estás viendo la sala de Gasparini?” (III, 1470).

En cambio, el piso de Pedro Polo, enfermo y en la miseria, era una guarida adecuada a la suciedad de alma y cuerpo del sujeto que la habitaba.

“Contenía esta pieza el moblaje de otra que había sido mayor, y de aquí su aspecto de prendería.  El polvo dominaba absolutamente todo, envolviendo en repugnante gasa los objetos.  Parecía un domicilio cuyos dueños estuvieran ausentes, dejándolo encomendado al cuidado de las arañas y los ratones” (XII; 1500-1501).

Añadamos, para terminar, otra bella y poética muestra.  Al describir el estado de ánimo de Amparo, ya sola en su casa, después de su dramática conversación y de su desmayo en la de Doña Rosalía, escribe:

Pasó la noche en febril insomnio, sin tomar alimento, llorando a ratos, a ratos lanzando su imaginación a los mayores extravíos. Al día siguiente, su alma acarició de nuevo las esperanzas de que Agustín viniera. Contando las horas, se dispuso para recibirle... Cada vez que sentía un ruido en la escalera temblaba de esperanza.  Pero la fúnebre soledad de la humilde casa no se interrumpió en aquel tristísn8imo día.  Para que fuera más triste, ni un momento dejó de llover.  Amparo creía que el sol se había nublado para siempre, y en la mortaja líquida que envolvía la Naturaleza, veía como ampliación de la misma lobreguez de su alma” (XXXIII, 1559-1560).

“Tormento” no es ciertamente de las mejores novelas de Pérez Galdós; pero muy interesante.


LA GITANILLA, CERVANTES

Por Manuel García Sesma

Aparición de “La Gitanilla”

“La Gitanilla” de Miguel de Cervantes Saavedra se publicó, por primera vez, en Madrid, en 1613, junto con el resto de las Novelas Ejemplares, en una edición del impresor Juan de la Cuesta. Por lo visto, el éxito debió ser bastante lisonjero, pues, al año siguiente, hizo en Lisboa una segunda edición de las doce obritas el impresor Antonio Álvarez.

Las Novelas Ejemplares son obra de la madurez de Cervantes, puesto que, al ser publicadas, el autor había cumplido los 66 años. Ya había lanzado al público La Galatea, la primera parte de Don Quijote y numerosas poesías y obras de teatro.

CARÁCTER DE LAS NOVELAS EJEMPLARES

Son admirables pinturas de costumbres, escritas en un espléndido lenguaje. Tienen un denominador común, que es el moralizador. Como advierte el mismo Cervantes en el prólogo de las mismas, “héles dado el nombre de ejemplares, y si bien lo miras, no hay ninguna de quien no se pueda sacar un ejemplo provechoso… Si por algún modo alcanzara que la lección de estas novelas pudiera inducir a quien las leyera, a algún mal deseo o pensamiento, antes me cortara la mano con que las escribí, que sacarlas en público: mi edad no está ya para burlarse con la otra vida”. ¡Admirable ejemplo de responsabilidad moral del escritor, por desgracia no muy frecuente! Tres años después, moría el autor.

Por la amenidad e interés costumbrista de las Novelas Ejemplares, Tirso de Molina llamó muy justamente a Cervantes “nuestro español Boccaccio”; y el famoso escritor alemán Goethe, en una carta que dirigió a Schiller en 1795 y que cita Menéndez y Pelayo, le ensalzaba las Novelas Ejemplares “como un verdadero tesoro de deleite y de enseñanza, regocijándose de encontrar practicados en el autor español, los mismos principios de arte, que a él le guiaban en sus propias creaciones, con ser éstas tan laboriosas y aquéllas, tan espontáneas”.

         Las Novelas Ejemplares se pueden clasificar en cuatro grupos: I) las de pura invención, a la manera italiana, que son El amante liberalLa fuerza de la sangre La señora Cornelia; 2) las que tienen algún sabor realista y mucho de corte italiano, como La Gitanilla, La española inglesa y Las dos doncellas; 3) las de carácter realista, que son Rinconete y CortadilloLa ilustre fregonaEl casamiento engañoso y El celoso extremeño; y 4) dos obras de gran valor, pero que no son propiamente novelas: El Licenciado Vidriera y El coloquio de los perros.

         Como se ve por esta clasificación, La Gitanilla ocupa un lugar intermedio entre las de pura imaginación y las de carácter francamente realista. Ahora bien, por su valor literario, por su gracia y su frescura, y por la aceptación que ha tenido del público en todas las épocas, tal vez ocupe el primer lugar de todas.

ARGUMENTO DE LA GITANILLA

En la novela, La Gitanilla lleva el nombre de Preciosa, y en efecto, se trata de una preciosa muchacha de quince años, educada en el arte de cantar, bailar, echar la buenaventura y demás mañas de los gitanos, por una vieja taimada de esta raza, que se hacía pasar por su abuela. Por si fuera poco, la muchacha no solo era una belleza extraordinaria y una gran artista, sino una joven inteligentísima, decente y de buenas maneras, modelo de discreción, de gracia, de honestidad y de talento. En fin, una verdadera joya. Así, pues, no es de extrañar que un joven caballero de la Corte, don Juan de Cárcame, mancebo apuesto y rico, se enamorase perdidamente de ella y hasta aceptara sin vacilar las duras condiciones que le puso la Gitanilla, para creer en su amor y desposarlo; a saber, abandonar sus padres, sus rique3zas y su condición social, para seguir a la discreta muchacha, adoptando la vida y las costumbres de los gitanos, durante un plazo de dos años. Por supuesto, durante este tiempo, solo vería y trataría a Preciosa como a una simple y honesta novia; y si pasado el plazo, continuaba todavía enamorado, se casaría con ella. El joven caballero aceptó todo, entró a formar parte de la tribu de gitanos y cambió su nombre por el de Andrés Caballero. En una de tantas andanzas por tierras de España, llegaron los gitanos a un lugar, a tres leguas de la ciudad de Murcia, y siete de ellos, entre los cuales, Andrés, se alojaron en un mesón del pueblo. La dueña era una viuda rica, la cual tenía una hija de diecisiete o dieciocho años, llamada Juan Carducha, “algo más desenvuelta que hermosa”, según dice el novelista. Juanita se enamoró tan perdidamente del falso gitano que se lo declaró en redondo, queriendo casarse con él. Pero Andrés se negó rotundamente y entonces, la desdeñada, para vengarse de él, apeló a la vieja treta bíblica de José con sus hermanos en Egipto y lo acusó calumniosamente de ladrón. Cuando llegaron a prenderlo las autoridades, un sobrino del Alcalde injurió y abofeteó a Andrés, y éste lo mató instantaneamente, de una estocada certera. Por lo cual el mancebo y todos los gitanos fueron a dar con sus huesos a la cárcel del lugar, y al día siguiente, a la de Murcia. Para salir de tan grave aprieto, la gitana vieja se decidió entonces a confesar el gran secreto de su vida; y era que Preciosa no era nieta suya, sino que la había robado de muy niña a sus padres, los cuales eran precisamente el Corregidor de la ciudad de Murcia, don Fernando de Azevedo, y su esposa, doña Guiomar de Meneses. Reconocida sin duda alguna por éstos, mediantes ciertas señales que tenía en el cuerpo, a continuación se aclaró, a su vez, la verdadera condición social del fingido Andrés Caballero, o sea, de don Juan de Cárcamo, el cual era hijo de un caballero madrileño del hábito de Santiago. Y por fin, terminó todo felizmente, confesando Juana Carducha su calumnia y casándose don Juan con doña Constanza de Azevedo y Meneses, que era el verdadero y legítimo nombre de la Gitanilla.

PERSONAJES PRINCIPALES DE LA GITANILLA: SUS CARACTERES

Son tres: Preciosa, su pretendida abuela gitana y Andrés.

Preciosa es, sin duda alguna, el personaje más importante de la novelita, pues es la que le da vida, movimiento e interés, desde el principio hasta el fin, con sus bailes, canciones, ocurrencias, reflexiones y románticos amores. Cervantes la caracteriza así, al principio de su narración:

“Salió la tal Preciosa la más única bailadora que se hablaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama. Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras gentes, están sujertos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos; y lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba, no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en extremo cortés y bien razonada. Y, con todo esto, era algo desenvuelta; pero no de modo que descubriese algún género de deshonestidad; antes, con ser aguada, era tan honesta, que en su presencia no osaba alguna gitana, vieja ni moza, cantar cantares lascivos ni decir palabras no buenas”.

Por supuesto, estos caracteres de la brillante doncella no se desmienten ni una sola vez, a lo largo de toda la novela.

El personaje que sigue en importancia a la Gitanilla, es su abuela postiza, la vieja gitana. No tiene nombre en la obra, pero bien hubiera podido llamarse Celestina, como la famosa alcahueta de Fernando de Rojas, si Preciosa hubiera sido una muchacha tan ingenua y tan débil como Melibea, y Andrés un mozo tan liviano y atolondrado como Calixto. Afortunadamente con Preciosa no había nada que hacer en tal sentido, y así la taimada abuela se limitó a explotar a más y mejor, las gracias de su nieta, sin traspasar los límites de la moral. Y hay que ver las mañanas que se daba para esto! Cuando Andrés declaró su amor a Preciosa y, al final de la conversación con lasd dos mujeres, regaló a la vieja una bolsilla de brocado con cien escudos de oro, la doncella no quiso de ninguna manera que los aceptara; pero tantas y tantas razones alegó la abuela para soltar la bolsa, que la Gitanilla concluyó malhumorada:

“Por vida suya, abuela, que no diga más; que lleva término de alegar tantas leyes a favor de quedarse con el dinero, que agote las de los Emperadores: quédese con ellos y buen provecho le hagan”.

En cambio, cuando en casa de la Tenienta, se dio cuenta de que allí nadie tenía un cuarto y que, por un dedal de plata, pretendían todos los presentes que les echase Preciosa la buenaventura, la vieja taimada les interrumpió bruscamente: “Por un dedal tantas buenasventuras...? Nieta, acaba presto; que se hace de noche”.

Cervantes caracteriza lacónicamente a la vieja gitana, diciendo que “podía ser jubilada en la ciencia de Caco”. Sin embargo, en el fondo no era una desalmada, puesto que al final, acabó confesando espontáneamente el robo de Preciosa, para hacer la felicidad de todos, a costa tal vez de la felicidad propia.

El tercer personaje en importancia es Andrés Caballero. Cervantes nos lo presenta como un gallardo y hermoso mancebo, fundamentalmente honrado, sincero, leal, generoso y hasta valiente, cuando llega el caso. Pero no tiene, ni mucho menos, la personalidad de la Gitanilla. Su mundo se reduce a su corazón y a su novia, que constituyen un mundo bastante reducido; y su papel no pasa, en fin de cuentas, del de escudero de una hermosa muchacha, que tampoco es papel de gran relieve.

CARACTERÍSTICAS Y VALORACIÓN ESTÉTICA DE LA GITANILLA

Los caracteres generales de la Gitanilla se pueden reducir a cinco: 1) es una novela corta, pues su lectura solo dura alrededor de hora y media; 2) es una novela sentimental, pues su argumento es una bella historia de amor; 3) es una novela fundamentalmente idealista, pues sus personajes principales no son trasuntos de la realidad humana y cuotidiana, sino tipos idealizados. Y lo mismo cabe decir del armazón de la obra; 4) es una novela circunstancialmente costumbrista, pues pinta admirablemente la vida y milagros de los gitanos; y 5) es una novela de tendencias moralizantes, no solo por la corrección ética de los enamorados y de la trama de la obra, sino por las numerosas reflexiones morales que se hacen a lo largo de la misma.

Desde el punto de vista de la técnica novelística clásica, La Gitanilla es un verdadero modelo en su género. Su argumento es original e interesante. Su desarrollo es muy acertado, pues el interés de la obra va in crescendo y no se vislumbra cuál va a ser exactamente el desenlace, hasta que no se desemboca repentinamente en él. De esta manera, no decae la atención del lector; y seguramente que la gran mayoría de los que la leyeron, lo hicieron de un solo tirón.

Por otra parte, su lenguaje es sencillo, correcto, sabroso y castizo; en una palabra, cervantino. Así mismo los diálogos son animados, oportunos y, a menudo, graciosos, y siempre interesantes, sobre todo cuando se desarrollan por intervenciones breves, pues no faltan parlamentos algo largos, que más bien parecen monólogos de los interlocutores.

Finalmente la obra tiene la ventaja de no contener episodios marginales que distraigan del argumento principal, y que tanto abundan en las novelas extensas de Cervantes, sobre todo, en Don Quijote, pues el único que se podría considerar como tal en La Gitanilla, a saber, la burla de la vieja gitana al gorrero sevillano Triguillos, es contado brevemente por la abuela, para excusarse de no querer ir a Sevilla.

ANÁLISIS LITERARIO DE LA OBRA

Un somero análisis de cualquier obra literaria exige fijarse, por lo menos, en tres cosas: el vocabulario, la sintaxis y el estilo.

A)  El vocabulario.

El vocabulario de La Gitanilla no es rebuscado, sino correcto, pero usual. Cervantes escribía para todo el mundo. Por lo mismo, un lector medianamente culto apenas si tiene que apelar, de tarde en tarde, al diccionario. Sin embargo, emplea alguna vez arcaísmos, que ya han desaparecido de la circulación: atán por tan, sine por fácilmente, lautamente por abundantemente, contino por continuamente, garramar por hurtar. Otras veces usa vocablos, con un sentido distinto al que se les da en la actualidad: joya por premio, habito por insignia, despabilar por robar, sino por salvo o excepto, altanerías por alturas, y senado por público. Finalmente emplea muchas palabras actuales en las formas, ya desuetas, de su época: tiniente por teniente, liciones por lecciones, desta por de ésta, agora por ahora, adquerido por adquirido, oyáis por oigáis, cairás por caerás, retular por rotular, trujese por trajese, recibillos por recibirlos, llevarme hían por me llevarían, etc.

B)   La sintaxis.

En general, la sintaxis de La Gitanilla es la que empleamos en la actualidad. Pero, de vez cuando, también se observan algunas diferencias. Vayan algunos ejemplos.

1) en cuanto a la concordancia en género: la fin por el fin, la color por el color, climas remotas por climas remotos.

2) en cuanto a la concordancia en número: “Ni todas las inclemencias del tiempo a quien más que otras gentes”…, en vez de a quienes más que otras gentes…

3) en cuanto al empleo de las preposiciones: “Crió una muchacha en nombre de nieta suya”…, en vez de con nombre o bajo nombre de nieta suya…

“llamándolos de públicos salteadores”…, en vez de llamándolos públicos salteadores (sin de).

”dos meses más a menos”…, en vez de dos meses más o menos.

4) en cuanto al uso de los tiempos: “Ninguno la miraba que no la bendecía…, en vez de que no la bendijese

5) En el empleo de locuciones: “con tal condición que sean honestos”…, en vez de con tal que o a condición de que sean honestos…

6) en el uso de algunas exclamaciones: “¡Allí fue ello!, en vez de ¡Allí fue ella!, “¡Par Dios!, en vez de “¡Por Dios!”.

Anotemos finalmente como curiosidad una expresión de origen mexicano: “No lo estimamos en un cacao”, por no lo estimamos en muy poco: expresión nacida de haber usado los aztecas como moneda de poco valor los granos de esta semilla. Como observa don Francisco Rodríguez María, “es frase que introdujeron indudablemente en España los soldados y mercaderes que habían vivido en México”.

C)   El estilo

El estilo de La Gitanilla es de ordinario sencillo y noble, sin excluir la elegancia. A veces, el lenguaje es algo conceptuoso, pero, en general, las figuras retóricas que emplea, sobre todo, las metáforas no son confusas ni retorcidas, sino diáfanas, coloreadas y oportunas. “No faltó gracia ni estilo a Miguel de Cervantes”, escribió su gran rival, Lope de Vega, a propósito de las Novelas Ejemplares. Y este juicio del Fénix de los Ingenios puede aplicarse especialmente a La Gitanilla.

LAS COMPOSICIONES POÉTICAS DE LA GITANILLA

Ya es conocida la costumbre que tenía Cervantes de esmaltar sus obras en prosa, con composiciones poéticas>; así, pues, no es de extrañar que tampoco falten en La Gitanilla. Por cierto, que él no se hacía muchas ilusiones sobre sus dones poéticos, y así, en la misma novelita, confiesa humildemente, por boca del paje poeta: “Has de saber, Preciosa, que ese nombre de poeta muy pocos lo merecen, y así, yo no lo soy, sino un aficionado a la poesía”. Y un poco después, expone su concepción de la poesía, en estos términos: “La Poesía es una bellísima doncella, casta, honesta, discreta, aguda, retirada, y que se contiene en los límites de la discreción más alta. Es amiga de la soledad; las fuentes la entretienen; los prados la consuelan; los árboles la desenojan; las flores la alegran; y finalmente deleita y enseña a cuantos con ella comunican”.

Las composiciones poéticas de La Gitanilla son ocho. La primera es el romance

Árbol preciosísimo,

que tardó en dar fruto…,

el cual es cantado por Preciosa, en la iglesia de Santa María de Madrid, delante de la imagen de Santa Ana, que, a la sazón, era patrona y abogada de la Villa. Y no solo cantado, sino también bailado, al mismo tiempo, al son de las sonajas, “dando en redondo largas y ligerísimas vueltas”. Se trata de un romance de tipo religioso alegórico, un poco conceptuoso y no muy inspirado.

La segunda composición poética es el romance

Salió a misa de parida

la mayor reina de Europa…

 

Lo canta la Gitanilla en la madrileñísima calle de Toledo, en medio de un corro formado por los transeúntes, y se refiere al nacimiento del futuro rey de España, Felipe IV, y a la misa solemne de parida que, con tal motivo, hicieron celebrar sus padres, los Reyes Felipe III y doña Margarita de Austria, en la iglesia de San Lorenzo de Valladolid, el 30 de Mayo de 1605. También es un poema alegórico, culterano y cortesano.

La tercera composición poética es el romance

Gitanica, que de hermosa

te pueden dar parabienes…,

 

Se trata de un poema en honor de La Gitanilla, escrito por un anónimo admirador suyo y, leído en una reunión doméstica, animada por Preciosa y sus compañeras, por el dueño de la mansión, que era un caballero de la Orden de Calatrava. ES un romance de fina galantería, aunque también un poco conceptuoso.

La cuarta composición poética es otro romance:

Hermosita, hermosita,

la de las manos de plata…

 

Se lo dice Preciosa a la Tenienta doña Clara, a guisa de buenaventura, y es seguramente la mejor poesía de la novela. Une a la facilidad, la gracia y el ingenio y hasta alguna gota de malicia:

Guárdate de las caídas,

principalmente de espaldas;

que suelen ser peligrosas

en las principales damas…

 

La quinta composición es un galante y galano soneto:

 

Cuando Preciosa el panderete toca

y hiere el dulce son los aires vanos,

perlas son que derrama con las manos;

flores son que despide de la boca…

 

Se trata de una composición en honor de la Gitanilla, el cual es leído en la casa paterna de Andrés por otro caballero. Cervantes adjudica su paternidad al paje poeta.

La sexta composición poética no tiene importancia:

Cabecita, cabecita,

tente en ti, no te resbales…

 

Se trata de trece versitos que, a manera de ensalmo, pronuncia Preciosa al oído de Andrés, que está a punto de desmayarse. De todos modos, tienen su ingenio y gracia.

La séptima composición es una especie de antífona poética, en looor de Preciosa, cantada alternativamente por Andrés y por Clemente, en el silencio de una noche en el campo, al son de unas guitarras. Consta de seis octavas de versos endecasílabos y octosílabos aconsonantados, de los cuales son los más lindos y sencillos los que canta Andrés en su tercera octava:

Y tal es mi Preciosa,

que es lo menos que tiene ser hermosa.

 

Finalmente la octava composición poética son ocho redondillas que canta Preciosa a Clemente y a Andrés, en respuesta a su antífona. Por su fondo y por su estilo, muy bien hubieran podido haber sido escritas por Sor Juana Inés de La Cruz. La más sencilla y profunda es la penúltima:

Si las almas son iguales,

Podrá la de un labrador

igualarse por valor

Con las que son imperiales.

EL IDEALISMO Y EL REALISMO EN LA GITANILLA

El idealismo está representado, en primer lugar, por la pareja de enamorados. Como anotamos anteriormente, ninguno de los dos corresponde a un tipo humano real, sino idealizado. Por lo que hace a ella, ni en la actualidad ni en la época de Cervantes, existió una moza gitana desde pequeñita “todas sus gitanerías, y modos de embelecos, y trazas de hurtar”; ¡y sin embargo, no salió ladrona..! Vivió casi siempre a la intemperie; ¡y sin embargo, “ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo pudieron deslustrar su rostro ni curtir sus manos..! Le dieron una “crianza tosca” y grosera; ¡y sin embargo, resultó una muchacha “en extremo cortés y bien razonada..! En fin, no fue a ninguna escuela ni recibió ninguna instrucción; ¡y sin embargo, discurría como un filósofo y se expresaba como un orador..! Evidentemente todo esto es pura fantasía.

Y lo mismo hay que decir de Andrés. ¿Dónde ni cuándo se ha visto que un joven cuerdo, guapo, inteligente, rico y de buena familia renuncie a sus riquezas, a sus padres, a su posición social y hasta a su nombre, y abrace voluntariamente la vida mísera y azarosa de una cuadrilla de gitanos, por seguir a una mozuela bonita, nada más que en calidad de pretendiente..? Nunca. Si al menos hubiera sido en calidad de amante efectivo, todavía podría admitirse, pues los hombres han cometido y seguirán cometiendo mil locuras, por la posesión de una mujer hermosa. Pero ¿sola y exclusivamente por contemplar su lindo palmito..? Tendría que ser un loco de remate.

Finalmente el desenlace de la obra también es inverosímil. ¡Qué casualidad tan oportuna! Cuando la cuadrilla de gitanos –y sobre todo, Andrés- se han metido en un lío grave, que los lleva a todos a la cárcel y puede conducir al último al patíbulo, se descubre que el Corregidor, que lo tenía precisamente que condenar, y su señora esposa son los padres de la Gitanilla..! Ciertamente, en las novelas y en el teatro, ocurren, de vez en cuando, estas felices casualidades; pero no en la vida.

Con todo, en La Gitanilla no faltan los elementos realistas, e incluso predominan sobre los idealistas. Por de pronto, son tipos reales, y muy reales, la vieja gitana, el Teniente y su familia, el gorrero Triguillos –quien, según Rodríguez Marín, vivió efectivamente en Sevilla, en la segunda mitad del siglo XVI y se llamó Antón Ruiz Triguillos -, la hija de la mesonera, Juana Carducha y otros personajes secundarios, como el anónimo gitano, que replica donosamente a Andrés, cuando éste se opone a que se venda su mula en Toledo, por miedo a que sea reconocida: -“¡Por Dios!, señor Andrés, que, aunque la mula tuviera más señales, que las que han de preceder al día tremendo, aquí la transformaremos de manera, que no la conociera la madre que la parió, ni el dueño que la ha criado..”

Pero además son también fieles trasuntos de la realidad los usos, costumbres y escenas de la época, que se describen a lo largo de la novela, como los siguientes:

1)    El rancho gitano de Santa Bárbara, en las afueras de Madrid –hoy una calle del distrito de Chamberí-, las buenasventuras y danzas de las gitanas, las ceremonias de recepción de Andrés, en el seno de la tribu y el discurso que le endilgó a continuación un viejo de la misma, acerca de las costumbres de sus nuevos compañeros.

2)    La fiesta de Santa Ana, antigua Patrona de Madrid, con el concurso de canciones y danzas, celebrado ante los diputados de la fiesta, y la repetición de aquellas por la ganadora, delante de la imagen de la Santa, en el interior de la iglesia de Santa María.

3)    Las exhibiciones de Preciosa y de sus compañeras en las calles de la Corte y en las casas de los caballeros importantes, mientras la vieja pedía limosna a los circunstantes.

4)    Los juegos de bolos y de pelota y los “desafíos de esgrima, de correr, de saltar, de tirar la barra y de otros ejercicios de fuerza, maña y ligereza”, en que siempre aventajaban a todos Andrés y Clemente.

5)    La labor de hacer vainillas, en que ocupaban sus ocios domésticos las hijas de familia.

6)    Los escudos, los doblones, los reales de a ocho y de a cuatro, los maravedís y demás monedas que circulaban por entonces en España.

7)    La extraña terapéutica gitana de las mordeduras caninas, lavando primero las heridas con vino y poniendo sobre éstas un emplasto de pelos de perro, fritos en aceite, y de romero verde mascado.

8)    El tamborín, las castañetas, el panderete y demás instrumentos, que acompañaban a las danzas de aquel tiempo.

9)    La escena del apresamiento de los gitanos en los aledaños de Murcia, y las esposas, cadenas y piedeamigo que ponían a los presos. (Según Clemencín, el piedeamigo era una horquilla que se ponía debajo de la barba a los reos, para que no pudiesen ocultar el rostro, cuando los sacaban a azotar en público o simplemente a exponerlos a la vergüenza pública).

10)           La escena nocturna del combate a estocadas, en una calle madrileña, entre Clemente y un amigo suyo, con dos espadachines desconocidos.

11)           Y finalmente, el viaje de don Francisco de Cárcamo, desde Madrid a Murcia, realizado en veinte días (¡), cuando, actualmente, se hace en automóvil, en menos de cinco horas; y en avión ordinario, en menos de una.

 

ÉTICA Y PRAGMÁTICA DE LA GITANILLA

Una novela de tendencias moralizantes como La Gitanilla forzosamente tiene que contener enseñanzas de tipo ético y pragmático. Y en efecto, las contiene en abundancia: las primeras, en forma de pensamientos y de discursos; y las segundas, en forma de refranes y de comentarios a las escenas y hechos que describe.

No es posible transcribir todas, pues habría que reproducir una buena parte de la novela. He aquí, pues, algunas.

A)  Pensamientos.

No se puede precisar de caballero quien toca en el vicio de mentiroso.

Nunca los enamorados han de decir que son pobres, porque, a los principios, la pobreza es muy enemiga del amor.

En la Corte, todo se compra y todo se vende.

No hay poeta que sepa conservar la hacienda que tiene, ni granjear la que no tiene.

También la hermosura tiene fuerza de despertar la caridad dormida.

Nunca los celos dejan el entendimiento libre para que pueda juzgar las cosas como ellas son.

Todas las cruces, en cuanto cruces, son buenas; pero las de plata o de oro son mejores.

La envidia también se aloja en los aduares de los bárbaros y en las chozas de pastores, como en palacios de príncipes.

B)   Discursos

 

1)    Sobre las pasiones amorosas recientes:

Las pasiones amorosas en los recién enamorados son como ímpetus indiscretos que hacen salir a la voluntad de sus quicios; la cual, atropellando inconvenientes, desatinadamente se arroja tras su deseo, y pensando dar con la gloria de sus ojos, da con el infierno de sus pesadumbres. Si alcanza lo que desea, mengua el deseo con la posesión de la cosa deseada, y quizá abriéndose entonces los ojos del entendimiento, se ve ser bien que se aborrezca lo que antes se adoraba.

2)    Sobre la virginidad:

Flor es la de la virginidad que, a ser posible, aun con la imaginación, no había de dejar ofenderse. Cortada la rosa del rosal, ¡con qué brevedad y facilidad se marchita! Este la toca, aquél la huele, el otro la deshoja, y finalmente, entre las manos rústicas se deshace… Si la virginidad se ha de inclinar, ha de ser al santo yugo del matrimonio; que entonces no es perderla, sino emplearla en ferias que felices ganancias prometen.

3)    Sobre las promesas de los amantes:

Los juramentos y promesas que hace el cautivo porque le den libertad, pocas veces se cumplen con ella; y así son los del amante; que, por conseguir su deseo, prometerá las alas de Mercurio y los rayos de Júpiter.

C)   Refranes

La mayoría de los refranes insertos en La Gitanilla, tienen la forma que empleamos actualmente.

Ejemplos: Piensa el ladrón que todos son de su condición; y Uno piensa el bayo y otro el que lo ensilla. En cambio, otros ofrecen pequeñas variantes, como Al cielo rogando y con el mazo dando, en vez de A Dios rogando..; y El hombre pone y Dios dispone, en vez de El hombre propone…

D)  Comentarios

A propósito de un poeta menesteroso que vendía sus versos a la vieja gitana, para el repertorio de Preciosa:

“También hay poeta que se acomodan con gitanos, y les venden sus obras, como los hay para ciegos, que les fingen milagros y van a la parte de la ganancia. De todo hay en el mundo, y esto de el hambre tal vez hace arrojar los ingenios a cosas que no están en el mapa…”

Acerca de los cien escudos de oro que regaló Andrés a la abuela gitana y que Preciosa le rogó que no aceptara:

“¿Cien escudos quieres tú que deseche, Preciosa, y de oro en oro..? Y si alguno de nuestros hijos, mietos o parientes cayere, por alguna desgracia, en manos de la justicia, ¿habrá favor tan buen que llegue a la oreja del juez y del escribano, como destos escudos, si llegan a sus bolsas? Tres veces, por tres delitos diferentes, me he visto casi puesta en el asno, para ser azotada, y de la una me libró un jarro de plata, y de la otra una sarta de perlas, y de la otra cuarenta reales de a ocho… Mira, niña, que andamos en oficio muy peligroso y… por un doblón de dos caras, se nos muestra alegre la triste del procurador y de todos los ministros de la muerte…”

Aconsejando al Teniente, que no tenía blanca, porque ejercía honradamente su cargo:

“Coheche vuesa merced, señor Tiniente; coheche, y tendrá dineros, y no haga usos nuevos; que morirá de hambre. Mire, señora (dirigiéndose a la Tenienta): por ahí he oído decir (y aunque moza, entiendo que no son buenos dichos) que de los oficios se ha de sacar dineros, para pagar las condenaciones de las residencias y para pretender otros cargos.

-Así lo cien y lo hacen los desalmados –replicó el Tiniente-; pero el juez que de buena residencia, no tendrá que pagar condenación alguna, y el haber usado bien de su oficio será el valedor para que le den otro.

-Habla vuesa merced muy a lo santo, señor Tiniente –respondió Preciosa-; ándese a eso y cortarémosle de los harapos para reliquias…”

UNA ANTECESORA Y UNA SUCESORA ILUSTRES DE LA GITANILLA

La antecesora fue Tarsiana, protagonista del famoso “Libro de Apollonio”; un poema anónimo castellano del siglo XIII, con argumento derivado de una novela griega.

Según él, Tarsiana fue hija de Apolonio, rey de Tiro, y de Luciana, hija del rey Architrastes. Vino al mundo, durante un viaje marítimo, y como creyeran que su madre había muerto del parto, arrojaron a la niña al mar, metida dentro de una caja. En Efeso la encontró un sabio médico, que, al ver en ella señales de vida, le devolvió la salud con sus cuidados. Más tarde, la recogió su padre y, al convertirse en una doncella, Apolonio emprendió un viaje a Egipto, con objeto de proporcionarle un buen casamiento. Entretanto dejó en Tarso a su hija, con su aya Licorides, al cuidado de EStrangilo y de Dionisia. Esta trató de asesinar a Tarsiana por envidia; pero unos piratas robaron a Tarsiana y la vendieron en Mitilene. Aqué se enamoró de ella un joven, llamado Antinágoras, quien pagó el precio puesto a su honra por el avaro dueño, en una subasta de esclavos. Entonces Tarsiana, en agradecimiento, y para porporcionar más dinero a su protector, se convirtió en juglaresa, cantando y bailando por las calles, con todo primor y habilidad. Entretanto volvió a Tarso Apolonio, y como la pérfida Dionisia le hubiera hecho creer que Tarsiana había muerto, se marchó desesperado a Tiro. Mas un buen día, llegó allí Antinágoras y, para distraer al Rey, el presentó a su juglaresa. Conmovida ésta por el dolor de Apolonio, intentó un día abrazarlo; pero el Rey, interpretando este gesto como una desenvoltura, la rechazó de una bofetada. La joven se echó a llorar y le contó su desventurada vida. Entonces se reconocieron padre e hija y, a continuación, Tarsiana se casó con Antinágoras, ocupando el reino de Antíoco, heredado por Apolonio.

Como se ve, la vida de Tarsiana tiene varios puntos capitales de coincidencia con la existencia de Preciosa, pues ambas son hermosas, discretas y de ilustre cuna; ambas son arrebatadas a sus familias; ambas se convierten en juglaresas; ambas se tropiezan con protectores ricos y desinteresados, que se enamoran de ellas; y ambas finalmente recobran a sus padres y se casan con sus enamorados. Por lo demás, los medios en que se desarrollan estas coincidencias, son completamente diferentes, como lo son el Libro de Apolonio y La Gitanilla.

Así, pues, cabe preguntarse: ¿conoció Cervantes el Libro de Apolonio..? En todo caso, es seguro que conoció la historia de Tarsiana, a través de su contemporáneo, Juan de Timoneda, el cual, en la patraña 11 de su colección de novelas, titulada Patrañuelo, que fue publicada en Barcelona en 1578, reprodujo el argumento del Libro de Apolonio.

De todos modos, se inspirase o no se inspirase Cervantes en Tarsiana, esto nada quita a la originalidad ni al mérito de La Gitanilla.

La sucesora de Preciosa fue Esmeralda, la joven gitana de la célebre novela de Víctor Hugo, Nuestra Señora de París. No cabe duda que el famoso escritor francés se acordó de la muchacha cervantina, al modelar a Esmeralda, aunque, por lo demás, el argumento de su novela, que es una grandiosa resurrección de la Edad Media francesa, no tenga que ver nada con el de la obrita de Cervantes. Por de pronto, Víctor Hugo llamó a su heroína Esmeralda, en castellano, y no Émeraude, como se dice en francés. Y es que Víctor Hugo conocía bastante la lengua y la literatura españolas, por haber estudiado varios años en el Seminario de Nobles de Madrid, durante l tiempo que su padre, el general José Leopoldo, Conde de Hugo, estuvo en España, al servicio de José Bonaparte. En su poema Mon enfance del libro Odes et Ballades (1826), se refiere a esta época de su vida. Y basta recordar sus tres dramas de argumento español: Hernani (1830), Ruy Blas (1838) y Torquemada (1882), para convencerse de que nunca olvidó a España. Naturalmente Víctor Hugo había leído a Cervantes y del molde de Preciosa formó a Esmeralda. Incluso, al decir de los críticos franceses, el tipo de Quasimodo es una translación de un recuerdo de España: el de un pobre criado, enano y jorobado, del colegio de Madrid en que estudió Víctor Hugo.

Como Preciosa, Esmeralda es también una doncella gitana, bonita decente, simpática y graciosa, que, acompañada siempre de una cabritilla de cuernos de oro, llamada Djalí, se gana la vida, recorriendo las calles y plazas de París y encantando a los transeúntes, con sus bailes, canciones y gracias. Pero ahí termina la semejanza, pues Esmeralda no tiene la suerte de Tarsiana ni de Preciosa y acaba prematuramente, de una manera trágica. Por desgracia para ella, un personaje siniestro y maduro, Claudio Frollo, se enamora perdidamente de la gitana. Esmeralda lo rechaza con horror, pues además se trata de un arcediano de la catedral de Nuestra Señora. Sin embargo, él la persigue ciegamente, y una vez en que está a punto de ser su víctima, el joven y hermoso jefe de los arqueros, Phoebus, la arranca de las garras del arcediano. Ambos jóvenes se enamoran a continuación y entonces Frollo, rabioso de despecho y de celos, apuñala arteramente a Phoebus. Por añadidura, deja que echen la culpa del asesinato a Esmeralda, y con todo cinismo, se atreve a proponer a la doncella, que se le entregue, a cambio de salvarle la vida. Esmeralda se niega una vez más y, a continuación, es condenada inicuamente a muerte y arrastrada hasta la plaza de Nuestra Señora. Mas el campanero de la Catedral, Quasimodo, que, bajo un cuerpo deforme, oculta un alma de niño y un amor tímido y heróico hacia la infortunada muchacha, la libra inesperadamente del suplicio, introduciéndola en el templo, que es un asilo inviolable. Al saberse a noticia, los truhanes de París ponen asedio a la Catedral, para libertar a Esmeralda; mas, cuando están a punto de forzar las puertas, Frollo la obliga a salir del templo, por una puerta secreta. Todavía insiste el arcediano en rendir a la gitana; pero ésta lo rechaza de nuevo y seguidamente la entrega a la justicia. Por fin, Esmeralda es ahorcada en Montfaucon y Claudio Frollo asiste a la ejecución de la muchacha, desde lo alto de las torres de Nuestra Señora. En esto, Quasimodo se arroja repentinamente sobre él y levantándolo en vilo, con sus brazos hercúleos, lo precipita en el vacío y el arcediano va a estrellarse a los pies del cadáver de su víctima. Esmeralda ha sido vengada.

 




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