Monasterio de Fitero: Claustro, Sala Capitular, Plaza de los Ábsides, Biblioteca.

                         CLAUSTRO y SOBRECLAUSTRO

Monasterio de Fitero

EL RELICARIO DEL MONASTERIO DE FITERO 

Claustro y sobreclaustro del Monasterio de Fitero





Claustro. 1916.


Leyenda que todavía se puede leer, en parte, en una de las paredes del Claustro. Foto: JBA.



SOBRECLAUSTRO


Sobreclaustro

"Ni por fuera ni por dentro hay concesión alguna a la figuración, adornos o elemento alguno que aporte amenidad al conjunto, sino la casi total lisura de paredes, columnas y bóvedas. Su encanto se reduce a la sencillez y armonía de sus líneas estructurales, que recuerdan mucho a la extrema austeridad de El Escorial, y de alguna manera simboliza en el plano estético el ideal de máxima disciplina y sobriedad que procuraron imponer los abades posteriores a los Egüés." 

Del libro "El claustro del Monasterio de Fitero", Eduardo Aznar Martínez, 2018.


La Sala Capitular

Manuel García Sesma 

(De su libro: La Iglesia cisterciense de Fitero, 1989)

Fotos: Sala Capitular, Claustro, Iglesia 


SU IMPORTANCIA Y ESTILO

La Sala Capitular se abre en medio de la galería oriental del claustro bajo, data de finales del siglo XII o comienzos del XIII y es una verdadera joya arquitectónica. Madrazo la calificó de “preciosa y comparándola con la del Monasterio de La Oliva, afirmó que era “muy superior en pureza románica” y “su interior, verdadero modelo en su especie”[1]. Haciendo la misma comparación, Altadill concluyó que “el estilo de la de Fitero es de mayor pureza, sencillez y elegancia[2]”. Lampérez la juzgó como una “joya inapreciable del estilo románico ojival-transitorio, por sus pilares fasciculados, sus bóvedas de crucería y la finura de las proporciones y perfiles[3]”. Biurrun es de la misma opinión que Lampérez y comparándola con la de Iranzu, escribe que la Sala Capitular de Fitero es “más prolija en ornamentación románico-ojival y de más amplitud y desarrollo que su compañera[4]”. Por fin, Jimeno Jurío dice que es “la más equilibrada, racional y armónica de todos los capítulos del Císter en Navarra[5].”


SU INTERIOR

Croizet observa justamente que conserva un poco de la potencia masiva de la iglesia, suavizada por su refinamiento ornamental, aunque, en contraste con aquella “las bóvedas están dotadas excepcionalmente de arcos formeros[6]”. Las dimensiones del recinto son 10,80 m. de longitud y anchura y 4,55 m. de altura. “Su planta es un cuadrado perfecto, formado por tres naves, cortadas en ángulo recto por otras tres, resultando de estas intersecciones nueve espacios iguales, cubiertos por sendas bóvedas cuadripartitas y doce arcos en el centro de la Sala. Los arcos perpendiculares a los muros son todos de faja o platabanda; los diagonales o cruceros son de tres gruesos toros en haz[7]”. Además de las cuatro columnas exentas, tiene como soportes de los arcos otras diez adosadas, siendo los fustes de todas ellas lisos; pero los de las exentas son monocilíndricos, y los de las adosadas, de aparejo, midiendo los primeros 1,25 m. de altura y 1,05 de circunferencia, y los segundos, unos centímetros más de altura. Los capiteles de las adosadas están surcados de amplias estrías verticales, salvo los de las columnas que encuadran la presidencia abacial, los cuales aparecen decorados con bellos entrelazos, formando, en los extremos, aros, y en el centro, romboides. En el capitel de la derecha del espectador, los arcos son sujetados cada uno por tres manos cerradas, de paños y dedos finamente cincelados, simbolizando seguramente la unión de los miembros de la comunidad cisterciense.

Los capiteles de las columnas exentas son troncos de pirámide invertidos y, respecto de ellos, anotaba ya Madrazo que “es inconcebible la fecundidad y la gracia con que demostró su inventiva el mazonero que los labró[8]”. Croizet destaca así mismo ”la finura de las palmeras, de los follajes estilizados y hasta de las combinaciones estriadas que realzan la sobriedad de los capiteles” menos ornamentados. Los cuatro de las columnas exentas son, efectivamente, muy artísticos, aunque el segundo de la izquierda solo tiene altas palmeras bastante sencillas. En cambio, los otros tres agrupan armónicamente palmetas de todas las clases, hojas multinerviadas, bezantes, lacerías, botones, piñas, etc. El más adornado es el primero de la derecha: el único que tiene un astrágalo funiculado, abrazando el escapo sobre la basa.

Las cuatro columnas exentas se yerguen sobre basamentos octogonales y sus capiteles terminan en cimacios asimismo octogonales de los que emergen las nervaduras de la bóveda, desplegándose como las ramas de una palmera.

El muro frontal tiene, en la parte superior, tres ventanas abocinadas, actualmente ciegas, de 2 m. de altura y 1,36 de anchura, con el fondo cubierto por láminas de alabastro de 1,50 por 0,60 m. Su embocadura está adornada con un arco baquetoneado que apea en columnas de 0,98 m. de altura, con capiteles de palmetas sencillas. Dicho arco fue arrancado en la ventana central, probablemente para encajar en su hueco un cuadro rectangular de San Bernardo.

Finalmente toda la Sala tiene adosado a los muros escaños corridos de madera tallada, los cuales forman, con sus respaldos, un zócalo de 1,95 m. de altura, excepto en los aledaños de las dos ventanas que dan a la galería oriental, donde solo alcanzan 1,50 m. Su ornamentación es geométrica y sencilla, salvo la de los respaldos de la presidencia, los cuales ostentan una fina decoración de arquitos y pilastrillas con capiteles jónicos. Dichos escaños están distribuidos en diez grupos iguales, de 6 asientos cada uno, separados entre si por las semi-columnas adosadas, sumando un total de 60 asientos, sin contar los 3 holgados de la presidencia. La altura de sus respaldos es de 1,15 m., y en los adyacentes a las ventanas, de 0,70 m. Todos los escaños tienen una gradilla corrida para apoyar los pies, la cual es asimismo de madera.

Delante de los escaños de la presidencia, hay una sepultura anónima, que bien podría ser la del Abad que hizo construir esta magnífica Sala; pero no podemos asegurarlo.

Flanqueando la puerta de entrada, se abren hacia el exterior dos amplios ventanales, coronados por tres arcos de medio punto en degradación. Miden 2,40 m. de altura y 2,10 m. de luz. Los adornan sendas verjas de madera, de nueve barrotes cada una, con un remate triangular abierto, a partir de la línea de arranque de los arcos.

EL EXTERIOR

El frontispicio de la Sala Capitular merece asimismo una descripción detallada.

Tanto interior como exteriormente, la portada y las dos grandes ventanas se apoyan sobre robustos pilares, guarnecidos, desde su parte media, por columnas enanas adosadas. Los pilares de la entrada constan de 12 columnitas cada uno; y los semi-pilares de los extremos laterales de las ventanas, de 6. En total, 36 columnas, reunidas por grupos de 3 en las jambas, y de 2, en los frentes exteriores, con intermedias acodilladas.

Hay que anotar, antes de seguir adelante, que, para incrustar los haces de nervios de la bóveda plateresca de la galería oriental, en el siglo XVI, se cortaron, en loso extremos de las dos ventanas, parte de sus arquivoltas y se arrancaron las columnas en que apeaban, reemplazándolas por los primeros pares, tan desmañados como antiestéticos, que afean ahora esos extremos. Así, pues, la descripción que vamos a hacer, no se refiere en absoluto a estos dos pares tardíos.

Las demás columnas son monocilíndricas y sus fustes tienen 0,84 m. de altura y 0,58 m. de circunferencia. Lo más importante de ellas son sus hermosos capiteles, con palmetas de escaso relieve, pero minuciosamente labradas; sobre todo, las del lado derecho de la entrada, que ostentan hasta 30 hojas cada una, mientras que las del lado izquierdo, son más sencillas, variadas y de diferentes tamaños, apareciendo unas veces yustapuestas y otras superpuestas, destacando, en las columnitas acodillas del pilar izquierdo, unas piñas colgantes de los vértices de dos de sus palmetas.

Son asimismo destacables los escaques y los cuadrifolios que adornan los esgucios, montados sobre los ábacos de los capiteles, y que completan la filigrana de esta fachada. Crozet escribe a propósito de estos escaques, que constituyen “una concesión a un motivo geométrico, cuya boga comenzó más acá (entiéndase más allá) de los Pirineos, en la Guyana y en la Gascuña, cubriendo ampliamente las provincias españolas subpirenáicas[9]. En efecto, estos cuadritos ornamentales, en forma ajedrezada, se encuentran ya en las ermitas románicas de San Vicente (Álava) y del Santo Sepulcro en Torres del Río (Navarra), que datan del séptimo decenio del siglo XII.

Por fin, merece anotarse el cancel de la entrada, coronado con el escudo en relieve del abad, Fr. Martín de Egüés y de Gante y flanqueado por dos pináculos floronados.

NOTAS HISTÓRICAS

Ignoramos quiénes fueron los que ejecutaron esta magnífica obra. Jimeno Jurío sospecha que el ornato de los capiteles de las columnas exentas debió encomendarse a canteros moros o arabizantes[10]. Es posible, pues, en la época de su construcción, quedaban todavía muchos moros, en poblaciones tan cercanas como Tudela y Cervera del Río Alhama. Leopoldo Torres Balbás escribió ya antes, a este propósito: “Hubo sin duda moros canteros… En la gran variedad de técnicas de la escultura románica, no ees fácil distinguir las obras que responden a influencias bizantinas, transmitidas casi siempre a través de Italia, de las que fueron por musulmanes. A este último grupo pertenecen los capiteles con ornatos de muy poco relieve, casi planos, figurando entrelazos, motivos vegetales y piñas, de la Sala Capitular de los Monasterios de Fitero y de Poblet[11].

La actual sillería de la Sala Capitular data del siglo XVI y se debe seguramente al abad Fr. Martín de Egüés y de Gante, como la cancela de la puerta en la que, como ya hemos dicho, campea su escudo nobiliario.

Hasta la exclaustración de 1835, colgaban de los muros de su interior, por encima del zócalo, ocho grandes lienzos pintados, que representaban a los siguientes personajes: S. Bernardo, S. Benito, S. Raimundo de Fitero, Fr. Diego Velázquez, el Papa Alejandro III, los cardenales Jerónimo Sofor y Conrado de Vilareuse y el abad, Fr. Plácido de Corral y Guzmán.

EL CAPÍTULO ALTO

Como la Sala Capitular medieval es indudablemente inhóspita en los meses fríos de otoño y del invierno, fue construida, a principios del siglo XVII, la Sala Capitular Alta, entre el muro N. del Sobreclaustro y la parte alta del muro S. de la iglesia; es decir, en la larga dependencia que hay ahora a la derecha del antecoro, pero que entonces no tenía acceso por éste, sino por la escalera que se encuentra a la derecha, al trasponer la puerta de subida a la torre. Dicha Sala Capitular era la primera pieza de dicha dependencia, entrando por el antecoro, y tenía una salida, ahora tapiada, a la tribuna adyacente al coro, la cual se erguía entonces sobre el muro meridional del tercer tramo de la nave central. Como salta a la vista, dicha pieza era y es un vulgar salón, sin ningún valor artístico, en el que se guardaban ahora imágenes y cachivaches. En el Inventario de 1835, se anota que había en ella un Crucifijo grande en lienzo[12].

 

SIGNOS LAPIDARIOS

          Como en todos los grandes templos medievales, los signos lapidarios se encuentran en la iglesia de Fitero por centenares. La mayoría son repeticiones de varios tipos, ora en la misma posición, ora en posiciones diferentes, y señalan seguramente, como de ordinario, el trabajo de cada cantero, aunque algunos podrían tener otro significado diferente. Hemos agrupado los diferentes tipos en cuatro secciones: cruces, letras, figuras geométricas y otras figuras, sumando en total algo más de medio centenera. Los más singulares son las cruces gamadas, que abundan, sobre todo, en el ábside, como ya hemos anotado; las cruces trianguladas, suspendidas de una de las diagonales de un cuadro o al contrario, que se ven en algunos arcos transversales de la Sala Capitular; los cipreses, que aparecen en la girola; y la francisca –hecha de los francos-, registrada por Lampérez, pero que no hemos logrado localizar.

Los demás tipos de signos lapidarios son más o menos corrientes y se encuentran en otras muchas iglesias, ya románicas, ya góticas, como vamos a ver en las representaciones siguientes.


[1] España: Sus monumentos y arte, t. III, p. 456.

[2] Geografía General del País Vasco-Navarro. Navarra, t. II, p. 883.

[3] El Real Monasterio de Fitero en Navarra, BRAH, 1905, pp. 296-299.

[4] El Arte Románico en Navarra, p. 185.

[5] Fitero, p. 28.

[6] Recherches sur l´architecture monastique en Navarre et en Aragon, pp. 299 y 300.

[7] Madrazo y Kuntz, ob. cit., pp. 456-457.

[8] Op. Cit., p. 458.

[9] Ob. cit., p. 300.

[10] Fitero, p. 28.

[11] Arte almohade, arte nazarí, arte mudéjar, en Ars Hispaniae, p. 360. Madrid, 1949.

[12] Protocolo de Celestino Huarte, de 1835: nº 40, f. 182. A.P.F. 


Fotos: Sala Capitular, Claustro, Iglesia 


 PLAZA DE LOS ÁBSIDES

Fotos: Jesús Latorre




Foto: Jesús Latorre

Foto: Jesús Latorre


Biblioteca del Monasterio de Fitero

Foto tomada antes de su hundimiento (29 de abril 1997)


Comenzó su restauración en 1999 y se inauguró el 19 de agosto de 2001.




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