JUAN DE PALAFOX Y MENDOZA
EN LA OBRA DE
MANUEL GARCÍA SESMA
PRÓLOGO.
INDICE.
Retrato de la persona de D. Juan de
Palafox y Mendoza, Antonio González Rosende.
I.- ESTUDIOS PUBLICADOS.
1.-
“La infancia del Venerable Palafox”.
Poema y nota bibliográfica. Morelia (México), 1953. Poemario Fiterano, Pamplona, 1969.
2.-
La Infancia del Venerable Palafox en
Fitero. Investigaciones
Históricas sobre Fitero, V. II, C. IV, pp. 51-65. Logroño, 1989.
3.-Don Juan de Palafox y Mendoza, el Navarro
más ilustre de la Nueva España. Navarros
en México. Logroño, 1990.
II.- OTROS
TEXTOS PUBLICADOS SOBRE DON JUAN DE PALAFOX.
1.-
Los Balnearios de Fitero en 1600. Investigaciones Históricas sobre Fitero,
Vol. I., p. 12. Tudela, 1986.
2.- La Ermita de la Soledad. Estudios
Fiteranos, pp. 118-119. Tudela, 1981.
3.- Biógrafos de Palafox: Sor Cristina de la Cruz de Arteaga, Genaro
García, Florencio Jardiel, Francisco Sánchez-Castañer, Javier Samitier. Miscelánea Fiterana, pp. 172,
174, 181, 182. Tudela, 1981.
4.-
Auto de los milagros de San Pedro del
Baño. Protocolo de 1598, Miguel de Urquizu y Uterga. Investigaciones Históricas sobre Fitero, Vol. I, pp. 12-14. Tudela, 1986.
5.- Notas,
referidas a las investigaciones de Manuel García Sesma,
publicadas en “Una Mitra sobre dos Mundos.
La del Venerable Don Juan de Palafox y Mendoza”, escrito por Sor Cristina de la Cruz de Arteaga.
Sevilla, 1985.
III.-
ESTUDIOS INÉDITOS.
* Indice
de noticias completas, de Fitero de 1600 a 1609.
* Otros
datos sobre los personajes que tuvieron relación con la infancia fiterana de
Juan de Palafox y Mendoza.
IV.-
CORRESPONDENCIA.
1.-
Carta de Manuel García Sesma. 15 de
Abril, 1978.
2.-
Tres cartas de Sor Cristina de la Cruz
de Arteaga: 1978, 1982 y 1983.
4.- Carta de José Miguel Quintana, 7 de marzo de 1979.
V.- BIBLIOGRAFÍA PALAFOXIANA.
Nuevos
títulos y ensayos publicados sobre Juan de Palafox y Mendoza.
Todos
los textos publicados en esta página fueron redactados por Manuel García Sesma. Jesús Bozal Alfaro. Fitero, Febrero 2016
Retrato
de la persona
de D. Juan Palafox y Mendoza, que escribió en la vida de este siervo de Dios D.
Antonio González de Rosende en la página 626, Tomo XIII editado en Madrid en
1762 por Gabriel Ramirez.
El virtuoso D. Juan de Palafox fue de estatura muy proporcionada, ni
alto con sobra y ni pequeño con mengua. Tenía de corpulento lo que era menester
para no parecer flaco, y de enjuto lo que pide la agilidad para no embararse
con el peso. El color del cabello fue
castaño claro que no se encaneció del todo en la ancianidad. La cabeza grande y
capaz de su talento y siempre poblada de cabello. Sobre su oreja izquierda, las
enfermedades le produjeron un lobulillo del tamaño de un huevo, que cubría con
el cabello. La frente ancha y espaciosa, sin entradas y bien cubierta de
carne. Las cejas, tiradas y pobladas.
Los ojos vivos, pero con modestia y alegría, no ígneos, pero tampoco
desmayados, de manera que desprendía de si luz templada y centellas de agudeza.
Su color pardo claro, ni rasgados ni encogidos, y como los párpados eran
gruesos daban a los ojos mucha gracia. La nariz no era larga y aunque remataba
a punta, no se le (...) sobre la boca, y guardaba con esta la debida
proporción. La boca no fruncida, pero tampoco demasiado abierta. Los labios proporcionados y los dientes
grandes. Fue cerrado de barba y del color muy conforme con el cabello. El
rostro abultado, ni totalmente redondo ni largo: su color blanco suavemente
mezclado con rojo.
Era mesurado pero sin ceño; modesto sin (...), afable con veneración y
apacible con respeto. Su movimiento airoso y grave; no con afectación severo, o
con vanidad hinchado. En todas sus acciones tenía grande alma, y las gobernaba
un brío espirituoso con quien nunca tuvo entrada la hipocresía, sobresaliendo
siempre en el (...) la sal del despejo y cortesanía, que el encogimiento. En el ingenio fue muy agudo, en el discurrir
muy pronto, en el comprender muy despierto, en el escribir elocuentísimo, en el
hablar elegante y poderoso, en la magnificencia liberal, en la humildad claro,
en el agrado cortés, grande estimador de los buenos y genialmente opuesto a los
malos; inclinado a favorecer la virtud y a contemporizar con la sangre. Le
persiguieron porque ejercitó con entereza muchos cargos; no le conocieron, y le
estimaron todos viviendo.
Nunca la contradicción injusta pudo contrastarle, y siempre salió su
verdad victoriosa. Pocos dejaron de venerable y estimar sus prendas, muy
especialmente después de su muerte que se recubrieron (...) muchos enemigos y
se hicieron sus más ardientes defensores.
Tomado de la “Biografía Eclesiástica Completa”. Redactada por
distinguidos Eclesiásticos bajo la dirección del Sr. D. Basilio Sebastián
Castellanos de Mendoza
Tomo XVII, páginas de su (...)
desde 479 a 503.
Santos Bermejo. Marcilla,
24-11-1922
I
ESTUDIOS PUBLICADOS
***********
LA INFANCIA DEL VENERABLE PALAFOX
(Poemario
Fiterano, pp. 57-63)
En el año mil seiscientos,
hacia finales de mayo,
una dama principal
descendió en el Balneario.
Venía de Zaragoza,
capital del Principado
de Aragón, y aparentaba
tener unos treinta años.
Traía su coche propio,
con un tronco de caballos,
que conducía un cochero
maduro, mas bien plantado;
y como ángel de la guarda,
a su dueña, fiel retrato
de esas prójimas taimadas,
que saben latín y sánscrito...
Ocuparon las señoras
el cuarto más apartado
de los de primera clase;
y el cochero, el aledaño.
La joven dama era hermosa;
pero mostraba un cansancio
anormal, como el debido
a un embarazo avanzado.
Mas su amplia y larga falda
impedía comprobarlo.
Por otra parte, no quiso
ver al doctor de los Baños,
pretextando que venía
tan sólo en plan de descanso.
En cambio. su oronda dueña,
cuyo aspecto era bien sano,
se bañaba cada día,
para adelgazar sus flancos.
¿Qué misterio se traían
aquellas mañas y el maño. . .?
¿No era un poco sospechoso
su comportamiento extraño. . .?
No saludaban a nadie,
comían siempre en su cuarto,
y tan solo de paseo,
salían de vez en cuando.
Un anochecer de junio,
un buen viejo fiterano,
que se retiraba a casa,
terminado su trabajo,
por las orillas del río,
sintió de pronto otros pasos.
Eran los de una mujer,
con una cesta en un brazo,
deslizándose furtiva
entre un matorral cercano.
¿Quién sería aquella prójima. . .?
De curiosidad picado,
le salió al punto al encuentro,
por parecerle algo extraño.
Y se topó con la dueña
de la dama de los Baños,
quien, al verse descubierta,
se explayó con el anciano.
Llevaba en la cesta a un niño,
que al mundo había llegado,
hacía solo dos días,
en el viejo Balneario.
Por supuesto, no era suyo,
sino ilegítimo vástago
de un poderoso aristócrata
y de una mujer de rango;
y para evitar de ésta
la deshonra, y el escándalo,
a las aguas del Alhama
iba dispuesta a tirarlo.
A eso habían venido
precisamente a los Baños,
ya que Fitero está lejos
del valle zaragozano.
Ante tal revelación,
se quedó el viejo pasmado.
Murmuró algunas palabras
de reprobación del acto
y, por algunos instantes,
permaneció cabizbajo.
¿Qué hacer en tal compromiso. . .?
¿Cómo salir de aquel paso...?
Imposible denunciar
tan feo desaguisado
ni permitir, aún menos,
del niño el asesinato.
‑"Me lo quedo, resolvió,
tomando la cesta en manos.
Y diga usted a su ama
que ya ha cumplido su encargo”.
El viejo era Juan Francés,
un molinero casado,
mas sin hijos, y tan pobre
como honrado y buen cristiano.
Se llevó, pues, al infante,
y después de presentárselo
a su cónyuge, Casilda,
decidieron adoptarlo.
Por supuesto, procedieron
sin tardanza a bautizarlo
y a inscribirlo en el Registro,
como requería el caso.
Una nodriza del pueblo
se encargó de amamantarlo,
y con la humilde familia,
Juanito se fue criando.
Cuando el niño ya creció,
empezó a sacar al campo
a pastar unas ovejas,
que tenían los ancianos;
y al mismo tiempo aprendía,
pues era muy despejado,
los rudimentos de letras,
entonces acostumbrados.
Hasta que, al fin, un buen día,
cumplidos ya los diez años,
como en los cuentos de hadas,
fue trasladado a un palacio.
Reconociólo su padre
y, con esmero educado,
el antiguo zagalillo
se convirtió en cortesano.
En las Cortes de Monzón
brilló como diputado;
y en Madrid, poco después,
cual Consejero de Estado,
pues fue de Guerra y de Indias
Fiscal, con Felipe Cuarto,
destacando en ambos puestos
por su rectitud y tacto.
Conoció todos los triunfos
y los placeres mundanos,
ya que era igual su prestancia
de cuerpo como de ánimo.
Pero les volvió la espalda,
a los veintinueve años,
renunciando al matrimonio
e ingresando en el santuario.
Sin embargo, no por eso
los honores lo dejaron
y en Nueva España ejerció
los más elevados cargos:
Fue Capitán General,
Visitador y Prelado,
Presidente de la Audiencia
y Virrey décimo octavo.
Descolló como escritor,
estadista, obispo y santo:
fue lumbrera de su siglo
y gloria del mundo hispano.
.....................................................
No obstante, hoy, en España,
está del todo olvidado.
¡Tantos varones insignes
nuestra vieja Patria ha dado...!
Pero México, que es joven,
a Palafox no ha olvidado,
y allí fulgura su nombre,
como un histórico faro.
NOTA BIOGRÁFICA DE
PALAFOX
POEMARIO
FITERANO,
(pp.
198-206. Morelia, 27 de mayo de 1953)
El venerable don Juan de Palafox y Mendoza
nació en el Balneario Viejo de Fitero, el 24 de junio de 1600. Fue hijo natural
de don Jaime de Palafox y Rebollo, futuro segundo Marqués de Ariza, y de una
joven principal zaragozana, cuyo nombre de pila se ignora, hija del Dr. Matías
de Casamate. Probablemente se llamó Ana de Casamate, puesto que, al tomar el
hábito de religiosa en el convento de Carmelitas Descalzas de Zaragoza, en
1602, adoptó el nombre de Ana de la Madre de Dios.
Por ocultar este nacimiento, una dueña de su
madre pretendió arrojar al recién nacido al río Alhama; pero lo impidió un
pobre molinero fiterano, llamado Juan Francés, quien, de acuerdo con su esposa
Casilda, decidió adoptar al niño. El infante fue bautizado el 29 del mismo mes,
en la iglesia de Santa María la Real de Fitero, por el vicario Fray Miguel de
Bea, siendo sus padrinos Miguel de Cuenca y Casilda Guerrero. Según una antigua
tradición, Palafox vivió con sus padres adoptivos, en la casa nº 33 de la calle
de En Medio, actualmente de Palafox, como lo recordaba una pequeña lápida de
mármol, colocada en su fachada y descubierta solemnemente el 10 de septiembre
de 1960. Dicha casa fue derribada en 1967, a causa de su estado ruinoso y, en
su solar, se levantó otro edificio, que ostenta una lápida análoga.
En 1609, Juanico fue reconocido y legitimado
por su padre, quien se lo llevó de Fitero al castillo ancestral de Ariza. Allí
terminó sus estudios primarios y, a continuación, realizó los secundarios en
dos colegios de Tarazona: el de San Gaudioso y el de los PP. Jesuitas.
Posteriormente estudió Filosofía en la Universidad de Huesca, y cánones, en las
de Alcalá de Henares y Salamanca, doctorándose finalmente en Derecho Canónico,
en la Universidad de Sigüenza.
Al mismo tiempo aprendió varias lenguas. En los
colegios de Tarazona, estudió el latín; su propio padre le enseñó el italiano;
el Pabor de Trillas lo inició en el griego; y Francisco d' Anglada, en el
francés.
A los 20 años, su padre le confirió la tutoría
de su primer hijo legítimo, el futuro III Marqués de Ariza; y al morir su
progenitor en 1625, Palafox quedó testamentariamente como tutor, curador y
administrador general de los hijos y de los bienes del difunto.
En calidad de representante del
Marquesado de Ariza, Palafox asistió a las Cortes de Monzón, reunidas por
Felipe IV en 1626, para pedir subsidios a Aragón. Su intervención en ellas
llamó la atención del Conde de Monterrey, que las presidía, así como del
omnipotente valido real, el famoso Conde‑Duque de Olivares, y sin terminar
aquel año, el 9 de noviembre de 1626, Palafox fue nombrado Fiscal del Consejo
de Guerra; y sus hermanastros, el Marqués niño y su hermana, doña Lucrecia,
menino y dama respectivamente de la Reina, doña Isabel de Borbón.
Probablemente fue al año siguiente, cuando
Palafox, sin ser aún sacerdote, fue nombrado Abad de la iglesia parroquial ; de
San Juan Bautista de Cintruénigo y Tesorero de la Catedral de Tarazona, a fin
de que gozase de renta eclesiástica y de prebenda, conforme a la abusiva
práctica de entonces.
En
1629, nuestro paisano abrazó el estado eclesiástico, siendo ordenado de
subdiácono y diácono, el día 10 de marzo, en la iglesia de las Jerónimas
Descalzas de Madrid, por el Patriarca de las Indias, don Alonso Pérez de
Guzmán; y en la primavera del mismo año, fue ordenado de presbítero por don
Francisco de Mendoza, Obispo de Plasencia y Gobernador del Arzobispado de
Toledo. Algunos meses después, el 25 de octubre del mismo año, Palafox, a
petición propia, pasó de la Fiscalía del Consejo de Guerra, cargo poco apropiado
para un clérigo, Fiscalía del Consejo de Indias. El 25 de diciembre del mismo
año 1629, Felipe IV nombró a Palafox Capellán Mayor y Limosnero de su hermana,
la Infanta doña María de Austria. A la sazón, esta Infanta, casada ya por
poderes, iba a reunirse en Viena con su esposo, el entonces Rey de Bohemia y
Hungría, y después, Emperador de Alemania, Fernando III. Palafox debía formar
parte de la comitiva de la Infanta, y con tal motivo, se le extendieron los
anteriores nombramientos. Además se le confirió el título ad honorem de Miembro
del Consejo de Su Majestad, mientras durase el viaje, y se le encargó la
redacción de la crónica de aquel acontecimiento. Esta crónica, que se creía
perdida, y que no figura en la edición de las Obras Completas de Palafox, fue
publicada en Madrid, en 1935, con el título de Diario del viaje a Alemania, por
Cristina de Arteaga (hoy sor Cristina de la Cruz, superiora del convento de
Santa Paula de Sevilla).
EI viaje, emprendido a finales de 1629, duró 21
meses, durante los cuales Palafox visitó Francia, Italia, Austria, Hungría,
Bohemia, Suecia y otros Estados europeos. Regresó a España en el otoño de 1631
e inmediatamente se reintegró a sus funciones de Fiscal del Consejo de Indias.
El 14 de julio de 1633, dejó este cargo y pasó a ocupar una plaza superior
dentro del mismo Consejo: la de Consejero o Ministro de Indias, llegando a ser,
durante algunos años, el Decano de dicha Corporación.
En 1639, Felipe IV propuso a Palafox para
Obispo de la Puebla de los Angeles, dilatada diócesis de la Nueva España, y con
tal motivo, el 21 de diciembre del mismo año, recibió la consagración
episcopal, en la iglesia de San Bernardo de Madrid, de manos del Cardenal‑Arzobispo
de Santiago, don Agustín Espínola, actuando de Obispos asistentes el de
Yucatán, don Juan Alonso de Ocón, y el de Venezuela, Fray Mauro de Tovar.
Palafox fue el IX Obispo de Angelópolis.
Palafox se embarcó para México, con el nuevo
Virrey, Duque de Escalona, en el Puerto de Santa María, el 8 de abril de 1640,
y ambos llegaron a Veracruz, al cabo de 18 días de navegación, el 24 de junio
del mismo año; es decir, el día en que Palafox cumplía 40 años. Cuatro días
después, o sea, el 28 de junio, Palafox tomó posesión por poderes de la
diócesis angelopolitana, haciéndolo en su nombre, el chantre de la Catedral de
Puebla, don Antonio de Salazar. Con todo, no entró en la capital de su obispado
hasta el 22 de julio siguiente, día de Santa María Magdalena.
Como Palafox venía
investido asimismo de los cargos de Visitador General de los Tribunales y de
Juez de Residencia de los dos Virreyes anteriores, los Marqueses de Cerralbo y
de Cadereyta, el 5 de agosto siguiente, salió ya a la capital del Virreinato,
en compañía del Duque de Escalona, llegando ambos a Chapultepec, el 12 del mismo
mes. Palafox se detuvo algunos meses en la capital y, a continuación, volvió a
Puebla, para hacerse cargo personalmente de su diócesis. Pero apenas si
permaneció un año y medio en ella, porque, habiéndose hecho sospechoso a la
Corte de Madrid el Duque de Escalona, por su parentesco cercano con el Duque de
Braganza, el cual había independizado recientemente a Portugal de España, fue
destituido de sus cargos, por Cédula Real del 8 de febrero de 1642, siendo
nombrado sucesor suyo Palafox y Mendoza. Así, pues, nuestro paisano, en virtud
de tal Cédula, quedó convertido en el XVIII Virrey de Nueva España, Gobernador
y Capitán de la misma, y Presidente de la Real Audiencia de México. Por si
fuera poco, un día después de haberlo nombrado Virrey, Felipe IV presentó a
Palafox para el Arzobispado de México, figurando éste hoy en la cripta de la
Catedral Metropolitana de esta ciudad con el nº XI, en la capilla de los
Arzobispos.
Palafox tomó posesión solemne del
Virreinato y de sus nuevos cargos, el 9 de junio de 1642. Pero sólo los aceptó
interinamente, según consta en un Memorial que dirigió a Felipe IV, el 13 de
septiembre de 1643, para defenderse de ciertas especies calumniosas del
depuesto Duque de Escalona. Así, pues, sólo gobernó como Virrey la Nueva España
hasta el 23 de noviembre de 1642, en que vino a reemplazarlo el Conde de
Salvatierra; y sólo estuvo al frente del Arzobispado de México, hasta el 19 de
marzo de 1643, en que renunció a su administración. El mismo Palafox consagró a
su sucesor en esta iglesia metropolitana, D. Juan de Manozca y Zamora, el 24 de
febrero de 1.645.
Palafox
había ya regresado a su diócesis de Puebla desde fines de 1642, conservando de
sus anteriores cargos civiles únicamente el de Visitador General de los
Tribunales. Y allí continuó, rigiendo la diócesis angelopolitana, hasta el 6 de
mayo de 1649, en que, llamado a España por el Rey Felipe IV, se dirigió al
puerto de Veracruz, de donde zarpó el 10 de junio siguiente. Ya no volvió más a
México.
Palafox llegó a Madrid en marzo de 1650, permaneciendo
en la Corte, bien a pesar suyo, durante cuatro años. Por entonces, se le
conmutó el cargo que retenía en el Real Consejo, por una plaza en el Consejo
Supremo de Aragón. Por fin, el 23 de junio de 1653, Palafox fue presentado por
el Rey para el Obispado de Osma y el Papa Inocencio X le extendió el
nombramiento correspondiente, por bula del 24 de noviembre del mismo año.
Nuestro paisano hizo su entrada solemne en su nueva diócesis el 1 de marzo de
1654, gobernándola hasta el 1 de octubre de 1659, en que falleció, de unas
fiebres malignas. Fue enterrado en la capilla mayor de la catedral del Burgo de
Osma.
La labor que desarrolló Palafox en todos los
altos cargos que ocupó, fue extraordinaria y meritísima; pero no podemos
detallarla aquí, so pena de alargar desmesuradamente esta nota biográfica. Por
lo mismo, remitimos al lector curioso a nuestro libro Miscelánea Fiterana ([1]),
en el que haremos un estudio minucioso de la persona y de la obra de Palafox,
en todos los aspectos.
Anotemos provisionalmente que Palafox no sólo
brilló como político y prelado de altura, sino además como fecundo polígrafo,
pues fue escritor ascético y místico, poeta, historiador, exegeta, polemista,
epistológrafo, biógrafo y hasta gramático, figurando en el Catálogo de escritores,
agregado a la primera edición del Diccionario de la Lengua de la Real Academia
Española de 1739, como una de las autoridades en prosa del idioma castellano.
Sus obras completas, publicadas en Madrid por el impresor de la Real Academia
de San Fernando, en 1762, comprenden 14 tomos de gran tamaño.
Pese a sus altos cargos y honores, la vida de
Palafox no se deslizó tranquila y felizmente, como pudiera pensar algún lector,
sino al contrario. Su carácter entero y rectilíneo, que le llevó a enfrentarse
al mismo Rey Felipe IV, con el Memorial del 29 de agosto de 1656, en defensa de
la inmunidad eclesiástica, así como sus tendencias reformistas y su defensa de
los humildes contra las vejaciones de los poderosos, tenían que chocar con los
eternos intereses creados y los innumerables abusos de su época, y naturalmente
chocaron más de una vez, acarreándole disgustos y persecuciones sin cuento.
El más famoso de estos sinsabores fue
el ruidoso pleito que, durante seis años, hubo de sostener con los PP. Jesuitas
de su diócesis angelopolitana, renuentes a acatar su autoridad, así como
ciertas disposiciones del Concilio de Trento y del III Concilio Mexicano sobre
diezmos y licencias eclesiásticas. Es cierto que, al final, le dieron la razón
completa el Papa Inocencio X, el Rey Felipe IV, el mismo General de los
Jesuitas, P. Vincencio Caraffa, y posteriormente la Historia, que es la que
dice siempre la última palabra. Pero entretanto, nuestro paisano hubo de
soportar la más innoble y brutal persecución. Calumniado y difamado en libelos
anónimos, y ultrajado y escarnecido en ignominiosas mascaradas, hasta llegó a
ser excomulgado anticanónicamente por sus enemigos y depuesto de su sede
episcopal. Y para evitar una matanza entre sus diocesanos, se vio obligado a
huir a la serranía de Puebla, por la que anduvo errando y escondiéndose como si
fuera un facineroso, durante cerca de cinco meses. Hasta que el Virrey, Conde
de Salvatierra, fautor de aquel inicuo escándalo, fue destituido de su cargo
por Felipe IV, y Palafox pudo regresar triunfalmente a Puebla, entre las
aclamaciones y el alborozo de sus diocesanos (10 de noviembre de 1641).
En junio del mismo año, días antes de su fuga,
incluso se tramó un negro complot, para asesinarlo a puñaladas, en plena calle,
durante la procesión del Corpus Christi, mientras llevase el Santísimo
Sacramento, bajo el Palio; pero el sujeto alquilado para cometer tan sacrílego
como artero crimen, se arrepintió a última hora y no se perpetró tal fechoría.
Afortunadamente, lo libró Dios del peligro, como dice el mismo Palafox en su Vida Interior, aludiendo a este
episodio.
A la muerte de Palafox, sobrevino la
glorificación que merecía. Ya antes de aquélla, había adquirido reputación de
hombre santo entre gran parte de sus diocesanos de aquende y allende los mares
y, sobre todo, entre sus íntimos que conocían su vida privada de verdadero y
austero asceta. Por lo mismo, no es de extrañar que, seis años después de su
fallecimiento, se promoviera una corriente en favor de su beatificación. La
inició en el terreno diocesano, su inmediato sucesor en el Obispado de Osma,
Fr. Pedro de Godoy, a quien secundaron, algún tiempo después, el Arzobispo de
Zaragoza y el Presidente del Consejo de Castilla. Casi al mismo tiempo, empezó
análoga campaña en México, especialmente en Puebla de los Angeles. En 1689,
pidieron al Papa la beatificación de Palafox 18 prelados españoles, a cuya
cabeza figuraba el Cardenal Portocarrero, así como una gran parte de los
cabildos catedrales y de las ciudades de España; y en 1691, llegaron, a su vez,
a Roma las instancias del Virrey de la Nueva España, Conde de Gaive, y de
numerosos prelados, cabildos y ciudades de México. En vista de ello, el 11 de
agosto del mismo año, la Sagrada Congregación de Ritos. con la anuencia del
Papa Inocencio XII, decretó que se pudiese tratar de la formación de una
comisión que se encargase de estudiar la causa de la beatificación de nuestro
paisano.
Sin embargo, hasta 1698 no se introdujo
dicho proceso en la citada Congregación, actuando como ponente el Cardenal
Casanate (Jerónimo), oriundo de Tarazona, el cual murió dos años después.
¿Por qué semejante retraso? Es porque
los jesuitas, que no perdonaban a Palafox ni después de muerto, habían
comenzado a organizar la oposición a tal proceso y en efecto, el mismo año de
1698, con fecha del 26 de julio, el P. González de Santalla (Tirso), XIII
Prepósito General de la Compañía de Jesús, escribió una carta desde Roma, al
Rey Carlos II de España, pronunciándose categóricamente contra la beatificación
de nuestro paisano. ¡Y eso que el Rey Carlos II se había ya declarado en su
favor! Así, pues, el asunto se fue retardando año tras año, entre la
obstrucción de la Compañía de Jesús y la actividad de los palafoxistas. Hasta
que en 1759 subió al trono de España Carlos III, que era un fervoroso admirador
de Palafox, y las cosas cambiaron por completo, pues el Monarca acalló a la
oposición jesuítica y escribió personalmente al Papa Clemente XIII, pidiéndole
la canonización de Palafox. Entonces la Congregación Romana correspondiente
aprobó, por de pronto, el 9 de diciembre de 1760, todas las obras y escritos de
nuestro paisano, algunos de los cuales habían sido puestos anteriormente en
entredicho, por intrigas de los jesuitas; y el 12 de septiembre de 1167, siendo
ponente de la causa el Cardenal Ganganelli, Clemente XIII aprobó la fama de
santidad, virtudes y milagros en general del Venerable Palafox. Dos años
después, murió este Pontífice, sucediéndole precisamente Ganganelli, con el
nombre de Clemente XIV; y a fines de 1771, se celebró, en presencia suya, la
congregación antepreparatoria acerca de las virtudes heroicas de Palafox.
Naturalmente, el resultado no pudo ser más halagüeño, puesto que el propio Papa
continuaba siendo el ponente de la causa. Así, pues, los palafoxistas echaron
prematuramente las campanas a vuelo y no dudando ya del éxito de sus anhelos y
gestiones, empezaron a edificar en el trasaltar de la catedral del Burgo de
Osma, una magnífica capilla ‑ consagrada actualmente a la inmaculada Concepción
- la cual sería dedicada al futuro Beato Juan de Palafox. EI propio Rey Carlos
III contribuyó a las obras, con un donativo particular de mil doblones de oro.
Pero en 1774, murió Clemente XIV y el
panorama cambió, de manera que, cuando el 28 de enero de 1777, siendo ahora
ponente el Cardenal Negroni, se reunió la Congregación general de Cardenales,
para la declaración definitiva de las virtudes en grado heroico del Venerable
Palafox, la votación no fue completamente favorable. ¿Por qué? Al decir del
Embajador en Roma, don José Nicolás de Azara, por la presión en contra de la
Compañía de Jesús, la cual, aunque disuelta en 1773, continuaba teniendo gran
influencia en el Colegio Cardenalicio. En vista del resultado, el Papa Pío VI
no se atrevió a tomar una decisión dirimente y la causa de beatificación de
nuestro paisano quedó suspendida sine die.
¿Se reanudará algún día? ¡Quién sabe!
Desde luego, no es absolutamente imposible; pero mucho me temo que, si no surge
algún Cardenal o algún Papa fiterano, dicha causa continúe durmiendo el sueño
de los justos, en los archivos del Vaticano, por los siglos de los siglos.....
LA INFANCIA FITERANA
DEL
VENERABLE PALAFOX
Manuel García Sesma, 1989
Manuel García Sesma, 1989
(“Investigaciones
Históricas sobre Fitero”, V. II, C. IV. 1989.)
I. Antecedentes
Casi toda la infancia de Don Juan de
Palafox y Mendoza está rodeada y envuelta en misterios. Por de pronto, sigue
siendo un enigma cuál y cómo se llamó su verdadera madre. Son personajes
enigmáticos los que salvaron y cuidaron a Juanico Navarro (su nombre fiterano).
La partida de su bautismo es sibilina. Sus padrinos también son personas
nebulosas, etc.
Como es sabido, el futuro Virrey de
Méjico nació en los Baños Viejos, el 24 de junio de 1600. Fue hijo natural de
Don Pedro Jaime de Palafox y Rebolledo, futuro II Marqués de Ariza, y de una
señora de rango distinguido. Su padre lo reconoció y se lo llevó al castillo de
Ariza, en el otoño de 1609. De manera que vivió en nuestra Villa nueve años y
pico; es decir, toda su infancia, residiendo en la casa nº 33 de la antigua
Calle del Medio, rebautizada Calle
Palafox, por acuerdo municipal del 30 de septiembre de 1903. Las placas
costaron 15´25 ptas.
II. El
ambiente de Fitero en la infancia de Palafox.
A la sazón, la Villa de Fitero era un
abadengo; o sea, un pueblo del que el Abad del Monasterio Cisterciense era el
Señor temporal y espiritual. Dicho Abad era entonces un pamplonés muy
ilustrado: Fr. Ignacio Fermín de Ibero, el cual rigió la Abadía desde 1592
hasta 1612, en el que falleció; es decir, durante toda la infancia de Palafox.
Consta que Fitero tenía entonces unos 320 vecinos; y en 1610, unos 350, según
el testimonio de dicho Abad. Una buena
parte vivían en el casco más viejo del pueblo: el Cortijo, el Barrio Bajo, los
Charquillos, San Antón y callejuelas adyacentes; y la otra en el casco más
reciente: Carnicería, calle del Carmen, de la Loba, de En Medio y del Juego de
Pelota. La mayoría se dedicaban a la agricultura y un buen número eran
censatarios del Monasterio. En éste, se estaban construyendo, por entonces, el
Sobreclaustro, el Refectorio Nuevo y el amurallado y almenado del recinto
conventual; y en la iglesia, se estaba terminando la sillería del coro alto.
Los médicos de la infancia de Palafox fueron los doctores Miguel Fuertes,
Andrés Asturiano y el Licenciado Roncal; y los cirujanos, Juan y Pedro Ximénez.
El boticario era Diego Navarro. Había una escuela de niños (de 5 años en
adelante), que estuvo a cargo, durante el primer decenio del siglo XVII, de los
Maestros Domingo de Espinaga, Bertodano y Juan de Ureña. A la sazón, 1 almud de
alubias costaba 1 real; 1 gallina, 2 reales; 1 cántaro de vino, 4 reales; y 1
robo de trigo, 5.
En este ambiente, nació y se crió
Juanico Navarro.
III. El enigma de la madre de Palafox.
¿Quién
fue y cómo se llamó su madre...? Existen dos versiones. La más antigua afirma
que fue Doña Lucrecia de Mendoza; y la más moderna, que lo fue Doña Ana de
Casamate o Casanate. (De los dos últimos biógrafos más documentados de Palafox,
que son D. Francisco Sánchez‑Castañer y Sor Cristina de la Cruz de Arteaga, el
1º la apellida Casamate; y la 2ª Casanate). Anotemos por anticipado que ni
Palafox en su Vida interior ni el P. Antonio González de Rosende en su primera
biografía publicada de nuestro paisano, dan ningún nombre de su madre ([2]).
Entre
los partidarios de la maternidad de Doña Lucrecia de Mendoza, figuran el
biógrafo palafoxiano, Fr. Guillermo Bartoli, dominico italiano; Fr. Antonio de
los Reyes, carmelita descalzo español, que tradujo la obra de Bartoli al
castellano, añadiéndole un Apéndice interesante; y el catedrático de la
Universidad Complutense, Dn. Francisco Sánchez‑Castañer; y entre los
partidarios de Doña Ana de Casanate, se cuentan D. Florencio Jardiel, antiguo
Deán de la Catedral del Pilar de Zaragoza, el historiógrafo mexicano, D. Genaro
García y Sor Cristina de la Cruz de Arteaga, escritora y Priora del Monasterio
de monjas jerónimas de Santa Paula de Sevilla. Examinemos someramente sus
argumentos.
Fr.
Guillermo Bartoli y Fr. Antonio de los Reyes, defensores de Doña Lucrecia, se
basan en las declaraciones de dos testigos del proceso incoado para la
beatificación de Palafox e introducido ante la Sagrada Congregación de Ritos en
1698. Estos dos testigos fueron los prebendados de la Catedral de Burgo de
Osma, D. Pedro Martínez Arúe y D. Andrés García, los cuales afirmaron que la
madre del Venerable fue Doña Lucrecia de Mendoza. El primero “lo sabe por
noticias confusas”; y el segundo lo afirma con certeza ([3]).
Fr. Antonio de los Reyes añade en su Apéndice a la biografía palafoxiana de
Bartoli una revelación sensacional, y es que, siendo Palafox Obispo de Osma,
“preguntado por un confidente suyo, prebendado de aquella Iglesia, quién fue su
madre, respondió que Doña Lucrecia de Mendoza” ([4]).
¿Pero ya hubo, en efecto, tal pregunta
impertinente y nada diplomática, siendo notorio que el Venerable fue un hijo
natural...? La verdad, a nosotros nos cuesta mucho creerlo.
E1 Sr. Sánchez‑Castañer ha creído
encontrar un argumento definitivo en la primera biografía de Palafox,
manuscrita y todavía inédita, debida al P. Gregorio Argáiz, historiador
benedictino, que fue algunas veces confesor Capellán de Palafox hasta el último
día de su vida. Pues bien, el P. Argáiz, escribe que Palafox “fue hijo de D.
Jaime de Palafox y Rebolledo, Marqués de Ariza, y de Doña N. de Mendoza, señora
de igual nobleza” ([5]). Pero, como se ve, no dice su nombre de pila.
A esto replica el Sr. Sánchez‑Castañer que lo oculta por respeto.¿Por respeto
o porque no lo sabía...?, pues resulta que la biografía del P. Argáiz está
escrita en 1660 y que el Venerable había muerto el 1-X‑1659; por consiguiente, no tenía por qué
andarse ya con respetos y remilgos, sobre todo, tratándose de una biografía
manuscrita que no sabía si se publicaría algún día y que, en efecto, no lo ha
sido todavía. A nosotros nos parece lo más natural del mundo que el P. Argáiz
no supiese el nombre de pila de la madre de Palafox y que lo apellidara
Mendoza, por ser el segundo apellido que usaba el Venerable, como si hubiera
sido el de su madre.
Sor Cristina de la Cruz de Arteaga
comenta a propósito de la supuesta respuesta palafoxiana a la indiscreta
pregunta del anónimo prebendado de Osma, que Palafox, a lo mejor, pudo
responder que su primera madre fue Doña Lucrecia de Moncada, su amantísima tía,
esposa del Señor de Ariza, D. Francisco de Palafox, I Marqués de Ariza, “y que
el apellido era fácil de confundir con el de Mendoza” ([6]).
Esta explicación nos parece banal, porque, entre Moncada y Mendoza, hay una
clara diferencia fonética y gráfica.
Por lo demás, poco o nada
se sabe de los antecedentes de Doña Lucrecia, por lo que concluye Sor Cristina
de Arteaga que su personalidad puede considerarse un mito. De todos modos, es
un poco extraño que este mito haya durado, sin contradicción, más de dos
siglos. Es cierto que el P. Bartoli no es un biógrafo muy fiable, pues hace
gratuitamente Marquesa a Doña
Lucrecia y afirma, con desparpajo que se casó con su seductor, después del
parto de Palafox, lo cual es completamente falso, pues Don Jaime de Palafox se
casó, ya el 18 de julio de 1606, con su joven sobrina, Doña Ana de Palafox
Doris Blanes, Señora de Cotes, de la que tuvo dos hijos: Juan y Lucrecia.
En resumidas cuentas, es posible que la
madre del Venerable Palafox se llamase Doña Lucrecia de Mendoza; pero no lo
sabemos de seguro.
Y
vamos con la segunda versión; o sea, la de que su madre fue Doña Ana de
Casamate o Casanate. De ésta sabemos bastantes cosas. Por de pronto que fue
hija del Dr. Francisco de Casanate y de su esposa, Isabel de Espés: los tres de
Tarazona, y que nació en esta ciudad, el 17‑XI‑1570. Muy joven todavía, se casó
con un señor, apellidado Mendieta, del que tuvo dos hijas, de las que solo
sobrevivió la más pequeña. Se quedó viuda prematuramente: una viuda joven,
hermosa, rica y culta, aventajada en literatura, labores y pintura. En el otoño
de 1599, tuvo su efímera aventura amorosa con D. Pedro Jaime de Palafox, y
arrepentida después de ella, ingresó en un convento de carmelitas descalzas y
murió en Zaragoza en 1638.
El
primer biógrafo palafoxiano que lanzó la
especie de que la madre del Venerable se llamó en el siglo Ana de Casanate, fue
el ya citado Déan del Pilar de Zaragoza, D. Florencio Jardiel, en una
conferencia que dio en el Ateneo de Madrid, el 21‑III‑1892, con motivo del
Descubrimiento de América, en su 4º Centenario. Versó sobre El Venerable Palafox y fue publicada el mismo año, en un
folleto de 44 páginas, por los Sucesores de Rivadeneyra.
El canónigo Jardiel no aduce, en favor
de su aserción, ningún documento que la verifique, sino que se fija en una
serie de detalles que da el mismo Palafox acerca de su madre, aunque sin
nombrarla, en su Vida interior, y que coinciden, en buena parte, con los de una
religiosa, carmelita descalza, llamada Ana
de la Madre de Dios, identificándola con ella. En realidad, esa
identificación la habían hecho ya los editores carmelitas de las Obras
Completas del Venerable Palafox, publicadas en Madrid, en 14 volúmenes, en
1762. En efecto, en el mismo Prólogo (nº VIII) se asienta que “el Venerable
Obispo tuvo en los claustros de la Reforma de Santa Teresa, a su madre, que se
llamó en la religión, Ana de la Madre de
Dios, Carmelita Descalza en el convento de Santa Ana de Tarazona y después,
fundadora del de Santa Teresa de Zaragoza” ([7]).
Este último era conocido popularmente por el Convento de las Fecetas, porque se
debió su iniciativa a D. Diego Fecet ([8]).
Ahora bien, según el Libro de Ingresos y Defunciones de las Religiosas
Carmelitas de Zaragoza (pp. 35‑36), que manejó el Déan Jardiel, dicha religiosa
se llamó en el siglo Ana de Casanate.
El historiógrafo mexicano D. Genaro
García, en su notable biografía, Don Juan
de Palafox y Mendoza, Obispo de Puebla y
Osma, visitador y Virrey de la Nueva España, aceptó la versión de Jardiel,
pero sin aportar ningún documento nuevo; y algo parecido ha hecho Sor Cristina
de la Cruz de Arteaga, en varios escritos y, sobre todo, en su monumental libro
póstumo, Una Mitra sobre dos Mundos: la
del Venerable Don Juan de Palafox y Mendoza (Sevilla, Gráficas Salesianas,
1985), ampliando y reforzando considerablemente la tesis de Jardiel.
Sin embargo, la prueba fundamental
sigue siendo la misma: la identificación de la religiosa carmelita, Ana de la
Madre de Dios, con la Sra. Ana de Casanate.
A esa identificación, el Sr. Sánchez‑Castañer,
en su opúsculo, La Madre del Virrey de
Nueva España, Juan de Palafox y Mendoza, apoyándose en el Apéndice del P.
Antonio de los Reyes a la biografía palafoxiana de Bartoli, opone varias
objeciones, de las que recogemos y ampliamos las siguientes:
1)
Efectivamente, Ana de Casanate
estuvo en los Baños de Fitero, para curarse de una hidropesía, pero lo hizo el 27 de junio de
1601, según el “Libro de Luis de Casanate, de memorias necesarias de su casa”;
es decir, un año y tres días después del nacimiento del Venerable.
A esto replica Sor Cristina que “la fecha desconcierta, pero es fácil
equivocarla en estas memorias familiares, que se apuntan a posteriori” ([9]).
Pero hay otros detalles que también desconciertan, como son la diferencia entre
hidropesía y embarazo, y en el caso de éste, que viniese a los Baños con
algunas criadas, como afirma el P. González de Rosende; es decir, con unos
malos testigos del parto que se quería ocultar o, como dice el mismo biógrafo,
de quien no era posible esconderse el secreto, que hacía tanto bulto” ([10]).
2) Según afirma Palafox en su
autobiografía, su madre estuvo 30 años en religión y fue prelada diversas
veces. Pues bien, Ana de la Madre de Dios estuvo 38 años y solo fue prelada una
vez.
3) Por otra parte, ¿cómo se explica
que, a pesar de la clausura, siendo monja de las Carmelitas Descalzas de
Tarazona, no tratase de ver y conocer a su hijo, el cual estudiaba entonces en
el Colegio de San Gaudioso de la misma ciudad...?
4) El Cardenal Jerónimo de Casanate,
familiar bien cercano de la monja del mismo apellido, fue el primer ponente de
la causa de beatificación de Palafox, en 1689, y sin embargo, no se hizo eco de
la posible maternidad de su pariente, respecto al Venerable .
Palafox jamás usó como su segundo
apellido Casanate o Casamate, sino Mendoza
([11]). Y aquí
viene la dificultad peor, pues si su madre se apellidaba Casanate, ¿de dónde le
vino a Palafox el apellido Mendoza...?
Sor Cristina de Arteaga escribe a este
propósito que, “durante toda su juventud, él se firmó exclusivamente con el
apellido paterno. Más tarde, al verse en las Cortes de Monzón convidado por el
Conde‑Duque (de Olivares) a ir a establecerse en Madrid, comprenderá la
conveniencia de buscarse un enlace castellano, que contribuya a su feliz
carrera. Mendoza figuraba en el árbol familiar, con la honra debida, en la
persona de Doña María de Mendoza, su tatarabuela, hija del Conde de Monteagudo.
En cuatro Cardenales de este nombre, había alcanzado gran resonancia su fama
eclesiástica. Debió Don Juan consu1tar su propósito en reunión familiar. Porque
sorprende en 1625 la primera carta de Doña Lucrecia de Palafox, dirigida a Don
Juan de Palafox y Mendoza, mi hermano”
([12]).
Esta explicación es ingeniosa, pero
bastante extraña y para nosotros, poco convincente.
En fin, nos quedamos en la duda.
IV. Las partidas de bautismo de Palafox.
La primitiva data del 29‑VI‑1600
y consta en el folio 66 v. del Libro II de Bautizados, Confirmados y Casados,
desde 1584 hasta 1623, conservado en el Archivo Parroquial de Fitero. Dice así:
“El mesmo día, se baptizó un niño que
estubo a cargo de Juan Francés y Casilda. Fueron los padrinos Miguel de Cuenca
y Casilda. Llamóse Juan, el qual es hijo de Don Jaime de Palafox, Marqués de
Ariza ‑ Firmado: Fr. Miguel de Bea, Vicario”. (En el margen izquierdo, hay
unas tachaduras, que borran el primitivo apellido Navarro, que usó en su
infancia Palafox).
Como se ve, es una partida de bautismo bastante sibilina,
como la calificamos anteriormente; es decir, oscura y misteriosa, pues no dice
claramente quiénes fueron sus padres. Por lo mismo, no es de extrañar que haya
extraviado a dos de los mejores biógrafos modernos de Palafox: Genaro García y
Francisco Sánchez‑Castañer, y también a nosotros mismos, que nos fiamos de
ellos, cuando vivíamos en Méjico y compusimos en Morelia, el 27‑V‑1953, el poema La Infancia del Venerable Palafox
(pp. 57‑61 de nuestro POEMARIO FITERANO)
y más tarde, el resumen biográfico de las pp. 198‑206 del mismo libro ([13]). EI extravío consistió en tomar
como salvadores y padres adoptivos a Juan Francés y a su esposa Casilda, lo
cual no es cierto, pues su padre adoptivo fue Pedro Navarro como lo consignó ya
el P. Antonio González de Rosende y lo ha demostrado irrefutablemente Sor
Cristina de la Cruz de Arteaga. Una de las pruebas es la nueva partida de
bautismo que se sacó para el Archivo del castillo de Ariza el 19‑VIII‑1609,
autentificada en Tarazona, por el Dr. Gaspar Navarro, el 28‑X‑1609, en la que
se añade a la primitiva, bajo la firma de Fr. Juan de Alegría, Vicario, que “el
niño estuvo a cargo de Juan Francés y Casilda, su mujer, en que se le encomendó
Pedro Navarro Vañero, y fueron sus
padrinos Miguel de Cuenca y Casilda Guerrero” ([14]).
Por cierto que es un poco extraño, aunque no
lo dudamos, que firmara esta segunda partida de bautismo Fr. Juan de Alegría,
cuya firma aparece, repetidas veces, en el Libro II citado de la Parroquia,
desde el 22‑IV‑1606 hasta el 17‑IV‑1607; pero, desde esta última fecha, hasta
el 18‑IV‑1610, la firma que se lee al pie de cada folio, es la de Fr. Martín
Gil.
V. Las leyendas de la salvación del
recién nacido
Las propagó el P. Antonio González de
Rosende, en su clásica biografía palafoxiana. Desde luego, no hay duda de que
la madre del Venerable Palafox vino a los Baños de Fitero, con la intención de
dar a luz en secreto y desembarazarse del recién nacido, arrojándolo al río
Alhama. En eso convienen todos los biógrafos y el mismo Palafox, en su Vida interior. Ahora bien, el P.
Rosende, contradiciendo su propia versión de que Pedro Navarro sorprendió a la
criada que iba a realizarlo, envuelto en una cesta de ropa blanca que llevaban
a lavar, agrega que lo dejaron en el campo algún tiempo, cubierta la cesta con
algunas yerbas, o creyendo ahogarle con esta diligencia antes de arrojarlo al
río o esperando la oportunidad de la hora para ejecutarlo. Y todavía recoge
este cuento melodramático y maravilloso: “Algunos han llegado a persuadirse que
tuvo ejecución el intento y que la criada arrojó la cesta en el río, cuyas
rápidas ondas la recibieron sin hundirla, condensándose para sustentarla, y que
vino a parar y a tomar puerto en un molino, con que, asombrados del prodigio
los molineros, recogieron la cesta y hallando dentro de ella un niño, que
lloraba el naufragio que no conocía, le escaparon en la caricia y abrigo de los
brazos” ([15]).
Para refutar estas leyendas, baste
saber que, a la sazón, la casa de los Baños Viejos era mezquina, en frase del
historiador Manuel Abella ([16]);
es decir, pequeña y sin comodidades, y que, en julio de 1598, esto es, dos años
antes del nacimiento de Palafox, solo albergaba 8 bañistas ([17]),
a los que daban recado los bañeros, Pedro Navarro y su mujer, Ana de San Juan,
controlándolos por completo. Así, pues, no es fácil que no se dieran cuenta del
estado avanzado de embarazo en que llegó la madre de Palafox, aunque lo
disimulase con un guardainfante, y menos aún del parto, que ocurrió a las 8 de
la mañana del 24‑VI‑1600. A esa hora, Pedro y su mujer estaban ya seguramente
levantados de la cama, y probablemente algunos bañistas, los cuales debieron
oír los lloros y chillidos del niño y, tal vez, algunos gritos de la
parturienta. De manera que, aun cuando la criada fuese a tirar al recién nacido
al río, en medio de las tinieblas de la noche, como afirma el P. Rosende, el
bañero, Pedro Navarro, alertado ya y barruntándose que aquellas mujeres
tramaban algo feo, al ver que trataban de ocultar el nacimiento, vigiló
atentamente sus movimientos y se fue tras la criada, sorprendiéndola en el
camino del río e impidiéndole consumar el infanticidio. Esto debió ser la
realidad y lo demás, puro cuento.
Algún lector me preguntará: ¿Y por qué
salvó al niño Pedro Navarro...? En primer lugar, por salvar su responsabilidad,
porque, si se descubría el crimen, él sería acusado, por lo menos, de
negligente o de encubridor. Por otra parte, al hacer cantar a la criada y
enterarse de que estaban involucrados en el feo asunto personajes importantes,
decidió incluso adoptar al niño, esperando sacar provecho de esta
determinación, como así ocurrió.
No
descartamos que, en la salvación del niño, influyera también un sentimiento de
humanidad; pero no fue su único móvil, como han propalado algunos biógrafos.
Pedro Navarro sabía ya más que algo acerca de esta clase de enredos, como vamos
a ver en el párrafo siguiente.
VI. Los familiares fiteranos del niño Juanico Navarro.
Hacia 1976, nos tomamos el trabajo de
hacer averiguaciones a fondo acerca de los vecinos de Fitero, relacionados con
la infancia de Palafox. Para ello registramos de cabo a rabo los tres libros
parroquiales siguientes: 1) Libro de
Bautizados y Casados de 1547 a 1584 (los primeros, de 1547 a 1584; y los
segundos, de 1552 a 1583 inclusive); 2) Libro
II de Bautizados, Confirmados y Casados de 1584 a 1623; 3) Libro III de Casados y I de Difuntos.
Por otra parte, proseguimos nuestras
investigaciones en el Archivo de Protocolos de Tudela.
En
1978, comunicamos, por carta del 3‑IX ([18]),
nuestros hallazgos más importantes a la distinguida escritora y biógrafa del
Venerable Palafox, Sor Cristina de la Cruz de Arteaga, Priora del Monasterio de
monjas jerónimas de Santa Paula, de Sevilla ([19]).
Todos ellos figuran en su grandiosa biografía palafoxiana, Una Mitra sobre dos Mundos, recogidos en varias notas de las
páginas 4, 5 y 29, en las que nos cita nominalmente cinco veces ([20]).
Por supuesto, no le comunicamos toda la información descubierta, reservándonos
algunos detalles que nos parecieron y nos parecen sospechosos. Dicha
información se refiere al salvador y padre adoptivo de Palafox, Pedro Navarro,
y a su mujer, Ana de San Juan; a los esposos Juan Francés y Casilda Guerrero,
que se cuidaron, en un principio, del recién nacido; a Miguel de Cuenca, que lo
apadrinó, juntamente con Casilda; y a su nodriza, María Navarro.
Nuestras investigaciones no fueron
fáciles, pues, para empezar, nos encontramos con la sorpresa de que, cuando
nació Palafox, había en el pueblo 10 vecinos, mayores de edad, llamados Pedro
Navarro, sin segundo apellido, que no se usaba entonces, de los cuales nueve
estaban ya casados, y el décimo se casó al año siguiente. ¿Cuál de ellos fue el
que salvó y adoptó a Palafox...? Por añadidura, nos tropezamos con cuatro
vecinas mayores, llamadas Ana de San Juan, como la esposa de Pedro Navarro.
¿Cuál fue la mujer de éste...? Por fortuna, encontramos una buena pista en un
pequeño detalle ambiguo de la 2ª partida de bautismo de Palafox, sacada para el
Archivo del castillo de Ariza, cuando fue reconocido por su padre: Pedro Navarro Vañero. Este Vañero
no era su segundo apellido, inusitado entonces, sino su oficio: Bañero de los Baños Viejos, pues, en
unos curiosos documentos de junio de 1598, titulados
Autos de los milagros de San Pedro del Baño, que habíamos extractado en el
archivo de Protocolos de Tudela, consta que los bañeros de entonces eran Pedro
Navarro y Ana de San Juan, su mujer ([21]).
¿Desde cuándo...? No lo sabemos. También ignoramos el año en que nació Pedro
Navarro, aunque es lo más probable, por ciertos detalles, señalados en las
cartas familiares de Palafox, que fue en 1555 y que su padre se llamó Juan
Navarro ([22]). Pedro y
Ana se casaron el 17‑X‑1571, siendo sus padrinos Juan de Coloma y Mari Navarro,
vecinos del pueblo ([23]).
Entre 1573 y 1590, tuvieron ocho hijos:
5 varones y 3 mujeres ([24]),
de los cuales debieron morir en la infancia dos, que aparecen repetidos con el
mismo nombre: María, bautizada el 20 de enero de 1573; y Pedro, bautizado el II
de febrero de 1578. En la partida de bautismo del hijo, se dice que Pedro
Navarro era entonces sastre. Y ahora viene una incógnita inquietante, pues,
tres meses después, se consigna el bautizo de una hija, llamada María, cuyos
padrinos
fueron
Gracián Navarro y Francisca Navarra ([25])
; es decir, los mismos que el del 4º hijo. Es evidente que esta niña no podía
ser hija del matrimonio, sino de una pareja anónima que se quería ocultar.
Palafox llama, en su autobiografía, a
Pedro Navarro “un venerable viejo” ([26]).
Es probable que lo fuera, cuando redactó su Vida interior, pero no cuando nació él, pues su padre putativo solo
tenía entonces unos 45 años. Añade que “crióse
pobre, porque lo era quien lo criaba”. Efectivamente, no era, a la sazón,
un hombre rico, pues su primer oficio de sastre no le debía proporcionar muchos
ingresos, dado que tenía en el pueblo dos competidores más: Francisco el Sastre
y Medrano el Sastre. Pero fue protegido
por la Abadía, que le nombró Guarda Mayor de los Montes y bañero de los Baños
Viejos. Por otro lado, Pedro Navarro era, al parecer, un buen buscavidas y
sabía sacar dinero de otras fuentes. Consta que, en 1591, hizo un préstamo de
15 ducados a Juan Francés ([27]).
Quince ducados equivalían a 165 reales en moneda de Navarra, y esos préstamos
no los podía hacer un pobre corriente. Agreguemos que la adopción de Palafox
constituyó para Pedro Navarro una verdadera mina. Asegura el P. Rosende que la
madre del Venerable, al enterarse de que vivía su hijo, arrepentida ya y
teniendo noticias de la casa en que vivía asistió a su crianza con algunos
socorros considerables; y que, más tarde, su padre “vino a conocer a su hijo a
Fitero y recompensó largamente las caricias piadosas con que le educaron, en
las comodidades con que su generosidad dejó, por muchos años, a aquella honrada
familia, favorecida” ([28]).
En cuanto al puesto de bañero, lo debió
ocupar bastantes años, puesto que todavía lo era en 1624. En efecto, en una
lacónica partida de defunción de una de sus hijas, cuyo nombre se omite, se
lee: “E1 15 de noviembre de 1624, murió una hija de Pedro Navarro, bañero” ([29]).
Por su parte, Palafox no lo olvidó
nunca. Incluso se lo llevó consigo, en su viaje a Alemania, cuando en 1629,
Palafox acompañó como capellán y limosnero, a la Infanta Doña María de Austria,
hermana de Felipe IV, cuando ésta fue a casarse con Fernando III, Rey de Hungría.
Palafox se lo recordaba, en una carta de recomendación, fechada el 10‑VIII‑1638
a su hermano, el III Marqués de Ariza, en la que le decía que “al fin me ha
criado a mí y yo a Vª Sª, y nos sirvió mucho y bien en la jornada de Alemania”
([30]).
Esta jornada duró casi dos años, durante
los cuales visitó no pocos países de Europa: Francia, Flandes, Italia,
Alemania, Hungría, Suecia, etc.
Cuando Palafox estuvo estudiando, de 1610 a 1615, en el
Colegio de San Gaudioso de Tarazona, le sirvió de lavandera y planchadora una
hija de Pedro Navarro. Así se lo comunicaba a su padre en una carta del 4‑VI‑1613.
“E1 que tiene más cuidado de que yo vaya
limpio ‑le decía‑ es Pedro Navarro,
porque, como Vª Sª bien sabe, como anda aquí todo tan espeso y como está tan
cerca, no hace sino, cada semana, enviar a una hija suya por los paños y tiene
cuidado de que cada semana me mude de camisa y balona” ([31]). No cita el nombre, pero es
probable que fuera Andresa Navarro, que, en 1610, tenía 25 años, pues la menor
tenía 20 (se llamaba Isabel) y no es fácil que la dejasen ir sola, cada semana,
de Fitero a Tarazona, a pie o en una acémila. También es probable que fuese
Andresa a la que se refiere una nota del tomo I de las Obras Completas de Palafox, durante la estancia de éste en Madrid,
como Fiscal del Consejo de Guerra y, a continuación, del de Indias. Dice así:
“Cuando servía Palafox en los Consejos cuidaba de disponerle la comida y la
limpieza de la ropa una doncella virtuosa, de edad provecta y hábito muy honrado. Era hija de Pedro Navarro el Viejo,
el que lo libró de la muerte y crió al Venerable en su casa y con sus hijos,
los primeros años de su vida, y ésta vivía con una criada en una casa inmediata
y ministraba lo que se ofrecía, por una ventana pequeña, que caía a la del
Venerable Ministro” ([32]). Esta “doncella virtuosa, de edad
provecta” creemos que fuese Andresa, porque Palafox fue Fiscal de dichos
Consejos, desde mediados de noviembre de 1626 hasta comienzos de abril de 1640,
en que marchó a México. Ahora bien, en 1626, Andresa tenía ya 41 años; y en
1640, cumplió 55. De manera que sirvió a Palafox en la Corte, durante 14 años;
y es de suponer que, al trasladarse a la Nueva España, no la dejó en el desamparo.
Hacia el final de la primavera de 1638,
Pedro Navarro, que ya tenía 83 años, debió caer enfermo y Palafox lo recomendó
a su hermano, el III Marqués de Ariza, “si acaso fuese a esa Villa a
convalecer”. Esta Villa era Ariza, y la carta lleva fecha de 10 de julio de
dicho año. Todavía le insistió en otra carta del 12 de septiembre siguiente,
diciéndole: “Lo que toca a Pedro
Navarro, no tiene Vª Sª de darle cuidado, porque no quiero yo que tenga otro
oficio que el darle el brazo a mi hermana y acudir a lo que Vª Sª mandare y
tener cuidado del niño (sobrino de Palafox) y no ha menester gastar Vª Sª con
él más que sustentarle, que lo que es vestido, gages y salario, yo se lo daré”.
Aún insistió el 25 del mismo mes, en que acogiera bien a Pedro Navarro, “en
llegando a ese castillo, porque es la persona a quien yo más quiero” ([33]),
pidiéndole que le diese “un vestido de terciopelo negro, para que luzca”. De
esta carta se desprende que, efectivamente, Pedro Navarro se trasladó entonces
a Ariza.
Durante su enfermedad, Pedro
Navarro debió hacer testamento en Fitero, a juzgar por una referencia al folio
441 del Protocolo de Miguel Urquizu de 1638, en el que se encontraba el
testamento de un Pedro Navarro,
Granadino Mayor (sic.). Dicha referencia figura en un Inventario de las
escrituras de ese año y de otros; pero, al buscarlo nosotros en el Protocolo de
1638, resultó que había desaparecido.
¿Murió, por fin, Pedro Navarro en Ariza
o en Fitero...? Lo ignoramos. En el Libro III de Casados y I de Difuntos de la Parroquia, que alcanza
hasta los fallecidos en 1645, figura en el folio 304, una lacónica partida de
defunción que reza así: “Pedro Navarro murió el 16 de septiembre de 1644 y se
le hizo entierro ordinario, en el cementerio”. La firma el Vicario Fr. Juan
Urdín. Si se refiriera al padre adoptivo de Palafox, es claro que éste habría
muerto a los 89 años. Pero dudamos mucho de que se le hubiera hecho un entierro
ordinario, en el cementerio, y no dentro de la iglesia, como se venía haciendo
con los vecinos algo acomodados, desde hacía una veintena de años. En fin de
cuentas, tenemos que confesar que no sabemos cuándo ni dónde falleció.
María Navarro, nodriza de Palafox.
Y vamos a ocuparnos de los otros
familiares de la infancia de Palafox. Por de pronto, de su nodriza. El P.
González de Rosende afirma que fue una “prima hermana” de Pedro Navarro,
llamada María Navarra. Por entonces, “se hallaba criando un hijo; adoptó al
advenedizo por propio y le dio el pecho todo el tiempo que para ello tuvo
disposición, que fueron solamente nueve meses, porque, al cabo, se sintió
nuevamente preñada y así fue forzoso destetarle, por no ser posible vencer que
mamara de otro pecho” ([34]).
Nosotros no estamos muy seguros de que
la nodriza, María Navarro, fuese “prima hermana” de Pedro Navarro y hasta
sospechamos que se trata de la misteriosa niña, del mismo nombre, atribuida a
Pedro Navarro y a su mujer, y bautizada el 6‑XI‑1580 ([35]),
como ya hemos anotado anteriormente. En todo caso, es cierto que la nodriza
María Navarro se casó hacia 1598 con Jerónimo López y tuvieron un hijo, que fue
bautizado el 17‑X‑1599, con el nombre de Cosme, siendo sus padrinos
precisamente Pedro Navarro – padre adoptivo de Palafox – y Catalina Melero ([36]).
Ahora bien, como Palafox nació el 24‑VI‑1600, es decir, nueve meses después, es
evidente que María Navarro estaba en condiciones de amamantar al pequeño
Juanico y, por consiguiente, que Palafox fue hermano de leche de Cosme López.
Juan Francés y Casilda Guerrero,
padrinos de Palafox.
Vamos a ocuparnos, a continuación, del
matrimonio, Juan Francés y Casilda Guerrero. Ya hemos visto que, en la partida
de bautismo de Palafox, se hace constar que estuvo a cargo de Juan Francés y
Casilda, y que Casilda fue su madrina. También son una pareja misteriosa.
¿Cuándo y dónde nacieron ambos...?
Ninguno de los dos aparece entre los bautizados en Fitero entre 1555 y 1584.
Ahora bien, como se casaron en 1591, y, al parecer, se casaron jóvenes, tenían
que haber nacido entre esos años. Tampoco se sabe nada de los padres de Casilda
Guerrero, pero consta que tenía hermanos que no vivían en Fitero, y unos tíos
en Corella, llamados Juan y Catalina Navarro. Por otra parte, Pedro Navarro ‑el
padre adoptivo de Palafox‑ aparece como tutor de Casilda en Fitero. Y uno no
puede menos de hacerse esta pregunta: ¿y cómo se explica que teniendo hermanos
y tíos fuera de Fitero, viviese Casilda en el pueblo, como si fuera una menor,
huérfana de padre y madre, bajo la tutela de Pedro Navarro...? La verdad, no lo
comprendemos. La partida de casamiento de Juan Francés y Casilda Guerrero
también tiene su misterio. Dice así: “E1
7 de julio de 1591, se casaron Juan Francés y Casilda Navarra (sic). Fueron
testigos Andrés de Cuenca y Francisca
Barea ‑ Miguel de Bea, Vicario” ([37]).
Es decir que, en lugar de escribir Casilda Guerrero, se consigna Casilda
Navarra, ocultándose su verdadero apellido y poniéndole el de su tutor,
feminizándolo. ¿Por qué...? Nuevos misterios. Pero todavía hay más. Ya hemos anotado que no logramos
localizar la partida de bautismo de Juan Francés; pero ahora resulta que su
padre había abandonado a su madre, Mari Pérez, y a él mismo ‑ recién nacido o
por nacre- y estate en parade desconocido, desde hacía más de cuatro lustros .
¿Por qué... ? Otro enigma. En efecto, así consta en las capitulaciones
matrimoniales de Juan Francés y Casilda Guerrero, celebradas el 15‑VI‑1591; es
decir, 21 días antes del casamiento de la pareja. La escritura correspondiente
va precedida de una licencia, otorgada por el Alcalde, Juan Ximénez de Bea, a
Mari Pérez, madre del novio, para hacer mandas y concluir el matrimonio de su
hijo, precisamente porque su marido, Juan Francés, estaba “absente de estos reynos, hacia
más de 20 años.” Comparecieron en dichas capitulaciones, por parte de
la novia, su tutor, Pedro Navarro, su tío Juan Navarro, vecino de Corella, y
Diego Navarro, vecino de Fitero; y por parte del novio, su madre Mari Pérez. La
escritura contiene tres capitulaciones: 1) Pedro Navarro manda a Casilda la
cuarta parte de un solar, colindante con Catalina Navarro y Bertol de Bea, no
debiendo partirse, “mientras no vengan sus hermanos”. Además le manda “una cama
de ropa conforme a su estado y un manto descoto”. Su tío, Juan Navarro, “le manda dos ducados
y, en nombre de su hermana Catalina, le manda tres ducados, los cuales le dará
en cobrando de los menores de Martín Navarro, y dan facultad a dicho Juan
Francés, para que, consumado este matrimonio, pueda vender el solar; 2) “Mari
Pérez manda a su hijo, Juan Francés una casa en que de presente vive,
confrontada con casas de Miguel Navarro y con casa de Pedro Alvarez, con
condición de que le hayan de dejar vivir en ella, mientras ella viviere, y no
la puedan sacar de ninguna manera, ni ella a ellos, quedando libre para los
desposados, después de la muerte de aquélla; y más, le manda la mitad del
sembrado que de presente tienen y que todo junto lo gocen a medias”; 3) Los
contrayentes quedaban obligados a que, siempre que viniesen los hermanos de
Casilda, restituirían al tutor la parte que de ellos les prestaren, y en el
ínterim que no vinieren, no se les pudieran pedir. Firmaron la
escritura como testigos Diego Navarro y Andrés de Cuenca, vecino de Fitero, y
Pedro y Juan Navarro. Mari Pérez, que no sabía, no lo hizo. Por supuesto,
también firmó el escribano, pero como Miguel de Uterga, en vez de Miguel de
Urquizu y Uterga, que era su firma acostumbrada
([38]).
Como se ve, por estos antecedentes, las
relaciones de Pedro Navarro, padre adoptivo de Palafox y el matrimonio Juan
Francés‑Casilda Guerrero, eran familiares y ello explica que, cuando nació
Juanico, le encargara al matrimonio que bautizase al niño, pues que, a la
sazón, era época de Baños, y Pedro y su mujer, Ana de San Juan, tenían que
atender a los bañistas, a 4 kilómetros del pueblo.
Juan Francés y Casilda Guerrero tuvieron hasta
1610, siete hijos: dos varones y cinco mujeres de las cuales debieron morir en
la infancia dos, por hallarse repetidos sus nombres; una María, bautizada el 13‑V‑1594,
y una Catalina, bautizada el 28‑VI‑1604 ([39]).
Para cuando nació Palafox, habían ya tenido cinco.
Juan y
Casilda también fueron favorecidos por la Abadía, pues en 1598, les
dieron en arriendo el Batán [40] y en 1601, un censo perpetuo ([41]).
En 1604, habiendo caído Casilda enferma de gravedad, hizo testamento el 28 de
octubre, nombrando como herederos a sus hijos Lucas, Juan María Ana y Catalina
([42]).
Esta Catalina debió morir después del testamento, pues Casilda, repuesta de su
enfermedad, tuvo otra niña, el 26-X-1605, a la que pusieron el mismo nombre.
No sabemos cuando murió Juan Francés, pero
sospechamos que fue antes de terminar el año 1629, pues las mujeres no podían
hacer escrituras públicas, sin permiso, debidamente autorizado, del marido, y
en dicho año, aparecen una obligación de Mosen Joseph con Casilda Guerrero y
una venta de Diego Navarro, de Saelices, a la misma ([43]).
En todo caso, Casilda Guerrero falleció el 7-XI-1634 y fue enterrada en el
tercer arco de la iglesia ([44]).
En fin, respecto de Miguel de Cuenca,
padrino de Palafox, nos ha sido imposible conseguir su identificación. Resulta
que, cuando nació Palafox, había en Fitero, por lo menos, tres Migueles de
Cuenca, dentro de una misma familia: abuelo, hijo y nieto. El abuelo vivía
todavía en 1606; y el nieto estaba ya casado en 1601. ¿Cuál de ellos fue...?
Los Libros parroquiales de la época son lacónicos y, rara vez, consignan algún
detalle significativo, que sirva de pista; y en cuanto a las escrituras de los
Protocolos de Miguel de Urquizu, relativas a los Migueles de Cuenca, se refieren
a negocios, como, por ejemplo, una de 1595, sobre las “cuentas de la
administración que tuvo Miguel de
Cuenca
de la carnicería de Juan Navarro” ([45]).
VII.
Médicos y maestros de la infancia de Palafox.
Como
ya hemos consignado anteriormente, la nodriza de Palafox, María Navarro, solo
pudo darle el pecho, durante nueve meses, al cabo de los cuales hubo de
renunciar a ello, porque se había quedado embarazada. Entonces
lo
recogieron Pedro Navarro y su mujer, Ana de San Juan, porque ya se iba muriendo
‑confiesa en su autobiografía el mismo Palafox ‑, no hallando quien le diese
leche y el matrimonio lo sacó adelante como pudo, “a base de cosas líquidas y
pan mojado en vino, cosa que, a los tres años, aborrecería para siempre” ([46]).
Es lógico pensar que, en situación tan crítica, Pedro Navarro recurriría a
algún médico de la localidad. ¿A cuál...? Es probable que fuera al Dr. Miguel
Fuertes, que lo era a principios del siglo XVII. Otros médicos que pudieron
asistirle, durante el primer decenio, fueron el Dr. Andrés Asturiano, el
Licenciado Roncal y el Dr. Valerio Andaluz. Palafox recuerda, en su Vida interior, que siendo ya un poco
mayor, iba a guardar tres o cuatro ovejas que tenía su padre putativo, al par
que “aprendía los primeros rudimentos de las letras y de la fe” ([47]). Como, a la sazón, no había en
Fitero escuela de párvulos y los niños solo iban a la escuela desde los cinco
años, es seguro que se los enseñaron los maestros Bertodano y Juan de Ureña.
DON JUAN DE PALAFOX Y
MENDOZA,
EL NAVARRO MÁS ILUSTRE
DE LA NUEVA ESPAÑA
Manuel García Sesma, 1990
(“Navarros
en México”, Logroño, 1990. pp. 7-19.)
Lo fue, sin duda alguna, por tres
conceptos fundamentales. En primer término, por haber ocupado y desempeñado
ejemplarmente los más elevados cargos del país, pues fue Virrey, Capitán
General, Gobernador y Visitador General de la Nueva España, Presidente de la
Audiencia y de la Cancillería Reales, Juez de Residencia de dos virreyes,
Obispo de Puebla de los Angeles y Arzobispo electo de México.
En segundo lugar, por su talento y su
labor de polígrafo, pues fue poeta, historiador, escritor ascético y místico,
politólogo, polemista, etc. Sus obras completas ocupan 12 grandes volúmenes en
folio y su nombre figura en el Catálogo de Autoridades de la Lengua Española.
Y en tercer término, por su vida
ejemplar de hombre recto, justiciero, desinteresado, generoso, emprendedor,
modesto, defensor y protector de los humildes y hasta santo, pues todavía sigue
pendiente el proceso de su beatificación, introducido en la Sagrada Congregación
de Ritos en 1.698 y suspendido sine die en 1.777, por la oposición de los
jesuitas; pero no cerrado definitivamente, pues Pío IX autorizó en 1.852 su
continuación, en la que se está trabajando en nuestros días.
D. Juan de Palafox y Mendoza nació en
los Baños Viejos (hoy Balneario Virrey Palafox) de la villa de Fitero,
provincia de Navarra, a las 8 de la mañana del 24 de junio de 1.600. Fue hijo
natural de D. Jaime de Palafox y Rebolledo, más tarde II Marqués de Ariza, y de
una dama principal cuya identidad todavía sigue siendo polémica. ¿Fue doña Ana
de Casamate (o Casanate) o doña Lucrecia de Mendoza...? Una de las dos. Al
parecer, la madre vino a dar a luz precisamente en los Baños de Fitero, para
ocultar su falta, deshacerse del niño, haciéndolo arrojar al río Alhama. Pero
lo impidió el bañero de los mismos, Pedro Navarro, quien adoptolo, de acuerdo
con su mujer Ana de San Juan, entregándolo para que lo amamantase a su prima
María Navarro, mujer de Jerónimo López, la cual estaba criando, a la sazón, a
su hijo Cosme, del que había sido padrino el mismo Pedro Navarro. Damos estos
detalles porque los mejores biógrafos modernos de Palafox, el mexicano Genaro
García y el español Francisco Sánchez‑Castañer, extraviados por el texto de la
partida de bautismo de Palafox, que se conserva en el Archivo parroquial de
Fitero, afirman que fue Juan Francés, rechazando la versión del P. Antonio
González de Rosende, autor de la primera biografía impresa de Palafox, de que
el padre adoptivo de éste fuese Pedro Navarro. Pues sí lo fue efectivamente, y
la partida de bautismo, más explícita, firmada por Fr. Juan de Alegría y sacada
en 1.609, para el Archivo del Marquesado de Ariza, al reconocer D. Jaime a su
hijo, así como diferentes fragmentos de cartas familiares de Palafox, sacados a
luz por la M. Cristina de la Cruz de Arteaga, no dejan lugar a dudas. Ahora
bien, la sibilina frase de la partida de bautismo del Archivo Parroquial de
Fitero, "se baptizó un niño a cargo de Juan Francés y Casilda", tiene
una explicación sencillísima. Pedro Navarro había sido tutor de Casilda
Guerrero, mujer de Juan Francés; como tal, había asentido y asistido a las
capitulaciones matrimoniales de ambos, celebradas el 15 de junio de 1.591 y,
por lo mismo, tenía una estrecha amistad con el matrimonio. Al nacer Palafox,
Pedro Navarro estaba a cargo de los Baños Viejos y como éstos distan cerca de 4
kilómetros de Fitero, estimó lo más cómodo ‑y discreto‑ encargar a Casilda y a
su marido que se ocupasen del bautismo del niño y de su inscripción en el
Registro Parroquial. Eso es todo ([48]).
En 1.609 Juanico fue reconocido y
legitimado por su padre, quien se lo llevó al castillo solariego de Ariza. Allí
acabó sus estudios primarios y, a continuación, realizó los secundarios en dos
colegios de Tarazona: el de San Gaudioso y el de los PP. Jesuitas.
Posteriormente estudió Filosofía en la Universidad de Huesca, y cánones, en las
de Alcalá de Henares y Salamanca, doctorándose en Derecho Canónico en la de
Sigüenza. En los colegios de Tarazona, aprendió el latín; su propio padre le
enseñó el italiano; el sacerdote Pedro Juan Trilles lo inició en el griego; y
el joven orleanés, Francisco d'Anglada, en el francés.
A los 20 años, su padre le confirió la
tutoría de su primer hijo legítimo, el futuro III Marqués de Ariza; y al morir
aquel en 1.625, Palafox quedó nombrado testamentariamente tutor, curador y
administrador de los hijos y de los bienes del difunto.
En calidad de representante del
Marquesado de Ariza, Palafox asistió a las Cortes de Monzón, reunidas por
Felipe IV en 1.626, para pedir subsidios a Aragón. Su intervención en ellas
llamó la atención del Conde de Monterrey que las presidía, así como del
omnipotente valido, el famoso Conde‑Duque de Olivares, y el 9 de noviembre del
mismo año, Palafox fue nombrado Fiscal del Consejo de Guerra; y sus medio‑hermanos,
el Marqués niño y su hermana Doña Lucrecia, menino y dama respectivamente de la
Reina, Doña Isabel de Borbón.
Llevado de su fervor religioso y
cumpliendo los deseos que había manifestado en vida su padre, Pedro Jaime,
quien había hecho ordenar a su hijo de menores, cuando tenía 12 años, por el
Obispo de Tarazona, Fr. Diego de Yepes, Palafox abrazó definitivamente el
estado eclesiástico en 1.629, siendo ordenado de subdiácono y diácono, el 10 de
marzo, en la iglesia de las Jerónimas Descalzas de Madrid, por el Patriarca de
las Indias, D. Alonso Pérez de Guzmán; y de presbítero, en la primavera del
mismo año, por el Obispo de Plasencia y Gobernador del Arzobispado de Toledo,
D. Francisco de Mendoza. El 25 de octubre del mismo año, Palafox pasó a
petición suya, de la Fiscalía del Consejo de Guerra, cargo poco apropiado para
un clérigo, a la Fiscalía del Consejo de Indias. El 25 de diciembre del mismo
año, Felipe IV nombró a Palafox Capellán Mayor y Limosnero de su hermana, la
Infanta Doña María de Austria, la cual, casada ya por poderes, iba a reunirse,
en Viena, con su esposo, el entonces Rey de Bohemia y Hungría y después,
Emperador de Alemania, Fernando III. Palafox debía formar parte de la comitiva
y, con tal motivo, se le confirió el título ad honorem de Miembro del Consejo de S.M., mientras durase el
viaje, y fue encargado de redactar la crónica del acontecimiento. Esta crónica,
que se creía perdida, fue publicada en Madrid, en 1.935, con el título de
"Diario de viaje a Alemania", por Cristina de Arteaga. El viaje,
emprendido a finales de 1.629, duró 21 meses, durante los cuales Palafox visitó
Francia, Austria, Hungría, Bohemia, Suecia y otros Estados europeos. Regresó a
España, en el otoño de 1.631, e inmediatamente se reintegró a sus funciones de
Fiscal del Consejo de Indias. El 14 de julio de 1.633, dejó este cargo y pasó a
ocupar una plaza superior dentro del mismo Consejo: la de Consejero o Ministro
de Indias, llegando a ser, durante algunos años, el Decano de dicha
corporación.
La actividad desarrollada por Palafox
en sus cargos de Fiscal de Guerra y Fiscal de Indias, fue notable, pues
procuró que se agilizase la tramitación y resolución de todos los asuntos
pendientes, impuso el orden y la puntualidad en las oficinas, podó la
burocracia innecesaria, se afanó por cortar los fraudes a la Real Hacienda en
las aduanas de los puertos, por descubrir las trampas en las represalias de
navíos de la Liga Anseática y, en fin, de enderezar, en lo que pudo, los
innumerables entuertos que viciaban la administración de las colonias
americanas.
En vista de sus eminentes cualidades,
Felipe IV propuso a Palafox para Obispo de la Puebla de los Angeles, dilatada
diócesis de la Nueva España y, con tal motivo, el 27 de diciembre de 1.639,
recibió la consagración episcopal, en la iglesia de San Bernardo de Madrid, de
manos del Cardenal Arzobispo de Santiago, Don Agustín Espínola, actuando de
Obispos asistentes, el de Yucatán, D. Juan Alonso de Ocón, y el de Venezuela,
Fr. Mauro de Tovar. Palafox fue el IX
Obispo de Angelópolis (Puebla).
Don Juan se embarcó para México, con el
nuevo Virrey, D. Diego López Pacheco, Duque de Escalona, en el Puerto de Santa
María, el 8 de abril de 1.640, y ambos llegaron a Veracruz, al cabo de 78 días
de navegación, algo azarosa, pues para empezar, tuvieron que regresar al puerto
de salida, a causa de un fuerte temporal, volviendo a embarcar el 21 de abril,
y para terminar, el calor excesivo de Yucatán produjo numerosos enfermos en la
flota.
Por fin desembarcaron el 24 de junio
del mismo año; es decir, el día en que Palafox cumplía 40 años. Cuatro días
después, o sea, el 28 de junio, Palafox tomó posesión, por poderes, de la
diócesis angelopolitana, haciéndolo en su nombre, el chantre de la Catedral de
Puebla D. Antonio de Salazar; pero no entró en la capital de su obispado hasta
el 22 de julio siguiente, día de Santa María Magdalena.
Como
Palafox venía asimismo investido de los cargos de Visitador General de los
Tribunales y de Juez de Residencia de los dos Virreyes anteriores, los
Marqueses de Cerralbo y de Cadereyta, salió ya a la capital del Virreinato, en
compañía del Duque de Escalona, el 5 de agosto siguiente, llegando ambos a
Chapultepec, el 12 del mismo mes. Palafox se detuvo algunos meses en la capital
y, a continuación, marchó a Puebla, para hacerse cargo personalmente de su
diócesis. Pero apenas si permaneció un año y medio en ella, porque, habiéndose
hecho sospechoso a la Corte de Madrid El Duque de Escalona, por su parentesco
cercano con el Duque de Braganza, el cual había independizado recientemente a
Portugal de España, fue destituido de sus cargos, Cédula Real del 8 de febrero
de 1.642, siendo nombrado sucesor suyo Palafox y Mendoza. Así pues, en virtud
de tal Cédula, Don Juan quedó convertido en el XV Virrey de Nueva España, Gobernador y Capitán General de la
misma, Presidente de la Real Audiencia
de México. Por si fuera poco, al día siguiente de nombrado Virrey Felipe IV
presentó a Palafox para el Arzobispado de México, por lo que figura hoy en la
cripta de la Catedral Metropolitana de esta ciudad, con el nº XI en la capilla
de los Arzobispos.
Palafox tomó posesión solemne del
Virreinato y de sus nuevos cargos, el 9
de junio de 1. 642; pero sólo los aceptó interinamente, según consta en un
Memorial que dirigió a Felipe IV, el 13 de septiembre de 1.643, para defenderse
de ciertas especies calumniosas del depuesto Duque de Escalona. Así pues, sólo
gobernó, como Virrey, la Nueva España hasta el 23 de noviembre de 1.642, en que
vino a reemplazarlo el Conde de Salvatierra; y sólo estuvo al frente del
Arzobispado de México, hasta el 19 de marzo de 1.643, en que renunció a su
administración. El mismo Palafox consagró a su sucesor en esta iglesia
metropolitana, D. Juan de Manozca y Zamora, el 24 de febrero de 1645.
Palafox había ya regresado de su
diócesis de Puebla, desde finales de 1.642, conservando de sus anteriores
cargos civiles únicamente el de Visitador General de los Tribunales. Y allí
continuó, rigiendo la diócesis angelopolitana, hasta el 6 de mayo de 1.649, en
que llamado a España por el Rey Felipe IV, se dirigió al puerto de Veracruz, de
donde zarpó el 10 de junio siguiente. Ya no volvió nunca a México.
Así pues, su estancia en la Nueva
España, sólo duró nueve años: espacio
de tiempo apenas creíble para la labor extraordinaria que desarrolló allí y que
vamos a resumir, fijándonos en sus diferentes cargos y actividades.
Por lo que hace a su labor político‑administrativa, adelantemos, antes de nada, que
Palafox fue el único Virrey que
gobernó sin salario, según el
testimonio del cronista real, contemporáneo suyo, Gil González Dávila,
corroborado por el P. Andrés Cavo, quien afirma que no recibió "ni un real
de las rentas de Virrey y Visitador" ([49]).
Como
Virrey y
Gobernador, concluyó con las Principales comisiones de D. Pedro de
Quiroga y negocios de Acapulco, que en tanta atención pusieron al Consejo de
Indias.
Al hacerse cargo del mando, encontró
vacías las Cajas Reales, pues su antecesor, el Duque de Osuna, había tomado de
ellas 60.000 pesos de salarios adelantados y pedido a particulares 300.000, en
calidad de préstamo. Pues bien, en menos de seis meses, Palafox, sin imponer
nuevos tributos, ingresó en dichas Cajas 700.000 pesos.
Cortó los escandalosos abusos de los Alcaldes
Mayores y de los Doctrineros, haciéndoles rebajar más de la mitad los precios
excesivos de los géneros que vendían y repartían a los pobres, españoles e
indios, haciéndoles saber que no consentiría que se enriqueciesen con la sangre
y el sudor de éstos.
A la sazón, los ricos acaparaban el agua de uso
común en sus jardines y dejaban secos y estériles los pequeños campos de los
pobres. Entonces Palafox dispuso que aquella agua volviese a los acueductos y
aprovechara a todos. Incluso ordenó una visita de ojos al nacimiento de agua
que iba desde Santa Fe a la ciudad de México, para impedir que se atajara su
curso, en usos personales.
Las granujerías de los favoritos del Duque de
Escalona habían hecho encarecer tanto el maíz, base hoy todavía de la
alimentación del pueblo mexicano, que en la Alhóndiga no existía un solo grano.
Palafox la llenó prontamente en beneficio de los humildes. Limpió de
salteadores y bandoleros el país, que estaba infestado de ellos, y estableció
en la capital, como había hecho ya en Puebla, una "Magdalena" o casa
de recogimiento, con sus departamentos respectivos, "para mujeres
distraídas y escandalosas y algunas otras que se apartaban de sus
maridos".
Por supuesto, tomó, otras medidas que sería
largo enumerar y que lo acreditaron de excelente Virrey y Gobernador.
Como Capitán
General, socorrió la plaza de La Habana, bloqueada por escuadras enemigas,
enviándole un navío, cargado de municiones, y 20.000 pesos; obtuvo, en calidad
de donación, de 12 vecinos principales de la ciudad de México, los fondos
necesarios para organizar otras tantas compañías militares y repeler con ellas
cualquier invasión extranjera; construyó una Armería en el Palacio Virreinal,
dotándola de suficiente armamento y municiones, a fin de que pudiese servir en
cualquier emergencia; y finalmente, apartó de Veracruz y de 20 leguas de su
costa a los portugueses, conforme a una resolución mandada por la Corona
española, hacía 20 años y nunca cumplida, hasta que la llevó a cabo Palafox.
Como Presidente
de la Audiencia y Cancillería Reales y Visitador de las mismas, hizo una
limpieza tremenda en los tribunales, pues la justicia andaba entonces por los
suelos. Varios Ministros de la Real Audiencia se hallaban desterrados, merced a
acusaciones de testigos falsos, habiendo sido
sustituídos por otros prevaricadores; el cohecho era moneda corriente
entre los funcionarios y había numerosas demandas y causas que se hallaban
bloqueadas, desde hacía 15 y hasta 20 años. Palafox recibió la sumaria de todos
los Ministros de la Audiencia, superiores e inferiores; repuso a los inocentes,
suspendió o condenó a los culpables e hizo substanciar en el Tribunal de la
Visita General y despachar tan gran número de pleitos que es fama que, si
hubiese durado en el mando unos meses más, los Relatores se habrían quedado
desocupados. Además hizo ordenanzas apropiadas para todos los Tribunales de
Virreinato.
Como Juez de Residencia de los dos Virreyes anteriores a su destituido
predecesor, acabó la del Marqués de Cerralbo, que se hallaba muy en sus
comienzos; y substanció, concluyó y sentenció la de Marqués de Cadereyta: cosa
nunca vista por la celeridad con que lo hizo, pues en cada uno de estos
juicios, se tardaba de ordinario dos o tres años. Palafox lo hizo en unos
meses.
Finalmente como Visitador General, además de la visita de la Audiencia concluyó las
del Consulado, de la Casa de la Moneda y de la Universidad. Merece especial
mención la de la Universidad de México, a la que dio constituciones propias, el
28 de septiembre de 1.645, las cuales fueron aprobadas por el claustro de
catedráticos, el 14 de octubre siguiente. Por lo mismo, al celebrarse en 1.953,
el cuarto centenario de su fundación, la Universidad de México no olvidó a su
antiguo legislador, honrándolo como se merecía. Para entonces, ya se había
ocupado de él en dos importantes volúmenes de la Biblioteca del Estudiante
Universitario: el nº 43, titulado "Poetas Novohispanos" por Alfonso
Méndez Plancarte (1.944), en el que se hace un entusiasta estudio de la obra
poética de Palafox; y el nº 64, titulado "Ideas políticas de Don Juan de
Palafox Mendoza “por José Rojas Garcidueñas (1.946) en el que se compara a
Palafox con tratadistas como el P. Mariana, Francisco de Quevedo y Saavedra
Fajardo.
Por lo demás, su obra legislativa fue
enorme, pues, como afirma Genaro García, "compiló, clasificó y concordó
las ordenanzas del Gobierno, Real Audiencia, Oficiales Reales, Contaduría,
Tributos, Alcabalas, Indios, Labranza, Crianza, Minas y Juzgado de Bienes de
Difuntos, que estaban en la mayor confusión y muchas en pugna con diversas
Cédulas Reales ([50]).
Por lo que se refiere a la actividad religiosa de Palafox, fue tan
intensa como la política y
administrativa, aunque menos extensa, por haberse circunscrito principalmente a
su diócesis de Puebla. El área de esta diócesis era enorme, pues, aunque a
mediados del siglo XVI, reducida por la erección de la de Yucatán, todavía en
la época de Palafox, comprendía alrededor de 50.000 kilómetros cuadrados, muy mal
comunicados entre sí. Pues bien, Palafox visitó toda, en tres etapas (1.643,
1.644 y 1646), llegando, en mula o a pie, a pueblos y montañas, que no habían
visto nunca a un obispo. Durante ellas, confirmó a más de 160.000 almas,
“volviendo empeñado en donde otros obispos solían volver bien socorridos”.
En realidad, el obispo era rico, pues
solo en el Valle de Atlixco, tenía 500 haciendas diézmales, y en toda la
diócesis, cerca de 3.000. E1 mismo Obispo gozaba de una asignación anual de
60.000 pesos. Pero, en cambio, la mayoría de los diocesanos vivían en la
miseria y en vano Palafox se afanaba por socorrerlos, pues las caridades que
hacía de continuo, acabaron por agotar cuantos recursos poseía. Ya en 1.645,
estaba endeudado en 140.000 pesos; y al volver a España, se llevó una deuda
personal enorme, que siguió pagando religiosamente desde Osma, hasta dejarla
cubierta. Un día manifestó: "Es
tanta el ansia que tengo de socorrer las necesidades de mis súbditos que,
después de haberles dado más de lo que tengo, me he resuelto a socorrerlos
también con las misas que digo, pues ya no me queda más que darles".
Pero su ejemplo no era seguido ni mucho
menos por los demás clérigos, seculares y regulares, pues los cabildos, por
ejemplo, solían tener mucho tiempo vacantes las prebendas y canonjías, para
repartirse entre ellos las asignaciones de las mismas. Y los abusos de los
frailes todavía eran mayores, informando Palafox a su sucesor en el Virreinato,
el Conde de Salvatierra, que "frecuentemente
llevaban por un entierro a un español 500 ó 600 pesos, que no valía tanto su
caudal; y si era indio, le vendían para misas los bueyes y sus pobres alhajas,
con que granjeaban la plata que bastaba para la ruina de los indios y la
relajación de las religiones".
Naturalmente Palafox no podía tolerar
tamaños abusos y decidió cortar por lo sano. Hacía más de 70 años que los
religiosos de las diferentes Ordenes poseían arbitrariamente los curatos y
doctrinas (parroquias rurales) en casi todos los pueblos de la Nueva España,
pese a que el Concilio de Trento y diferentes Cédulas Reales de Felipe II, III
y IV habían prescrito que, donde hubiese clérigos seculares idóneos, se
proveyesen en ellos las parroquias y doctrinas, prefiriéndolos a los frailes.
Por otra parte, el mismo Concilio y los citados Monarcas habían dispuesto que
los religiosos que tuviesen cura de almas, quedasen sujetos, en las cosas
concernientes a este cargo, a la jurisdicción, visita y corrección de los
Obispos. Y más todavía: que ningún religioso entrase a ejercer oficio de cura
ni de doctrinero, sin ser primero examinado y aprobado por los Prelados
diocesanos. Pues bien, los religiosos de México obraban a su antojo, y sin
hacer ningún caso de todas las disposiciones canónicas ni reales, y menos
todavía, de los Obispos. Pero Palafox los obligó a cumplirlas en su diócesis.
Primeramente los amonestó en privado, a fin de que se rindieran a la
jurisdicción episcopal, en lo tocante a los curatos. A continuación, dio un
plazo de tres días a los renuentes, para ponerse en regla; y por fin, se les
quitó sin contemplaciones a los que no quisieron obedecerle. De manera que lo
que no se habían atrevido a hacer sus predecesores en 70 años, lo llevó a cabo
Palafox en tres días.
Por supuesto, no fue la normalización
de los curatos la única medida que tomó en el terreno eclesiástico, pues
reformó las ceremonias religiosas; estableció las prácticas doctrinales en los
días festivos y ferias de Cuaresma y de Adviento; estableció una escuela
especial de Canto para los oficios divinos; introdujo la mayor economía en los
gastos eclesiásticos, depurando y arreglando la Contaduría Eclesiástica;
examinó y corrigió las ordenanzas de las Congregaciones; impuso el uso del
Manual de Paulo V, para la administración de los sacramentos, etc.
Ahora bien, lo más sobresaliente, en
este aspecto, fue la fundación y reparación de templos y colegios. En una carta
dirigida al P Horacio Caroche S. J., en 1.647, declaraba Palafox que, por su
orden, se habían levantado "más de 50 iglesias, desde sus cimientos"
y se habían hecho "más de 140 retablos" ([51]).
Entre aquéllas, merecen una mención especial la de San Miguel Arcángel, en el
actual Estado de Tlaxcala, y la catedral de Puebla. La de San Miguel fue
primitivamente una humilde ermita del pueblo de San Bernabé, hoy barrio de
Santa María Nativitas, que gozaba de gran devoción en la comarca. Palafox mandó
derribarla, construyendo en su solar un suntuoso templo.
La catedral de Puebla había sido
comenzada en 1.536 por el Obispo Fr. Julián Garcés; recomenzada, para hacerla
mayor, en 1.558 y suspendidos sus trabajos, en 1.575. Cuando llegó Palafox, los
pilares sólo se elevaban hasta la mitad de su altura y los muros no llegaban
todavía a las cornisas. Juzgábase imposible concluirla y estaba en el estado
más lamentable. Palafox, el mismo día que tomó posesión de la diócesis, visitó
aquella fábrica sucia y abandonada y al punto ordenó que se limpiase y que se
continuase. Para ello dio en el acto 15.000 pesos, apelando a sus diocesanos,
para que contribuyesen asimismo a su terminación, con sus donativos. Ya no se
suspendieron las obras, aunque, a veces, Palafox se vio en tales aprietos que llegó a ofrecer
un día, al faltar ladrillos en la ciudad, los de su propia casa. Y por fin, la
concluyó, consagrándola el 18 de abril de 1.649. Así pues, lo que no habían
conseguido sus predecesores en más de 100 años, lo realizó Palafox en menos de
nueve.
Es una de las catedrales más notables y
artísticas de la República. Algo menos grandiosa que la Metropolitana de
México, la sobrepasa, en cambio, en elegancia y esbeltez. Su traza debióse al
aragonés, Mosén Pedro García Ferrer, íntimo amigo de Palafox, e intervinieron
en su erección los mejores arquitectos, pintores, escultores, decoradores,
etc., que había, a la sazón, en la Nueva España. Otras construcciones
importantes de nuestro obispo fueron las casas episcopales, levantadas a
espaldas de la catedral, pues la Mitra carecía de palacio propio. Son de estilo
barroco poblano, a base de ladrillo de color y de porcelana, y datan de 1.643.
Asimismo se debe a Palafox la
construcción de los Colegios de S. Pedro y
de S. Pablo, a los que dotó además con 12.000 pesos de renta. Ambos, con
el de S. Juan Evangelista que ya existía y que reorganizó, formaron tres
seminarios escalonados. En el de S. Pedro, los alumnos aprendían canto, latín y
retórica; en el de S. Juan, estudiaban filosofía y teología; y por fin, previa
oposición, ingresaban en el de S. Pablo, donde cursaban teología mística,
moral, liturgia y lengua mexicana (Náhuatl) ([52])
con lo que quedaban perfectamente preparados para ser Curas Párrocos. Por
supuesto a todos ellos dictó Palafox los estatutos correspondientes, poniendo
un énfasis especial en el aprendizaje de alguna de las lenguas indígenas que se
hablaban en su diócesis; a saber, el
otomí, el mixteca, el Náhuatl, el totonaca, el chocha, el tlapaneca y el
popolaca. A ellas hizo traducir diversos catecismos para los indígenas,
compuestos por el franciscano, Fr. Tomás de San Juan, imprimiéndolos y
repartiéndolos a los párrocos y maestros de escuela.
Recuerda
esta magnífica labor educadora una gran lápida de mármol con letras de oro,
colocada en el antiguo Colegio de S. Pedro, dedicado hoy a dependencias
administrativas del Estado de Puebla, la cual dice así:
"E1 venerable Juan de Palafox y Mendoza, Obispo de Puebla construyó esta
casa, el año 1.648, dedicándola al Colegio de San Pedro, donde, por primera
vez, sentáronse los hijos de los indios con los hijos de los españoles,
aprendiendo juntos las ciencias de la época, el idioma español y las lenguas
indígenas, y siendo admitidos a la oposición de cátedras y beneficios. E1 mismo
Palafox, educador eminente de Puebla y protector incansable de los indios,
asistía, como alumno humilde a las clases de idioma mexicano. A la memoria de
tan insigne benefactor. E1 Gobierno del Estado, 22 de junio de 1.941".
Por escritura pública del 5 de
septiembre de 1.646, Palafox donó a dichos colegios su biblioteca particular,
con "más de 6.000 cuerpos de libros de todas ciencias y facultades",
la cual se conserva todavía, con el nombre de Biblioteca Palafoxiana.
En fin, otras fundaciones de Palafox
fueron el Colegio de Vírgenes, para el recogimiento y educación de doncellas
pobres y honestas, inaugurado el 28 de junio de 1.643; el convento de
religiosas dominicas de Santa Inés de Monte Policiano; el Hospital de San
Pedro; la Magdalena o casa de recogimiento de mujeres descarriadas, etc.
En lo referente a la actividad
literaria de Palafox, se puede afirmar sin exageración que fue portentosa;
sobre todo, teniendo en cuenta las circunstancias en las que la realizó. La
Sagrada Congregación de Ritos llegó a aprobar, en diciembre de 1.760, hasta 565
escritos de Palafox. ¿De dónde sacó el tiempo para escribir tanto, abrumado
como andaba siempre por otras actividades...? Su estilo es barroco, como el de
su época, pero sin exceso, habiendo cultivado los más diversos géneros, tanto
en prosa como en verso. Entre sus obras las hay históricas, como "Sitio y socorro de Fuenterrabía" e
"Historia de la conquista de China por el tártaro"; místicas, como "Varón de
deseos", en prosa, y "Poesías espirituales", en verso; administrativas como las
"Constituciones para la Contaduría de la Catedral de Puebla" y la
"Instrucción de la forma que han de tener en la administración de las
trojes y semillas los nuevos administradores"; políticas, como "Historia Real Sagrada" y
"Dictámenes morales y políticos"; devocionales, como el "Año espiritual" y "Lágrimas o
gemidos del corazón"; biográficas,
como la Vida de la Infanta Sor Margarita de la Cruz" y la autobiografía
del propio Palafox, titulada "Vida interior"; ascéticas, como "E1 Pastor de Nochebuena", en prosa, y
"Bocados espirituales", en verso; exegéticas, como la "Semana Santa: injusticias que
intervinieron en la muerte de Cristo" y "Excelencias de San
Pedro"; polémicas, como la
"Defensa canónica por la dignidad episcopal de Puebla" y
"Satisfacción al Memorial jesuístico", pastorales, como las dirigidas "Al clero de Puebla" y
"Al clero de Osma"; estatutarias,
como las "Constituciones de la Universidad de México" y las
"Constituciones de la Congregación de San Pedro en Puebla"; epistolares, como las Epístolas al Papa
Inocencio X; y hasta un pequeño "Tratado de Ortografía".
No todas sus obras fueron escritas y
publicadas en México; pero sí la mayoría y las mejores. La Biblioteca de
Autores Españoles dedicó en 1.968 sus volúmenes CCXVII y CCXVIII a la
publicación de 23 de los "Tratados Mexicanos de Juan de Palafox y
Mendoza", seleccionados y precedidos de un extenso y documentado
"Estudio Preliminar" de 184 páginas, por el eminente palafoxiano, D.
Francisco Sánchez‑Castañer, catedrático de Literatura Hispanoamericana de la
Universidad Complutense de Madrid. Por supuesto, en estos volúmenes se recogen
las obras americanas más importantes de Palafox: Varón de deseos; Historia Real
Sagrada, Sobre la naturaleza y virtudes del Indio, EI Pastor de Nochebuena, el
Informe al Virrey Salvatierra, la primera Epístola al Pontífice Inocencio X, el
Memorial a Felipe IV en contestación al del Duque de Escalona, etc.
Pese a sus altos cargos y honores, la
vida de Palafox no se deslizó tranquila y felizmente, como pudiera pensar algún
lector, sino todo lo contrario. Su carácter entero y rectilíneo, que le llevó a
enfrentarse al mismo Rey Felipe IV, con el Memorial del 29 de agosto de 1.656,
en defensa de la inmunidad eclesiástica, así como sus tendencias reformistas y
su defensa de los humildes contra las vejaciones de los poderosos, tenían que
chocar con los eternos intereses creados y los innumerables abusos de su época,
y naturalmente chocaron muchas veces, acarreándole disgustos y persecuciones
sin cuento. E1 más famoso de estos sinsabores fue el ruidoso pleito que,
durante seis años, hubo de sostener con los PP Jesuitas de su diócesis mexicana,
renuentes a acatar su autoridad, así como las disposiciones del Concilio de
Trento y del III Concilio Mexicano, sobre diezmos y licencias eclesiásticas. Es
cierto, que al final, le dieron completamente la razón el Papa Inocencio X, el
Rey Felipe IV, el mismo General de la Compañía de Jesús, P. Vincencio Caraffa y
posteriormente la Historia, que es la que dice siempre la última palabra. Pero
entretanto, Palafox hubo de soportar la más innoble y brutal persecución.
Calumniado y difamado en libelos anónimos, y ultrajado y escarnecido en
ignominiosas mascaradas, hasta llegó a ser excomulgado anticanónicamente por
sus enemigos y depuesto de su sede episcopal. Y para evitar una matanza entre
sus diocesanos, se vio obligado a huir a la serranía de Puebla, por la que
anduvo errando y escondiéndose, como si fuera un facineroso, durante cerca de
cinco meses. Hasta que el Virrey, Conde de Salvatierra, fautor de aquel inicuo
escándalo, fue destituido de su cargo por Felipe IV y Palafox pudo regresar
triunfalmente a Puebla, entre las aclamaciones y el alborozo de sus diocesanos
(10 de noviembre de 1.647) En junio del mismo año, días antes de su fuga,
incluso se tramó un negro complot, para asesinarlo a puñaladas, en plena calle,
durante la procesión del Corpus Christi, mientras llevase el Santísimo
Sacramento bajo el palio; pero el sujeto alquilado para cometer tan sacrílego
como artero crimen, se arrepintió a última hora. Afortunadamente, "lo
libró Dios del peligro ", como dice el mismo Palafox en su "Vida
interior", aludiendo a este episodio.
Esta triste y escandalosa historia fue la causa
de que Palafox fuese llamado a la Corte de Madrid, en marzo de 1.650. Allí
permaneció, bien a pesar suyo, durante cuatro años, y en vano pidió al Rey y a
la Reina que se le permitiese volver a su diócesis poblana, a cuya mitra no
había renunciado, pues no se atendieron sus súplicas. Sus enemigos, que eran
muchos en aquella Corte corrompida, procuraron abatirlo. Y eso, a pesar de que
el juicio de Residencia a que se le sometió, le resultó completamente favorable
y honroso, sentenciando que había sido un "bueno, limpio y recto Ministro
y celoso del servicio de Dios y del Rey, Nuestro Señor, y merecedor de que S.M.
le premie los servicios que le ha dado en el uso y ejercicio de dichos
cargos". Pero el calamitoso Felipe IV, en vez de premiarlo, empezó por
quitarle la plaza que ostentaba en el Consejo Real de Indias, dándole, a
cambio, otra en el Consejo Supremo de Aragón, que era de menor categoría; y
acabó por despojarlo del obispado de Puebla, para enviarlo a uno de los más
pobres de España: el de Burgo de Osma. Presentado para éste por el Rey, el 23
de junio de 1.653, el Papa Inocencio X le extendió el nombramiento
correspondiente, el 24 de noviembre del mismo año, y Palafox hizo su entrada
solemne en Osma, el 7 de marzo de 1.654. Gobernó su nueva diócesis hasta el 1
de octubre de 1.659, en que falleció como un santo, víctima de unas fiebres
malignas. Está inhumado actualmente en la capilla de la Inmaculada Concepción
de la catedral de Osma: capilla erigida para él, durante el proceso fallido de
su beatificación, y a cuyas obras contribuyó Carlos III, con un donativo
particular de mil doblones de oro. Sin embargo, la catedral de Puebla conserva
todavía, en el trascoro, la sencilla tumba que se había hecho construir en vida
Palafox, con su epitafio en latín.
En los seis años escasos que duró su
prematura osmense Palafox continuó, como en México, su actividad de celoso
obispo, de fecundo escritor y de riguroso asceta. Pero los detalles de esta
última etapa de su vida ya no corresponden a este estudio, remitiendo al lector
curioso a las grandes biografías de D.
Genaro García, de D. Francisco
Sánchez‑Castañer y sobre todo, de Sor
Cristina de la Cruz de Arteaga, publicada póstumamente en Sevilla, en
1.985, con el título de "Una Mitra
sobre dos mundos; la del Venerable, Don Juan de Palafox y Mendoza”.
LOS BAÑOS DE FITERO EN 1600
(Investigaciones Históricas Sobre Fitero I, p. 12)
Los comienzos del siglo XVI no pudieron ser más
desastrosos para los Baños, pues, en 1507, unas cuadrillas de Alfaro, cuyos
vecinos andaban a menudo a la greña con los fiteranos, "quemaron y derrocaron hasta los cimientos
las casas de los Baños de Fitero, con parte de la iglesia dellos". Por
supuesto, fueron reedificadas posteriormente, durante la misma centuria, y unas
curaciones sensacionales ocurridas en ellos en 1598 les dieron una notoriedad
extraordinaria. El suceso consta en tres escrituras notariales del Archivo de
Protocolos de Tudela (A.P.T.), que figuran en el Protocolo de aquel año, del
escribano del Monasterio y de la Villa de Fitero, D. Miguel de Urquizu y
Uterga, con el título de Autos de los
milagros de San Pedro del Baño.
De su contexto se deducen, por de pronto, seis
noticias importantes: 1) que, a la sazón, la casa de los Baños era bastante
modesta, así como su clientela, reducida a ocho bañistas; 2) que tenía una
pequeña iglesia adyacente, dedicada a San Pedro Apóstol; 3) que la toma de los
baños se hacía ya por novenas: costumbre introducida sin duda por los monjes
del Monasterio, que eran sus dueños, a imitación de las novenas de la Virgen y
de los Santos, pues no existe ninguna razón hidroterapéutica, para que se tomen
los baños exactamente, durante nueve días seguidos, y no durante ocho, diez o quince;
4) que, al frente del pequeño establecimiento, no estaba entonces ningún médico
ni administrador, sino un simple bañero casado, el cual se encargaba con su
mujer, de atender a los bañistas de ambos sexos, asistiéndolos en la toma de
los baños y suministrándoles "recados"; es decir, leña, utensilios de
cocina, los comestibles que les encargaban y algunos otros efectos, pues el
Balneario no tenía entonces fonda, y los bañistas comían ordinariamente por su
cuenta; 5) que la temporada de los baños o bañada
comprendía entonces, por lo menos, parte de los meses de junio y julio; y 6)
que el encargado de los Baños era, a la sazón, un matrimonio fiterano, formado
por Pedro Navarro y Ana de San Juan,
los cuales fueron precisamente los que, dos años después, salvaron la vida y
adoptaron a un pobre niño, nacido allí de incógnito, el cual llegaría a ser,
con el tiempo, Virrey y Capitán General de la Nueva España y Arzobispo electo
de México: Don Juan de Palafox y Mendoza.
LA ERMITA DE PEDRO NAVARRO
(Estudios
Fiteranos, p. 118-119)
La Ermita de Pedro
Navarro fue descubierta en 1979 por los estudiantes Serafín Olcoz y Sixto
Jiménez, quienes la localizaron en una de las partes más altas de las Peñas del
Baño, al N. E. del establecimiento Gustavo Adolfo Bécquer. Habían tenido
casualmente noticia de su existencia, por la lectura de un fragmento del Apeo de Feloaga en un papel impreso con
el que estaba forrada la parte inferior de unas andas de la parroquia. Nosotros teníamos ya noticia de ella, no sólo
por dicho apeo, sino por otros documentos encontrados en el Archivo de
Protocolos de Tudela; pero desconocíamos su ubicación exacta.
Con que, en el verano de
1980, dichos jóvenes nos invitaron a reconocer su hallazgo, resultando ser un
nicho o cueva, de pequeñas dimensiones, con tres gradas iguales, cortadas a
pico, a modo de una estrecha escalera. El sitio no es de fácil acceso, por
estar en una pronunciada pendiente, debajo de la cresta, de 600 m. de altitud y
a su ladera occidental. La extravagante
ocurrencia de construir una ermita, o más bien, un simple santuario en tal
paraje, fue cosa de Pedro Navarro, el bañero que salvó y crió al Venerable
Palafox, desde 1600 a 1609. Iba a ser dedicado a la Virgen de la Soledad y lo
empezó en 1628; pero, al enterarse el Monasterio de tal construcción, entabló
pleito contra ella y lo ganó en 1630. Con que, en 1631, el abad, Fr. Plácido
del Corral y Guzmán dictó un mandato, prohibiendo continuar las obras a Pedro
Navarro y a su colaborador Gabriel Pérez (Miguel de Urquizu, Protc. de 1631, f.
21. A. P. T., secc. Fitero.). En vano D. Juan de Palafox, que, a la sazón, era
Fiscal del Consejo de Indias, pidió al abad que le dejase a Pedro Navarro
proseguir la fábrica de tal santuario, pues Fr. Plácido no accedió a ello. En el Apeo
de Feloaga, que data de 1665, se hizo constar que en dicho lugar, “no parece que ha habido altar ni al presente
hay cubierto”.
BIÓGRAFOS
DE PALAFOX
(Miscelánea
Fiterana, pp. 172-174-176 y 182 )
SOR CRISTINA DE LA CRUZ DE ARTEAGA
Priora del convento de Santa Paula de
Sevilla, de la O.S.H. Es autora, entre otras obras, de tres excelentes trabajos
palafoxianos: 1) Ante el tercer
centenario del Venerable don Juan de Palafox y Mendoza, Obispo de Puebla de los
Angeles y de Burgo de Osma (Sevilla, Gráficas Sevillanas, 1959); 2) El Obispo Palafox y Mendoza (Madrid,
nº 152 de la colección O crece o muere, 1960); 3) La personalidad humana de don
Juan de Palafox y Mendoza, a través de
sus relaciones familiares (Madrid, Clasas‑Orcoyen, 1977): conferencia pronunciada
en la Semana de Estudios Palafoxianos, celebrada en Burgo de Osma del 2 al 7 de
agosto de 1976 y recogida, como todas las demás, en un volumen de 236 páginas,
titulado El Venerable Obispo, Juan de
Palafox y Mendoza.
Hay que advertir que entre
los ascendientes de la aristocrática familia de Sor Cristina, figura don Juan
de Palafox y Mendoza, del que tiene también escrita una documentada biografía.
Genaro García
Publicista e historiador mejicano
(1867-1920). Es autor de una de las biografías modernas más notables de
Palafox. Su título completo es: Don Juan de Palafox y Mendoza, Obispo de
Puebla y Osma, Visitador y Virrey de la Nueva España y fue publicada en
México D. F. (Librería de Bouret, 1918). Es un volumen en 8º, de 25 x 17 cm. Y
426 paginas. Está dividido en 13 largos
capítulos y contiene además dos apéndices, con sendas cartas del Provincial de
Castilla y del Prepósito General de la Compañía de Jesús, de 1647 y 1648
respectivamente; y por fin, una extensa y minuciosa Bibliografía de 95 páginas,
la cual comprende más de 300 reseñas de obras, de las que 257 hablan de Palafox
o están escritas por éste.
Su biografía contiene un error capital
al que le indujo la partida de bautismo de Palafox, que se conserva en el
Archivo Parroquial de Fitero, y es el admitir como padre adoptivo de nuestro
paisano a Juan Francés, y no a Pedro Navarro, que fue el verdadero. Pero, en general, está muy bien informado, se
muestra defensor de Palafox en el lamentable pleito con los jesuitas de la
Nueva España y no se anda con rodeos para señalar las tremendas lacras de la
sociedad mejicana colonial.
Florencio JARDIEL
Famoso orador sagrado y excelente
escritor. Fue Deán del Cabildo de la Catedral del Pilar de Zaragoza. Nació en
Híjar en 1844 y murió en Zaragoza en 1931. Con motivo del 4º centenario del
descubrimiento de América, dio, en 1892, una conferencia en el Ateneo de
Madrid, publicada a continuación con el mismo título de El Venerable Palafox, en un folleto de 44 páginas (Madrid, 1892).
Es una breve biografía palafoxiana cuyo mérito principal es el haber resucitado
la memoria de nuestro paisano, completamente olvidado en aquella época. Jardiel
fue el primero que lanzó en ella la especie de que la madre de Palafox fue una
hija del Dr. Matías de Casamate, la cual ingresó más tarde en un convento de
monjas carmelitas, tomando el nombre de Ana de la Madre de Dios. Esta especie fue recogida posteriormente por
don Genaro García, Sor Cristina de Arteaga y otros biógrafos palafoxianos.
Francisco Sánchez-Castañer
Humanista e historiógrafo, ex - decano
de las Facultades de Filosofía y Letras de las Universidades de Valencia y
Madrid (Universidad Central) y actualmente catedrático de Literatura
Hispanoamericana de la Universidad Complutense.
Es el más eminente palafoxista contemporáneo. En 1964 publicó su notable
biografía palafoxiana Don Juan de
Palafox, Virrey de Nueva España: un denso volumen de 24 x 17 cm. y 250
páginas. En realidad, la biografía sólo
ocupa 159 pp., y el resto contiene tres apéndices, precedidos de Notas
Preliminares. En el primero inserta,
como Rojas Garcidueñas, el tratado palafoxiano De la naturaleza del indio; en el segundo incluye un Elogio de Palafox, pronunciado en la
Catedral de Puebla por el Arzobispo D. Octaviano Márquez, el 20 de octubre de
1959, y en el tercero, detalla las Efemérides del Tricentenerio de Palafox, en
España y en Méjico.
En 1968, el señor Sánchez-Castañer
publicó Los Tratados mejicanos de Juan de
Palafox y Mendoza (Ediciones Atlas, Madrid), separata de su Estudio preliminar a los volúmenes CCXVII y CCXVIII de la Biblioteca de Autores
Españoles.
Y en 1975, publicó La madre del Virrey de Nueva España, Juan de Palafox y Mendoza,
separata en 11 páginas del estudio sobre este asunto, que publicó en el Anuario de Estudios Americanos (t.
XXXII). En él sostiene que la posible madre de Palafox no fue una hija del Dr.
Matías de Casamate, sino doña Lucrecia de Mendoza.
Javier Samitier
Actual (en el momento de la publicación
de Estudios Fiteranos, 1981)
médico-director del Balneario Virrey Palafox de Fitero, desde 1965.
Nació en Sangüesa en 1913 y perteneció al Cuerpo de Sanidad Militar, del que es
coronel médico retirado.
En la colección Navarra-Temas de Cultura Popular figura, con el nº 299, su opúsculo
“Fitero y el Venerable Palafox”. Se
trata de una biografía compendiada del insigne fiterano, nacido precisamente en
los Baños Viejos. Va precedida de una reseña histórica de dichos Baños, así
como de los inicios del Monasterio, que fue su propietario desde mediados del siglo
XII hasta finales de 1835.
Un detalle muy curioso es el texto,
incluido en las páginas 22-23, de la descripción que hizo Palafox de la peste
que asolaba a España y, sobre todo, a Andalucía, a su vuelta de México, en
Octubre de 1649: descripción que es un cuadro de horrores escalofriante.
Unos
curiosos documentos fiteranos de 1598
AUTOS DE LOS MILAGROS DE SAN PEDRO DEL BAÑO
(Investigaciones
Históricas sobre Fitero, Vol. I, p. 12-14.Tudela, 1986)
Investigando, hace algún tiempo, en el Archivo
de Protocolos de Tudela, - vasto arsenal
de documentos históricos de los pueblos del distrito, desgraciadamente poco
conocido y, menos todavía, explorado - nos tropezamos con tres escrituras, que
no atañían precisamente al objeto de nuestra búsqueda, pero de las que tomamos
buena nota, por su interés médico, histórico y religioso.
Se trata de tres documentos, concernientes a
unas curaciones espectaculares, ocurridas en los Baños Viejos de Fitero,
rebautizados modernamente con el pomposo nombre de Balneario Virrey Palafox.
Para nosotros, su interés principal reside en
las siguientes noticias que se deducen de su contexto: 1) que, a la sazón, la
casa de los Baños era bastante menguada, así como su clientela, reducida a ocho
bañistas; 2) que tenía una pequeña iglesia adyacente, dedicada al Apóstol San
Pedro, representado, sin duda, como posteriormente, por alguna tabla o lienzo,
pintados con la escena de la curación milagrosa del mendigo tullido de la
Puerta Hermosa del Templo de Jerusalén, según la narración de los Hechos de los
Apóstoles (c. III, v. I-9); 3) que la toma de los baños se hacía ya por
novenarios: costumbre introducida seguramente por los monjes del Monasterio
Cisterciense de Fitero, que eran los dueños de los Baños, a imitación de las
novenas de la Virgen y de los Santos, pues no creemos que haya ninguna razón
hidroterapéutica, para que se tomen los baños exactamente, durante nueve días
seguidos, y no durante ocho o diez; 4) que no estaba al frente del pequeño
establecimiento ningún médico ni administrador, sino un simple bañero casado,
el cual se encargaba, con su mujer, de atender a los bañistas de ambos sexos,
asistiéndolos en la toma de los baños y suministrándoles "recado"; es
decir, leña, utensilios de cocina, los comestibles que le encargaban y algunos
otros efectos, pues el balneario no tenía fonda, y los bañistas comían
ordinariamente por su cuenta: vieja costumbre que todavía subsistía en ambos
balnearios, aunque reducidamente, a principios de este siglo; 5) que la
temporada de los Baños comprendía entonces, por lo menos, parte de los meses de
junio y julio; 6) que el encargado de los Baños Viejos era, a la sazón, un
matrimonio formado por Pedro Navarro y
Ana de San Juan, los cuales fueron precisamente los que, dos años después,
salvaron la vida y adoptaron a un pobre niño, nacido allí, que, con el tiempo,
llegó a ser Virrey y Capitán General de la Nueva España y Arzobispo electo de
México: Don Juan de Palafox y Mendoza; y 7) que la Villa de Fitero tenía, hace
382 años, no solo un médico, sino hasta un cirujano (y además un boticario y un
hospital con su hospitalero).
Pero vamos al asunto principal de las
escrituras. Las tres figuran en el Protocolo de 1598 del escribano de la Villa
y del Monasterio de Fitero, Don Miguel de Urquizu y Uterga (f. 153-56). No
vamos a copiarlas íntegramente, sino a dar un extracto sustancial de ellas,
advirtiendo que las frases entrecomilladas son transcripciones literales del
Texto original.
La primera es una orden del Abad del Convento,
Fr. Ignacio Fermín de Ibero - por cierto, un pamplonés muy ilustrado -, firmada
el 3 de julio de dicho año, mandando al Sr. Urquizu que se personase en "los Baños que el Monasterio tiene en
sus terrenos, que están cercanos a los de Castilla", para que
informase y certificase acerca de unas curaciones milagrosas, ocurridas allí
recientemente.
La segunda escritura es una relación detallada
de dichas curaciones, firmada por Pedro Navarro, Miguel López, Juan García, el
Lic. Pedro Gómez Calderón, abogado y regidor de Fitero, el Dr. Sebastián Tomás,
médico de Fitero (natural de Magallón), Francisco de Aybar y Pedro de Arellano,
cirujano de Fitero (natural de Arnedo).
Como testigos presenciales, declararon "Pedro Navarro y Ana de San Juan, su mujer, que residen y dan
recado en los dichos Baños", y los siguientes bañistas: Miguel López,
Juan García y Juan de Villarroya, vecinos de Ateca, en el Reino de Aragón; Fr.
Pedro de Pablo, monje de Veruela; Catalina Navarro, Francisco de Aybar e Isabel
López, vecinos de Corella, "que
todos los sobredichos han venido a curarse de diferentes enfermedades, en los
dichos Baños". Su declaración
unánime fue que una doncella de 18 años
y medio, llamada Ana Sanz, hija de Juan Sanz y de Ana López, vecinos de
la Villa de Cintruénigo, llegó a los Baños, el 24 de junio de dicho año, "a curarse de las piernas y brazo izquierdo
y todo el lado que tenía baldado y paralítico, sin ningún género de movimiento
ni sentimiento, pegada la pierna arriba, encogidos los nervios, de suerte que,
con dos palmos, no podía llegar a tocar en tierra".
Pues bien, la víspera de San Pedro, 23 de
junio, habiendo entrado Ana Sanz, a las siete de la tarde, "con sus muletas, a la iglesia de San Pedro, que está pegada a los
dichos Baños" y habiéndose arrimado a la grada del altar, en el que
estaba el Santo, "súbitamente
sufrió un desmayo, cayendo en tierra sobre la grada", y estuvo sin
sentido un cuarto de hora, al cabo del cual "se levantó sin muleta, cojeando un poquito y llegó a la puerta de
la dicha iglesia y vino luego sin parar al altar, y a la vuelta, no cojeaba
cosa ninguna". Pero, de momento, no se le curó también el brazo, el
cual continuó paralítico e insensible, hasta el punto de que le picaban con
alfileres y no lo sentía. Pues bien, el
2 de julio siguiente, por la mañana, entró en la misma iglesia a rezar a San
Pedro y "le dio un desmayo como el
primero, del que cayó de la misma suerte y estuvo sin sentido medio cuarto de
hora, y, al cabo de él, dijo la dicha Ana Sanz: Suéltenme el delantal que lo
tengo pegado para detener el brazo... y en soltándolo, extendió las dos manos y
los brazos, sin impedimento alguno, y las puso sobre el altar juntas, cobrando
súbitamente el sentimiento y movimiento del brazo que antes tenía
perdido".
La visitaron, a continuación, el médico y el cirujano
de Fitero "y la hallaron sana y de
todo punto buena". El auto
afirma que "evidentemente se vio
haber curado milagrosamente, por intercesión del glorioso Apóstol San Pedro,
porque, aunque había entrado tres o cuatro veces en el baño, no se había hallado
con mejora ninguna y naturalmente ni el baño ni otra medicina artificial de las
que, en semejantes enfermedades, se acostumbran a aplicar, no podía darle tan
súbita y repentina sanidad".
La tercera escritura es una ratificación
farragosa de la anterior, hecha, al año siguiente, por la misma época, ante el
escribano Urquizu y Uterga, por el monje de Veruela Fr. Pedro de Pablo, el cual
había vuelto a los Baños, "en
ajuste por una novena".
Las tales curaciones plantean obviamente este
problema: ¿fueron verdaderamente sobrenaturales o naturales..? Nos declaramos incompetentes para resolverlo
satisfactoriamente, porque no somos profesionales de la medicina y no podemos
dar una explicación convincente de su proceso; pero, desde luego, la
interpretación milagrera del médico y del cirujano de Fitero de aquella época
no tiene ningún valor, porque, a la sazón, la medicina estaba en mantillas,
como la misma anatomía, y la hidroterapia era puramente empírica, sin ningún
fundamento científico. Se desconocía la
composición de las aguas termales y no se tenía ni la menor idea de su
actividad bioquímica.
Sin embargo, el hecho inquietante y
desconcertante de la curación completa de la joven, dentro de la capilla de San
Pedro, parece abonar dicha interpretación. Mas observemos a este respecto que
todas las curaciones milagrosas de cojos y de tullidos que relatan los
Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, son siempre totales y repentinas, y
no parciales y por etapas, no mediando tampoco desmayos de un cuarto de hora ni
tomas de baños termales, durante varios días, como en el caso de la joven Ana
Sanz. Por otra parte, téngase en cuenta
que, en las curaciones de enfermedades graves, actúa siempre ocultamente un
factor psíquico, que influye más o menos en su desarrollo y desenlace: el
estado de ánimo del paciente; y bien pudo ocurrir que la ardiente voluntad de
sanar de una muchacha de 18 años, unida a su fe sincera en la intercesión del
Príncipe de los Apóstoles, desencadenase el final de la actividad curativa de
los baños, precisamente en la capilla; o sea, en los momentos de máxima tensión
psíquica de la joven.
Por lo demás, curaciones parecidas a la de Ana
Sanz, fuera de las capillas de los Balnearios, se han dado en Fitero infinidad
de veces. Todos los bañeros y bañeras,
actualmente jubidados, han sido testigos de alguna o algunas; y entre los
recuerdos de mi infancia, en la que pasé varias temporadas, con mis padres, en
los Baños Nuevos (hoy Balneario Gustavo Adolfo Bécquer), figuran las muletas
que pendían de las paredes de las capillas de ambos establecimientos, dejadas
por pacientes que vinieron con ellas y ya no las necesitaron, para volver a los
lugares de su procedencia. en fin, el
Dr. Saturnino Mozota Vicente, que fue director-médico del Balneario Nuevo, hace
medio siglo, consigna, en su interesante memoria, "Notas hidrológicas y
clínicas de los Balenarios de Fitero" (Zaragoza, Berdejo, 1930) que en
muchos los enfermos, sobre todo, de reumatismo articular, que llegaban a los
Baños "con fiebre, inflamación y dolor, apoyados en muletas o echados
sobre colchones, en autos y carros", los cuales sentían desaparecer
rápidamente los síntomas que imposibilitaban sus movimientos, "abandonando
la cama y muletas, del tercero al quinto día de tratamiento" (p. 34).
Añadamos, para terminar, que, en el siglo XVII,
los monjes de Fitero acabaron por adjudicar poderes taumatúrgicos a las mismas
aguas termales, colocando sobre las puertas del establecimiento esta
pretenciosa Inscripción: "Esta agua todo lo cura - menos gálico y
locura".
¡A ver si no son verdaderamente milagrosas unas
aguas que curan todas las enfermedades, excepto las venéreas y las mentales..!
Naturalmente tan desorbitada propaganda tenía
que producir más de un desengaño y un baturro, algo crédulo, que vino a Fitero,
con la ilusión de sanar completamente de una gota crónica incurable, se
despidió de los Baños, con esta maligna jota:
¡Adiós,
Baños de Fitero
y sus aguas
minerales!
tu te quedas con mis cuartos
y yo me voy con mis males...!
Notas
del libro de
SOR CRISTINA DE LA CRUZ DE ARTEAGA,
UNA MITRA ENTRE DOS MUNDOS, la de
Juan de Palafox y Mendoza
referidas a los trabajos de
investigación de DON MANUEL GARCÍA SESMA
Nota 2 (p. 4).
Debo a don Manuel García Sesma, infatigable investigador fiterano,
antes profesor de enseñanza secundaria en México, D. F., interesantes detalles
de los vecinos de Fitero relacionados con la infancia de Palafox, que se hallan
en el Archivo de Protocolos de Tudela. Encontró las capitulaciones
matrimoniales de Juan Francés y de Casilda Guerrero, celebradas a 15 de junio
de 1591, en las que consta la presencia de Pedro Navarro, como tutor de
Casilda; la boda se efectuó el 7 de julio siguiente. Tenían cinco hijos cuando nació Palafox. De
su tercer hijo, Juan Francés, fueron padrinos Pedro Navarro y María Navarro.
Localizó un préstamo que hizo Pedro Navarro a Juan Francés, en 1592, por valor
de quince ducados, lo que confirma sus buenas relaciones.
Nota 4 (p. 4).
“Cuando nació Palafox – anota
Manuel García Sesma – había en Fitero nada menos que diez vecinos mayores
llamados Pedro Navarro, nueve casados y el décimo se casó al año
siguiente”. Fue para él una pista esta
palabra “Vañero”, que no es apellido materno (no se usaban entonces en los
libros parroquiales de Fitero), sino indicación de su oficio: bañero.
“El Monasterio – afirma – arrendaba por años sus Baños de Fitero. Pues bien, en unos curiosos documentos de
julio de 1598, que yo había encontrado y extractado en el Archivo de Protocolos
de Tudela, titulados Autos de los
milagros de San Pedro del Baño, consta que los bañeros de entonces eran
precisamente “Pedro Navarro y Ana de San Juan, su mujer”. Es seguro que
continuaban siéndolo en 1600, pues el tal arriendo solía hacerse por tres años
como mínimo”.
Su boda fue a 17 de octubre de 1571. En 1590 habían tenido ocho
hijos. En la partida de bautismo del
cuarto se dice que Pedro Navarro era entonces “sastre”, oficio que debió
cambiar por el de bañero, o alternarlo con éste, que era veraniego.
Desde luego Pedro Navarro no era “guarda mayor de la jurisdicción de
baños y montes”, como pretende el pomposo cronista González de Rosende, ni era
vasallo del marqués de Ariza, sino de los abades de Fitero, ni era aún “el
venerable viejo” que recuerda Palafox en sus Confesiones
Nota 7 (p. 5).
“He comprobado – informa don Manuel García Sesma – que María Navarro
era prima de Pedro Navarro y que pudo muy bien ser la mujer que amamantó a
Palafox, pues estaba casada con Jerónimo López, de quien tuvo un hijo,
bautizado el 17 de octubre de 1599, con el nombre de Cosme, siendo sus padrinos
Pedro Navarro y Catalina Melero; de manera que el hermano de leche de Palafox
fue Cosme López.”
Nota 9 (p. 5).
“He localizado un contrato del Monasterio de Fitero con Juan Francés
(esposo de Casilda), arrendándole el batán en 1598. En la finca del Batán,
había entonces un trujal o molino de aceite, y he aquí por qué los enemigos de
Palafox propalaron la especie de que era “hijo de una molinera”. Comunicación
de García Sesma.
Nota 5,
capítulo VII, p. 29:
“Cartas de D. Juan de Palafox. Leg. 36, 1345. Pedro Navarro tuvo tres
hijas: María, Andresa e Isabel; la menor tenía veinte años en 1610.
(Comunicación de Manuel García Sesma). No sabemos a cuál se refiere Juanico.
III
NOTICIAS Y TEXTOS INÉDITOS
INDICE DE NOTICIAS COMPLETAS DE
FITERO DE 1600 A 1609
A) En hojas grandes (Hg) – Protocolo
de Miguel Urquizu.
1600
– (f. 4v y 5) – Documento 6-10 de Oñate y Ramos sobre el coro.
1604.- f. 5v – Convenio
de Ramos sobre el Refectorio nuevo.
1606.-
f. 5v – Prensa y letras de imprenta para Ibero.
1607.-
f. 5v – Cerrajería Monasterio.
1608.-
f. 9 – Carretadas de piedra.
1606.-
f. 9v – Traída piedra sobreclaustro – Construcción paredón Sobreclaustro.
1607.-
f. 9v – Traída piedra. Azulejos refectorio nuevo – Encuadernación de libros –
Tejas y ladrillos – Cerrajero.
1607.-
f. 10 – Suministro de puercos – Donaciones de los frailes (testamentarias y al
profesar).
1608.-
f. 10 – Letras de impresión – Cuentas con el libr. Bichon. Donaciones
testamentarias de muebles de Fr. B. López.
1600.-
f. 10 – Donación Fr. Laso hacer custodia.
1609.-
f. 10 – Donación de Ibero de librería e imprenta al Monasterio.
1602.-
f. 10 – Arriendo panadería.
1605.- f. 10 -
de San Miguel si pesa 50 ducados.
1608.-
f. 11v – Excomunión Alfaro por derribo de un canal y del B.Viejo.
1605.-
f. 11v – Añadiencia del Refectorio Nuevo.
1603.-
f. 13 – Entierro en iglesia, en capilla San Bernardo.
1608.-
f. 13 - Entierro en iglesia, altar San
Benito.
1602.- f. 13v –
Ladrillos del coro.
B) Extravagantes de Urquizu.
1600.-
f. 1 – Venta aceite trujal – Don J.
Alava – Conduc. Dr. Valerio Andaluz.
1609
– f. 10 – Juego de pelota.
1600.-
f. 3 – Precios de diferentes cosas.
1615.-
f. 3 – Precios de ganados y fincas.
1615.-
f. 1 – Precios muy curiosos. F. 11 – Id.expol. Tanis.
C) Archivo Histórico de Navarra
(A.H.N.).
1610.- f. 2
– Servicio religioso de Yerga.
D) Cuadernillo “Obanos”.
1604.- (f.
2) Testamento de Casilda Guerrero.
1606.- (f.
3) – Cuentas de Ramos por el Refectorio Nuevo.
OTROS DATOS SOBRE PERSONAJES
RELACIONADOS CON JUAN DE PALAFOX
Boda de Pedro Navarro y Ana San
Juan.
(Libro I de Bautismos y
Casamientos, de 1547 a 1584, f. 103 v.)
Era
hijo de Juan Navarro y sus padrinos
fueron: Juan de Coloma y Mari Navarro; todos vecinos de Fitero. Se casaron el 17 de octubre de 1571
Hijos de Pedro Navarro y Ana San Juan. (Libro I de
Bautismos y Casamientos).
1.-
María Navarro, bautizada el
20-I-1573. Padrinos: Pedro Navarro y Margarita Navarro, f. 65.
2.-
Juan Navarro, bautizado el 9-X-1575.
Padrinos: Diego de S. Juan y Agueda, f. 74 v.
3.-
Pedro Navarro, bautizado el
11-II-78. Padrinos: Sebastián Navarro y Francisca Navarro, f. 83.
4.-
Pedro Navarro, bautizado el
3-VIII-1580. Padrinos: Gracián Navarro y Francisca Navarro, f. 91.
4
bis.- María Navarro, bautizado el
6-XI-1580. Padrinos: Gracián Navarro y Francisca Navarro, f. 91 v.
5.-
Francisco Navarro, bautizado el
27-IV-1583. Padrinos Diego González y Margarita Navarra, f. 97.
6.-
Andresa Navarro, bautizada el
8-XII-1585. Padrinos: Pedro de San Juan y Ana Miguel.
Libro II de Batismos,
Confirmaciones y Casamientos, desde 1584 hasta 1623, f. 4 v.
7.- Joseph Navarro, b. 29-III-1588.
Padrinos: Juan de Barea y Ana Miguel, f. 14.
8.- Isabel Navarro, b. 30-XI-1590.
Padrinos: Juan de Barea y Mª Barea, f. 23.
Hasta 1610,
al menos, no tuvieron más hijos.
Partidas probables de bautismos de Pedro Navarro y
de Ana San Juan.
1.- Pedro Navarro, bautizado el 2-VI-1548;
hijo de Juan Navarro, tejedor, f. 4
(Lib. I de B. y C.).
2.- Ana San Juan, bautizada el 2-II-49;
hija de Pedro de San Juan, f. 6 ( y su hermano Juan, b. 17-IV-50).
3.- Ana San Juan, bautizada el 9-IV-49;
hija de Juan de San Juan, f. 6 v. (y Domingo, 10-VII-51).
4.- Ana San Juan, bautizada el 5-V-52; hijo
de Miguel San Juan, f. 14 v.
5.- Pedro Navarro, bautizado el 18-IV-55,
hijo de Miguel San Juan, f. 21 v.
Hijos de Juan Francés y Casilda Guerrero. (Libro II
Bautismos, Confirmaciones y Cas. 1584-1623.)
1.- Lucas Francés, bautizado el 25-IV-1592.
Padrinos: Juan Navarro y Patronila Navarro, f. 26 v.
2.- María Francés, bautizada el 13-V-1594.
Padrinos: Miguel Gómez y Catalina González, f. 34 v.
3.- Juan Francés, bautizado el 12-XI-1595.
Padrinos: Pedro Navarro y María Navarro, f. 40 v.
4.- María Francés, bautizada el
22-VII-1597. Padrinos: Diego Navarro, boticario y Mariana Navarro y , f. 48 v.
5.- Ana Francés, bautizada el 23-IV-1600.
Padrinos: Juan Ridruejo y Mª Navarro, f. 65 v.
6.- Catalina Francés, bautizada el
25-VI-1604. Padrinos: Jerónimo de Ribas y Ana Moreno, f. 84.
7.- Catalina Francés, bautizada el
26-X-1605. Padrinos: Juan de Oñate y Gracia Fernández, f. 102.
Hasta 1610,
por lo menos, no tuvieron más hijos.
Casamiento de Juan Francés y Casilda Guerrero
(Navarra).
Testigos:
Andrés de Cuenca y Francisca Barea: 7-VII-1591, f. 195 v. (L. II).
Casamientos.
Juan Francés y Casilda Navarro, el
7-VII-1599. Testigos: Andrés de Cuenca y Francisca Barea, f. 195 v.
1591, f. 84
del Prólogo de Urquizu 7 de febrero.
Quitamiento
de Juan Francés en el que dice haber recibido 15 ducados de Pedro Navarro.
Juan Francés y Casilda Guerrero.
1604
– Protocolo de Urquizu f. 106 – Testamento de Casilda Guerrero, mujer de Juan
Francés V. (C. Obanos.)
1591.-
P. Urquizu, f. 329, matrimonio de Juan Francés y Casilda Guerrero.
1592
– P. Urquizu, f. 84, quitamiento de J.
Francés.
1595
– PU 433, cuentas de la administración
que tuvo Miguel de Cuenca de la carnicería de Juan Navarro.
1598
– P. U. F. 508, arriendo del Batán a Juan Francés.
1601
– P. U. F. 203, partición y concordia de
los hijos de Juan Francés y Marisa Gómez.
1615
– P. U., F. 338-40. Testamento de Juan Francés Flores.
1629
– P. U. F. 205, obligación de Mosen Joseph con Casilda Guerrero y consorte.
1629
– P. U. F. 327, venta de Diego Navarro de Saelices a Casilda Guerrero.
1634
– P. U. F. 197, escritura de loación de Casilda Guerrero.
1638.
P. U. F. 400, testamento de Pedro Navarro, Granadino Mayor.
1531
– f. 21 – P. U. – Mandato del abad a Pedro Navarro.
Otro papel suelto con más noticias sobre los
Navarro:
(1) María Navarro, bautizada el 21-V-1547,
era hermana de Juan Navarro y de Catalina de Arquixo, f. 1 v.
Catalina San Juan, bautizada el 2-VI-1547, era
hermana de Pedro San Juan, f. 1 v.
Juan de Cuenca, bautizada el 17-VI-1647, hermana
de Gracián de Cuenca, f. 1 v.
__________
(2) María Navarro, bautizada el 16-III
(Seze)-56, hermana de Miguel Navarro, tejedor, f. 9.
María Navarro, bautizada el 3-VI-53, hermana de
Alonso Navarro, f. 17.
____________
(3)
María Navarro, bautizada el
20-II-1557, hermana de Juan Navarro, f. 25.
Pedro Navarro,
bautizado el 9-XI-1571, hermano de Miguel Navarro y Leonor de Huarte, f. 60.
María Navarro,
bautizada el 3-V-1574, hermana de los anteriores, f. 89.
Miguel Cuenca,
bautizada el 16-VI-80, hermano de Miguel de Cuenca y Ana de Cuenca, f. 90.
IV
CORRESPONDENCIA
Carta escrita por D.
Manuel García Sesma a Sor Cristina de la Cruz de Arteaga (15
de abril de 1978).
Distinguida Hermana. Hace 17 años que, un día de enero, fui a hacerle
una visita al Convento de Santa Paula, donde me imagino – pues no lo sé de
cierto – que continua usted todavía.
Llevaba yo una tarjeta de presentación de mi viejo amigo y paisano mío, D. José María García Lahiguera, a la
sazón Obispo Auxiliar de Madrid; y todavía conservo las excelentes biografías
que V. había ya escrito, y de las que me regaló sendos ejemplares, referentes a
Dn. Juan de Palafox y al padre de V. Yo vivía entonces en México D. F.,
dedicado a la Enseñanza Secundaria, y había venido circunstancialmente a
España, para visitar a mi octogenaria madre (q.e.p.d.) y que murió a los 95
años y medio.
Desde hace cuatro años, vivo retirado en Fitero, dedicando mis ocios a
mi “hobby” de siempre: la investigación histórica.
Estoy acabando un libro sobre “La
Iglesia Cisterciense de Fitero”, que es un grandioso monumento nacional,
poco conocido; un “Ensayo de una
biografía crítica de San Raimundo de Fitero” y otras que llevaba ya
bastante adelantadas, antes de regresar a España. Para realizarlas
concienzudamente, llevo ya dos veranos hurgando en el Archivo de Protocolos de
Tudela (desde el siglo XVI), donde se encuentran todas las escrituras
notariales, relativas a Fitero, desde el siglo XVI, así como en el Archivo
General de Navarra y en el Parroquial de Fitero.
Por pura casualidad,
pues no trataba expresamente de encontrarlos, me tropecé en el Archivo de
Protocolos de Tudela, con diversos documentos relativos a Pedro Navarro, a Juan Francés, a Casilda Guerrero y demás vecinos de Fitero, relacionados con la
infancia de Palafox y tomé nota de ellos.
Hace unos meses, cayó en mis manos un ejemplar de “El Venerable Obispo Juan de Palafox y Mendoza - Semana de Estudio
histórico-pastoral y de espiritualidad (1654-1659) – 2-7 Agosto 1978” y lo
leí con rapidez; especialmente el estudio de usted sobre “La personalidad humana de D. J. de P. y M. a través de sus
relaciones familiares”. Vi con satisfacción – y la felicito por ello – que
ha aclarado V., al menos, en lo fundamental, el enigma de la infancia fiterana
de Palafox, demostrando documentalmente que su padre adoptivo fue Pedro
Navarro, como ya anotó el P. González de Rosende, y no Juan Francés, como
inducidos a error por la equívoca partida de bautismo del Archivo Parroquial de
Fitero – que, por lo demás, se conserva todavía – sostuvieron posteriormente D.
General García y el Sr. Sánchez
Castañer, en sus excelentes y extensas biografías de Palafox.
El estudio de usted me
ha incitado a tratar de aclarar de una vez el embrollo de la infancia de
Palafox y creo que lo he conseguido.
Pero quedan algunos puntos poco claros y para intentar aclararlos y
para darle cuenta de mis curiosos descubrimientos, me permito dirigirme a Usted
en la seguridad de que le van a agradar y en la confianza de que me va a
prestar V. su colaboración.
Por de pronto, he comprobado que María
Navarro era prima de Pedro Navarro
y que pudo muy bien ser la mujer que amamantó a
Palafox, pues estaba casada con Jerónimo López, del que tuvo un hijo
bautizado el 17-X-1599, con el nombre de Cosme, siendo sus padrinos
precisamente Pedro Navarro y Catalina Melero; de manera que el hermano de leche
de Palafox fue Cosme López.
He encontrado las capitulaciones matrimoniales de Juan Francés y
Casilda Guerrero y su lacónico parte de casamiento; ésta, con el nombre de
Casilda Navarra (sic), tomando y adjetivando el apellido de su tutor, que no era otro que Pedro
Navarro. Las capitulaciones se celebraron el 15-VI-1591 y en ellas consta la
presencia de Pedro Navarro precisamente como tutor de Casilda; y la boda se
efectuó el 7 de Julio de 1591. Hasta 1610, fecha en que detuve mis
investigaciones en este punto, por haber salido ya de Fitero Palafox, el
matrimonio había ya tenido 7 hijos, cuyos nombres y fechas de nacimiento tengo
anotados; y para cuando nació Palafox, ya tenían 5. De su tercer hijo, Juan
Francés, bautizado el 12 de noviembre de 1595, fueron precisamente padrinos
Pedro Navarro y María Navarro. He localizado un préstamo que hizo Pedro Navarro
a Juan Francés, en 1592, por valor de 15 ducados, lo que confirma sus buenas
relaciones; y lo que es más curioso, un contrato del Monasterio de Fitero con
el mismo Juan Francés, arrendándole el Batán en 1598.
En la finca del Batán, había entonces un trujal o molino de aceite, y
he aquí por qué los enemigos de Palafox propalaron la especie de que era “hijo de una molinera.”(Molinera, pero
no era de trigo).
En 1601, concedió a Juan Francés un censo perpetuo; y en 1604, su
mujer Casilda, estando gravemente enferma (aunque no murió entonces, sino en
1634), hizo testamento a favor de sus hijos propios, sin acordarse para nada de
Palafox: lo que es un indicio de que éste no debía vivir con ella y su
marido. En fin, he tomado todavía nota
de otros documentos, referentes a este matrimonio, pero no vienen al caso, por
ser posteriores a 1610.
La identificación de Miguel de Cuenca me ha dejado en la duda, al
nacer Palafox, había tres Migueles de Cuenca: abuelo, hijo y nieto, y los tres,
como de costumbre, sin apellido materno.
El abuelo vivía todavía en 1606 y su nieto ya estaba casado en 1601. En
1595, he hallado unas “cuentas de la
administración que tuvo Miguel de Cuenca de la carnicería de Juan Navarro”.
Sin duda se refieren al abuelo o al padre. Es dudoso; pero este
detalle carece de importancia. En todo caso, es incuestionable que los Cuenca,
Navarro y Francés estaban en muy buenas relaciones.
Lo
que tiene, en cambio, la máxima importancia es la identificación de Pedro
Navarro, es decir, del padre adoptivo de Palafox: identificación que me ha
hecho sudar tinta, como vulgarmente se dice, pues, cuando nació Palafox, había
en Fitero - ¡asómbrese usted! – nada menos que 10 vecinos mayores, llamados
Pedro Navarro, de los cuales 9 estaban ya casados, y el décimo se casó al año
siguiente; y como en esta época, todavía no llevaba nadie en Fitero – ni consta
en los libros parroquiales - el apellido materno, ya puede V. imaginarse el lío en que me vi
envuelto, en un principio, para identificar al padre adoptivo de Palafox.
Afortunadamente, encontré una pista en un
pequeño detalle de la partida bautismal de Palafox del archivo familiar del
Marquesado de Ariza que cita usted en su estudio: Pedro Navarro Vañero. Este Vañero
no es el segundo apellido de Pedro Navarro, pues, como le he dicho, en los
Libros parroquiales de Fitero, nadie aparece en esa época con dos apellidos,
sino el oficio de Pedro, a saber, bañero o empleado de los Baños: Detalles que
aparecen, de vez en cuando, en dichos libros: sastre, apotecario, albañil,
zapatero, etc. Hay que tener en cuenta
que, a la sazón, los Baños de Fitero
pertenecían al Monasterio, que los arrendaba, por varios años, a quien le
parecía u ofrecía más dinero. Pues bien,
en unos curiosos documentos de julio de 1598, que yo había ya encontrado y extractado,
en el Archivo de Protocolo de Tudela titulados “Autos de los milagros de San Pedro del Baño”, consta que los
bañeros de entonces eran precisamente “Pedro Navarro y Ana de San Juan, su mujer”;
y es seguro que continuaban siéndolo en 1600, pues el tal arriendo solían
hacerlo los monjes, por un periodo de tres años, como mínimum.
¡Eureka!, exclamé gozoso. Por fin he
despejado la incógnita – ya que de antemano había tenido buen cuidado de anotar
las partidas de matrimonio de los diez Pedros Navarro, casados entonces en
Fitero, y las de bautismo de todos sus hijos, habidos hasta 1606.
Resulta de estas anotaciones que
Pedro Navarro y Ana de San Juan se casaron el 17 de octubre de 1571 y habían
tenido hasta 1590, ocho hijos. (En los 20 años siguientes, ya no tuvieron
ninguno, por lo que imagino que no tuvieron más). Por cierto que, en la partida
de bautismo de su cuarto hijo, se dice que Pedro Navarro era entonces
“sastre”, y como, a la sazón, había en
Fitero, por lo menos, dos sastres más: Francisco el Sastre y Medrano el Sastre,
me figuro que tal oficio no debía proporcionarle muchos ingresos; por lo que
debió combinarlo con el de bañero; o alternarlo con éste, que era veraniego. La
primera satisfacción de mi pretendida identificación del matrimonio no duró
mucho, pues, al buscar las partidas de bautismo de los cónyuges, para averiguar
a qué edad se habían casado, me encontré con que, entre 1549 y 1555, habían
nacido en Fitero nada menos que cuatro Ana de San Juan, y entre 1548 y 1555,
dos Pedros Navarro, hijos de padres llamados Juan, y entre 1548 y 1555, dos
Pedros Navarro, hijos de padres llamados Juan, que era otra de las pistas que
tenía.
¡Cataplum!, me dije. Nuevas
incógnitas y nuevos motivos de
confusión. Pero no me desanimé ni desistí.
Como Fitero confina con Aragón, los fiteranos tenemos la tozudez de los
aragoneses.
Descartada una Ana, que debió
morir en la infancia, pues apareció una segunda Ana del mismo padre en 1555 (el
Libro de defunciones de la parroquia de Fitero no empieza hasta 1624), quedaban
tres: dos nacidas en 1549 y otra en 1555, mientras que los dos Pedros Navarro
habían nacido en 1548 y 1555. Como hasta 1571, no encontré otro matrimonio de
un Pedro Navarro con Ana de San Juan – ni tampoco después -, solo cabían cuatro
conjeturas: 1) Pedro y Ana tenían al casarse 16 años; Pedro tenía 23 años y Ana
22; 3) Pedro tenía 23 y Ana 16. 4) Pedro tenía 16 y Ana 22. ¿Cuál de estas
combinaciones fue la real ...? Imposible adivinarlo. ¡Averígüelo Vargas! – me
dije. En fin de cuentas, lo importante del caso es saber que, al casarse, Pedro
Navarro tenía 16 ó 23 años.
Pero entonces me encontré con otra seria dificultad. Usted cita, en su
documento estudio de la Semana Palafoxiana de Burgo de Osma, fragmentos de una
carta de Palafox a su hermano, el Marqués, escrita en septiembre de 1638, en
que le recomienda a Pedro Navarro, aunque solo sea para “darle el brazo a mi hermana y acudir a lo que Vª Sª le mandare y tener
cuidado del niño”.
Pues
bien, si Pedro se casó a los 16 años tendría en 1638 la friolera de 83; y si se
casó a los 23, tendría 90 años: edades demasiado avanzadas para cuidar a nadie.
De todos modos, no son imposibles: todo depende de cómo se conserve uno
anciano. Ya le he dicho que mi madre murió a los 95 y medio y se conservó relativamente
ágil casi hasta el final ¿Fue éste el caso de Pedro Navarro...? Podría ser;
pero esta última fecha le deja a uno perplejo. ¿No le parece?
El caso es que he encontrado, en el Archivo de Protocolos de Tudela, otra pista que parece confirmar
que Pedro Navarro vivía todavía en 1638 y es la referencia a un testamento que
hizo ese año un Pedro Navarro,
“granadino mayor” (sic). Esta referencia figura en un Indice de las
escrituras notariales de ese año y de otros anteriores y posteriores; pero al
buscar el documento correspondiente en el Protocolo de 1638, me encontré con
que había desaparecido. ¡Qué mala suerte! Pues es seguro que me habría sacado
de dudas. En todo caso, es comprensible que si el padre adoptivo de Palafox
tenía entonces 83 años (en la hipótesis más favorable), hiciese testamento
antes de marchar a Ariza, de donde ya no esperaría volver vivo.
Pero ese granadino mayor ¿qué es lo que significa...? ¿Guarda mayor,
que es el oficio que le asignó el P. González de Rosende..? ¿Pero Guarda Mayor,
a los 83 años..? Completamente inverosímil.
He consultado el Diccionario de la Academia, las Enciclopedias de
Espasa-Calpe y de Sopena, el Diccionario de Antigüedades del Reino de Navarra
de Yanguas y Miranda, la Enciclopedia del Idioma de Martín Alonso y el
Diccionario Ideológico de Julio Casares, y en ninguno de ellos se da a la
palabra granadino la acepción de guarda ni otra parecida.
Desde luego que Pedro Navarro pudo haberlo sido en alguna otra época,
pues entonces todos los cargos públicos eran de libre nombramiento de los
Abades: señores temporales y espirituales de Fitero, con potestad absoluta;
pero no lo era en 1600, como lo demuestran los documentos que yo he encontrado;
ni en 1609, en que aparece asimismo como bañero en la partida de bautismo del
archivo de Ariza que V. cita; ni en 1624, en que todavía aparece como bañero en
una lacónica partida de defunción de una hija suya, fallecida el 15 de
noviembre de dicho año. Así, pues, la especie difundida por el P. González de
Rosende de que, al nacer Palafox, era Pedro Navarro “Guarda Mayor de los Baños y del Monte, y vasallo y criado de
los Marqueses de Ariza”, es pura invención, pues todos los fiteranos de
entonces, residentes en la Villa, únicamente eran vasallos del Sr. Abad: a la
sazón, Fr. Ignacio Fermín de Ibero.
Por cierto que me ha llamado un poco la atención – aunque no lo pongo
en duda – que la partida de Ariza esté firmada por Fr. Juan de Alegría, cuya
firma aparece, en efecto, en el Libro II de Bautizados de Fitero, desde el 22
de abril de 1606 hasta el 17 de abril de 1607; pero desde esta fecha hasta el
18 de abril de 1610, la firma que se lee al pie de cada folio, es la de Fr.
Martín Gil, y no la de Fr. Juan de Alegría. A lo mejor, el Dr. Gaspar Navarro
tenía alguna amistad con este último monje.
Por lo demás, el oficio de bañero de Pedro Navarro en 1600 explica el
que éste se enterara de que Palafox nació exactamente a las 8 de la mañana, así
como de las andanzas de la dueña de doña Ana para ocultar este nacimiento y
deshacerse de la criatura, y el que Pedro lo impidiese, no sorprendiéndola
casualmente, como da a entender el P. Rosende, con detalles novelescos, sino a
sabiendas, siguiendo sencillamente sus pasos hacia el río. Hay que tener en cuenta que el edificio de
los Baños era, a la sazón, pequeño, pues, en el aludido documento de los
milagros de San Pedro del Baño, consta que solo había entonces en él (julio de
1598) nueve bañistas, a los que
daban “recado” los bañeros, quienes, por tanto, estaban al corriente de los
movimientos de aquéllos; sobre todo, si infundían sospechas, como era el caso
de la Sra. Ana de Casanate y de su
dueña. Eso sin contar con que entonces
vivirían con Pedro Navarro y su mujer, algunos de sus hijos, el menor de los
cuales tenía ya 10 años.
A su vez, el hecho de que Pedro Navarro hubiese sido tutor de Cándido
Guerrero y padrino de su tercer hijo explica el que, teniendo él y su mujer que
atender a los clientes del Balneario, el cual dista 4 kilómetros del pueblo,
encomendase de momento al recién nacido a Casilda y a su marido, quienes se
encargaron de hacerlo bautizar y de entregárselo a María Navarro para que lo
amamantase.
He visto que usted confirma lo
que yo me barrunté en México, cuando leí la biografía palafoxiana de Dn. Genaro
García; a saber, que el nombre de la madre de Palafox fue Ana de Casanate, pues es raro que los religiosos y religiosas
cambien, al profesar, su nombre de pila, aunque le añaden después otro nombre
religioso, como Ana de la Madre de Dios o Cristina de la Cruz.
En fin, para poner término a esta kilométrica carta, le agradecería
vivamente que repasase, si buenamente puede, la correspondencia familiar de
Palafox y que me comunicase todos los pormenores que halle en la misma,
relativos a su nodriza María Navarro, a Juan Francés y su mujer Casilda
Guerrero, a Miguel de Cuenca y, sobre todo, a Pedro Navarro del que me
interesaría aclarar principalmente los siguientes extremos: 1) si Pedro Navarro
fue efectivamente Guarda Mayor de los campos de Fitero, y en qué época, pues
las afirmaciones del P. Rosende tienen poco valor y yo no he encontrado todavía
ningún documento fidedigno que lo evidencie; 2) cómo se llamaba la hija de
Pedro Navarro, que llevaba semanalmente la ropa limpia a Palafox, cuando
estudiaba éste en el Seminario de Tarazona (Pedro Navarro tuvo tres hijas:
María, Andresa e Isabel, y ésta última, que era la menor, tenía 20 años en
1610); 3) si las cartas de julio y septiembre de 1638 en las que Palafox se
interesa por Pedro Navarro, son efectivamente de ese año y no de 1628; 4) si
Pedro Navarro se trasladó, por fin, a Ariza, en sus últimos años, y murió allí;
5) si “la jornada de Alemania” en la
que Palafox y su hermano fueron
acompañados por Pedro Navarro, en calidad de servidor, como se dice en la carta
del 10 de julio de 1638, es, como me figuro, el viaje de 1629-31, o algún otro.
Agradeciéndole de antemano el interés que quiera y pueda tomarse en
este asunto, le saluda con todo respeto
y se encomienda a sus oraciones su s. s.
Firmado: Manuel García Sesma
CARTAS DE SOR CRISTINA DE LA CRUZ
DE ARTEAGA A DON MANUEL GARCÍA SESMA
I
Monasterio
de Santa Paula
Sevilla, 31
de mayo de 1978.
Muy estimado en el Señor.
Desde Abril llevo sin contestar su
larga carta del día 15. Es tan densa que
supone mucho trabajo su respuesta y siempre la dejo para un día menos ocupado.
Me maravilla su tenacidad y lo que se
ha interesado por localizar a esas buenas personas que rodearon la infancia de
nuestro venerable Palafox.
Cuando él escribe sus CONFESIONES o Vida Interior, en Osma,
conserva el recuerdo de Pedro Navarro ya anciano. Dice refiriéndose a su propio nacimiento: "Un venerable viejo de aquellas
tierras, viendo llevar la cesta, preguntó a la criada qué llevaba....".
Cap. XIII, 5, fol. 115 del Tomo I de OBRAS COMPLETAS.
Seguramente no era tan
viejo cuando "Juanico" nació.
Pero debía serlo en Ariza. No es
probable que tuviera más de 90, pero podría tener los 83...
Sobre su hija, dice la nota 2 del nº 5,
de REGLA DE PENITENCIA VOLUNTARIA,
fol. 247 del Tomo I: " Cuando servía en los consejos, cuidaba de
disponerle la comida y de la limpieza de la ropa una doncella virtuosa, de edad
provecta y hábito muy honrado (era hija de Pedro Navarro el viejo, el que le
libró de la muerte y crió el V. en su casa y con sus hijos los primeros años de
su vida) y esta vivía con una criada en una casa inmediata y suministraba lo
que se ofrecía por una ventana pequeña que caía a la del venerable
ministro." Posic. causa, nº 6.
Palafox perteneció a los consejos de
Guerra y de las Indias antes de salir para América en abril de 1640. Del 1650 al 53 estuvo en el de Aragón. La nota anterior debe referirse a la primera
época. En ninguna parte encuentro el
nombre de la hija de Pedro Navarro.
Tampoco he encontrado en la
correspondencia familiar referencias a Juan Francés y a Casilda Gerrero.
La explicación de la palabra
"Vañero", me parece muy legítima.
Claro que pudo ser bañero y guarda mayor. En un lugar tan pequeño se pueden abarcar
varios oficios... En la carta de 17 de julio de 1638, Palafox se alegra de que
Pedro Navarro sirva en el castillo "Creo que no ha nacido en Aragón - dice
- sino en Navarra y así no podrá ser justicia.
No será malo para guarda mayor y dar el brazo a mi hermana"...
Luego este cargo no le parece inverosímil. Tal vez porque ya lo había desempeñado en
Fitero y era darle la satisfacción honorífica de estar en lo suyo...
Las cartas familiares, que cito en el
trabajo de Osma son de 1638, cuando estaba recién casado el Marqués de
Ariza. En 1628, era un
"menino", a punto de emprender (de 1629 al 31) la "jornada de
Alemania" en la que Pedro Navarro acompañó a los dos hermanos.
No hay más citas que las que he recogido. A 30 de junio la de que "Pedro Navarro
podrá hacerse cargo de los cubiertos (enviaba unos cuchillos) y llevar nota de
todo".
Espero que nos dará Ud. un interesante
folleto cuando terminen sus investigaciones.
A punto de un viaje a otro monasterio,
concluyó esta por hoy. Deseándole nuevos
éxitos...
Con la seguridad de mis oraciones,
reciba un afectuoso recuerdo palafoxiano, de su afma. en Cristo.
Sor Cristina de la + de Arteaga
II
7 de
Diciembre de 1982
Muy estimado en el Señor.
Me trajo Sor María de Lourdes su
interesante ejemplar dedicado de "Estudios Fiteranos" y quisiera
corresponder a él, con motivo de las próximas Pascuas.
Veo que, además de pacienzudo y tenaz
investigador, es Ud. poeta y por ello pienso que le agradará este tomito de
versos líricos que he ido apuntando a lo largo de la vida.
Tengo terminado mi trabajo sobre el
Venerable Palafox, ahora pido a Dios que me conceda un editor que se atreva con
él. He aprovechado los datos tan
interesantes que me envió sobre las personas que rodearon su nacimiento e
infancia, haciendo constar - claro está - su procedencia. Pedro Navarro debió llegar a la 4ª edad
porque ya lo llama "viejo venerable" D. Juan de Palafox cuando
recogió a aquella criatura desamparada.
No lo sería tanto cuando lo vemos en casa de Ariza treinta y tantos años
después.... prestando aun servicio.
Le deseo muy felices Pascuas, en esta
Vigilia de la Inmaculada, que vamos a celebrar, y que viva también muchos años
cultivando la historia y la literatura, a gloria de Dios.
Reciba
un afectuoso recuerdo de Sor Cristina de
la + de Arteaga
III
Monasterio
de Santa Paula
6-III-1983
Mi distinguido amigo y colega:
Recibí su nuevo libro sobre Fitero.
¡Cuánto le debe a Ud. ese hermoso rincón del mundo por el que pasaron
personajes tan diversos: San Raimundo, Gustavo Adolfo Becquer, Palafox! Este
volumen me ha enterado de la vida monástico-militar de S. Raimundo del que
sabía muy poco. Mucho le debió la
Historia de España con la fundación de esa esclarecida Orden de Calatrava, que
tanto peso tuvo en los combates de la Reconquista.
Por Bécquer he tenido siempre una
debilidad, desde mi juventud. En mi
cuarto de estudio tenía un cuadrito con su retrato pintado por Valeriano. Sus Rimas no han sido superadas. Sus cuentos
y leyendas ya sufren más la impronta romántica de su siglo. Tampoco recordaba sus estancias y simpatía
por Fitero.
¡Gracias por este 2º regalo, tan
instructivo!. Agradezco sus líneas tan
favorables a mis poemas y, a punto de salir para Madrid, y para el Consejo
Federal le envío un afectuoso recuerdo.
Sr.
Cristina de la Cruz de Arteaga.
CARTA DE JOSÉ MIGUEL QUINTANA, INVESTIGADOR PALAFOXIANO,
A DON MANUEL GARCÍA SESMA
7 de marzo de 1979
Muy estimado amigo:
Fue una sorpresa recibir
su carta de 23 de febrero pasado. No había vuelto a tener noticias de usted
desde hacía años, pues cuando regresé a España no lo supe.
Celebro que las
simpáticas Teresas fiteranas le hayan facilitado la entrevista que me hicieron
en Excelsior, siempre recordando a
Palafox.
Deseo que me envíe una fotocopia de su artículo
publicado en el Diario de Navarra,
para leerlo y agregarlo a mi archivo sobre Palafox. Le envío uno mío.
Conozco la Universidad de
Pamplona, donde en alguna ocasión fui recibido por su Rector, y de escribirme
atenderé su llamado, aun cuando no quisiera se publicasen los retratos que
tengo sino después de haberlo hecho yo. Espero en este año publicar la biografía del Venerable escrita por el P.
Argaiz, inédita y cuya copia obtuve en octubre en Osma. De todos modos veré que hago para servirlos.
Favor de saludar a las
dos Teresas y decirles que me agradaría recibir su carta comentando la mía y la
entrevista que como verán las tengo presentes.
Me congratulo de sus
letras y espero la fotocopia de su artículo; por mientras reciba un fuerte
abrazo de su amigo.
José Miguel Quintana
V
BIBLIOGRAFÍA
I.-
Carlos III y la canonización del
Venerable Palafox. Gregorio Bartolomé Martínez. Celtiberia, 1988.
Julio-Diciembre, nº 76.
II.-
Actitudes Reformadoras del Obispo
Palafox, Patricio Hidalgo Nuchera. Celtiberia.
III.-
Relación de la visita ECLESIASTICA
del Obispo de Puebla (1643-1646). Transcripción, Introducción y notas
de Bernardo García Martínez. El
manuscrito, según el autor, se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid (MS
4476). Secretaría de Cultura. Gobierno del Estado de Puebla, Edit. Nuestra
República, 1977.
Bernardo García Martínez es profesor del Centro de Estudios Históricos de
El Colegio de México. Doctor en Historia en la Universidad de Harvard. En este libro se hace un recorrido por los altepetl (pueblo) o pueblos coloniales
que forman parte de la Diócesis de Puebla, cuyo Obispo era J. de Palafox.
IV.- “Don Juan de Palafox y Mendoza.
Pensador político”. Ernesto de la Torre Villar. Universidad Nacional
Autónoma de México, 1997.
V.-
Jaque mate al obispo virrey. Siglo y
medio de sátiras y libelos contra don Juan de Palafox y Mendoza.
Gregorio Bartolomé. Fondos de Cultura Económica, S. A. De C. V., Madrid, 1991.
VI.-
Poesías Espirituales de Juan de
Palafox y Mendoza. Antología. Edición y estudios de José Pascual Buzó y
Artemio López Quiroz. Universidad de México. Secretaría de Cultura. Gobierno
del Estado de Puebla. México, 1995.
VII.-
Juan de Palafox y Mendoza, un
obispo-virrey, entre capotes y abarcas. Gregorio Bartolomé. Revista XX
Siglos. Nº 33,1997/3.
VIII.-
Revista de Soria. Año XI. Nº 33.
Febrero, 1976. Artículos dedicados a Palafox: “El Venerable Juan de Palafox”, José María García Lahiguera. “El Venerable Palafox, peregrino de amor”,
Manuel Revuelto Gómez. “Una figura
cumbre de España en América, D. Juan de Palafox y Mendoza”, Sor Cristina de
la Cruz de Arteaga. “Palafox en Santa
María la Real de las Huelgas”, Sor Presentación Balbás. “La capilla del Venerable Palafox en la Catedral del Burgo de Osma”,
Fernando Chueca Goitia.
IX.-
“Breve noticia histórica de la
Biblioteca Palafoxiana y de su fundador Juan de Palafox y Mendoza; y los
Colegios de San Juan, San Pedro, San Pablo y San Pantaleón” Lecturas
Históricas de Puebla. Nueva Epoca, nº 110. Pdro A. Palou, 1995. 4ª Edición.
Guía de visitantes. Puebla (México, 1995).
X.-
“Nacimiento e infancia del Venerable
Palafox”. Discurso de apertura de los Actos Conmemorativos del IV Centenario
del Nacimiento del Venerable Palafox., Ricardo Fernández Gracia.
Asociación de Amigos del Monasterio de Fitero. Fitero, agosto de 1999. Su
segunda edición contiene algunos cambios y ampliaciones (Pamplona, 2000).
XI.-
“Diario del Viaje a Alemania”,
Juan de Palafox y Mendoza. Prólogo,
transcripción y notas de Cristina de
Arteaga. Pamplona, 2000. Reedición. La primera fue publicada en Madrid,
1935.
XII.-
“Vida de Don Juan de Palafox”.
Gregorio Argaiz, OSB. Indroducción,
transcripción y notas de Ricardo
Fernández Gracia.
PALAFOX EN LA RED DE INTERNET
www.Fitero.com/palafox
([2]) Vida Interior es el título póstumo que
pusieron los editores a la autobiografía de Palafox; pero él la tituló Confesiones y confusiones de un pecador
arrepentido. Su primera edición data
de 1682 y fue hecha en Bruselas por el impresor, Francisco Foppens. La
biografía palafoxiana del P. Antonio González de Rosende, de los Clérigos
menores, fue la primera publicada en España, con el título de Vida y virtudes del Ilmo y Excmo. Sr. Don Juan de Palafox y Mendoza (Madrid,
Julián de Paredes, de 1666). La 2ª edición data de 1671(Madrid, Lucas de
Bedmar) y la 3ª, de 1762 (Madrid, Gabriel Ramírez), incluida en las Obras Completas.
([3])
Francisco Sánchez Castañer, La Madre del
Virrey de Nueva España, Juan de Palafox y Mendoza, p. 7 (C.S.I.C., Sevilla,
1975). El Sr. Sanchez-Castañer, catedrático de la Universidad Complutense de
Madrid, es autor de otras dos obras muy importantes sobre Palafox: I) Don Juan de Palafox, Virrey de Nueva
España, de 246 páginas (Zaragoza, Hogar Pignatelli, 1964); II) Estudio preliminar a los volúmenes
CCXVII y CCXVIII de la Biblioteca de Autores Españoles, que contienen los “Tratados mejicanos de Juan de Palafox y
Mendoza”. Poseemos sendos ejemplares de separatas de este Estudio Preliminar, de 184 páginas
(Madrid, Ediciones Atlas, 1968) y del
opúsculo sobre la Madre de Palafox, de 13 páginas (publicado en el tomo
XXXII del Anuario de Estudios Americanos)
regalados y dedicados por el autor, con el que trabamos amistad epistolar, cuando
vivíamos en México D.F.
([4]) F.
Sanchez-Castañer, opúsculo cit., p. II – La biografía palafoxiana del dominico
italiano Fr. Guillermo Bartoli fue publicada en Florencia en 1773, con el
título (traducido al castellano) de Historia
de la vida del Venerable Sr. Obispo de la Puebla de los Angeles y después de
Osma, Don Juan de Palafox y Mendoza. La traducción la hizo en 1782 el
carmelita, Fr. Antonio de los Reyes, quien añadió a ella un interesante
Apéndice. Fr. Antonio de los Reyes fue postulador, en la Corte de España, de la
causa de beatificación de Palafox.
([5]) F. Sánchez‑Castañer, opúsc. cit. p. 2 ‑ La
biografía palafoxiana del P. Gregorio Argáiz todavía inédita, se titula Vida del Excelentísimo Señor, Ilustre Prelado, Venerable y Exemplar Obispo,
Don Juan de Palafox y Mendoza. Fue escrita en 1660 y se conserva en el
Archivo de la Catedral de Burgo de Osma. Su afirmación sobre la madre del
Venerable se encuentra en el folio 424 v.
([6]) Sor
Cristina de la Cruz de Arteaga, Una
Mitra sobre dos Mundos: la del Venerable D. Juan de Palafox y Mendoza, p.
20 (Sevilla, Gráficas Salesianas, 1985). Es la biografía palafoxiana más
moderna y más completa, hasta hoy. Consta de 840 pp. Y su precio inicial, 3.500
pesetas.
([19]) “Conocimos a Sor Cristina, en el invierno de
1960, estando de vacaciones en España, pues vivíamos, a la sazón, en México. La
insigne religiosa fue Doctora en Filosofía y Letras por la Universidad Central
(hoy Complutense) de Madrid y su tesis doctoral versó precisamente sobre el
Venerable Palafox, que figuró entre los ascendientes de su familia. Muy joven,
se dio a conocer como poetisa, con un libro de versos, titulado SEMBRAD, cuya edición de 1925 fue
prologada por D. Antonio Maura y Montaner. Fue hija del Duque del Infantado y
Marqués de Santillana y Ariza, D. Joaquín de Arteaga y Echagüe. Viviendo en
Francia, ingresó en un convento de monjas benedictinas (Santa Cecilia de Solesmes, 1927), del que pasó, ya en
España, a otro de monjas jerónimas. Conservo varias cartas de ella (ver páginas
63-66) y un ejemplar de la 4 edición de su libro SEMBRAD, que me regaló con esta dedicatoria: “A D. Manuel García
Sesma, mi colaborador en la investigación palafoxiana y mi colega en los
“decires” ‑ Cristina de Arteaga ‑ Sevilla, 8 de diciembre de 1982. En una
tarjeta adjunta me decía: “Tengo terminado mi trabajo sobre el Venerable
Palafox. Ahora pido a Dios que me conceda un editor que se atreva con él. Se
trataba de. UNA MITRA SOBRE DOS MUNDOS.
Por fin, lo encontró, pero Sor Cristina murió el 13‑VII‑1984, sin verlo
publicado, apareciendo en 1985 (Ver reseña de Manuel G. Sesma en la Revista Fitero-85).
([30]) Sor
Cristina de la Cruz de Arteaga, la
personalidad humana de Don Juan de Palafox y Mendoza, a través de sus
relaciones familiares, conferencia dada en la Semana de Estudios
Palafoxianos, celebrada en Burgo de Osma,
del 2 al 7 de agosto de 1976 e incluída, con todas las demás en un
volumen de 236 páginas, titulado “El Venerable Obispo, Juan de Palafox y
Mendoza”, pp. 39-64 – Madrid, Clasas-Orcoyen, 1977.
([33]) Sor Cristina de Arteaga, La personalidad
humana..., p. 63. También en las Cartas palafoxianas del 10 y 17 de julio y del
12 y 25 de septiembre de 1638, a su hermano, el III Marqués de Ariza. Asimismo
en Una Mitra sobre dos Mundos, p.
88.
([48]) La partida de bautismo del Archivo Parroquial
de Fitero se encuentra en el Libro II de Bautizados, Confirmados y Casados,
desde 1 584 hasta 1. 623, f . 66 v.; y la partida, del Archivo de Ariza, así como
los fragmentos de cartas familiares de Palafox, relativos a su padre adoptivo,
Pedro Navarro, aparecen transcritos en "La personalidad humana de Don Juan
de Palafox y Mendoza, a través de sus relaciones familiares”: conferencia
recogida con todos los demás discursos, pronunciados en la Semana de Estudios
Palafoxianos, celebrada en Osma, en agosto de 1.976, en un volumen titulado
"El Venerable Obispo Juan de Palafox y Mendoza", pp. 40, 41, 57 y 63 ‑Madrid,
Closas‑ Orcoyen, 1.977. Dicha conferencia fue pronunciada por la M. Cristina de
1a Cruz de Arteaga, la cual es también
autora de una sucinta biografía de Palafox, publicada en Sevilla, en 1.959, con
motivo del tercer centenario de la muerte de Palafox. Las otras biografías
aludidas son: "Vida del Ilmo Excmo. Sr. D. Juan de Palafox y Mendoza"
por el P. Antonio González de Rosende Madrid, Lucas de Bedmar, 1.671; "Don
Juan de Palafox y Mendoza” por Genaro García, México, Bouret, 1.918 y "Don
Juan de Palafox Virrey de Nueva España” por
Francisco Sánchez‑Castañer, Zaragoza, Impr. Prov. Zaragozana 1.964. Este
último es también autor del folleto “La madre del Virrey de Nueva España, Juan
de Palafox y Mendoza”, Sevilla, 1975.
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